¿Se cayó la Esperanza?
De las tres virtudes teologales que esculpió Manuel Tolsá para coronar el gigantesco reloj del frontispicio de la catedral metropolitana de México, solo se cayó la Esperanza. La Fe quedó incólume, como se ha mantenido desde siempre. La Caridad, también, aunque echada peligrosamente hacia adelante, como impetuosa, como rejuvenecida. Más ansiosa y más pujante que nunca. Al caer en el atrio, la Esperanza no mató a nadie. Se desplomó y ahí quedó, descabezada, pero de pie. Dicen los expertos que no merece la pena restaurarse. Que será mejor sustituirla. Creo que tienen razón. La verdad es que aun trepada en la cúspide del cuerpo central de la catedral, a mano izquierda del asta bandera, la Esperanza ya estaba erosionada, marchita. La réplica que se colocará en su sitio no tendrá, obviamente, la condición original que tenía la que labró Tolsá a principios del siglo XIX, momentos antes de que México iniciara su revolución de Independencia. Pero mirará al futuro. La Fe es ciega, dicen los teólogos. La Caridad también debería serlo. Pero no la Esperanza, que mirará al futuro en este nuevo calendario que empezó a correr a las 13.14 del 19 de septiembre, cuando un terremoto sacudió Ciudad de México sin detener las manecillas del monumental reloj de la catedral metropolitana.— Gonzalo Celorio. Escritor y académico mexicano.
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