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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Españoles, Franco... ha vuelto

El soberanismo alerta contra el rebrote del franquismo cuando es en Cataluña donde se ha suspendido la democracia

Bandera independentista catalana frente a un consulado español.
Bandera independentista catalana frente a un consulado español. RAYMOND ROIG (AFP)

La política española tiene muy arraigada la versión celtibérica de la ley de Godwin, de acuerdo con la cual todo debate o toda conversación que se prolonga en línea recta termina abocando en las referencias de Franco o del franquismo. Ha adquirido el caudillo una extraordinaria actualidad, incluso se diría que ha resucitado, de tanto que Podemos y el soberanismo victimista se preocupan de convocarlo en las movilizaciones de ardor libertario.

Un buen ejemplo, el discurso que Joan Tardà protagonizó anteayer en la kermese de la Consellería de Economía. Veía a los grises donde no estaban. Y alertaba del aparato represor de Madrid, cuando eran los guardias civiles los que estaban secuestrados por la turba. No importa.

Han acordado los soberanistas y los podemistas que nuestra democracia, si la hubiera, es la hija ilegítima del régimen del 78, y que acecha el látigo del generalísimo.

Tienen toda la razón, pero no porque Rajoy haya virado de Pontevedra a El Ferrol , sino por la transgresión democrática que amenaza el porvenir de Cataluña. Pues es allí donde el referéndum se ha amañado en la tradición del pucherazo franquista; donde se ha coartado e intimidado a la oposición; donde se ha engendrado un fabuloso relato de propaganda patriótica y de mitos fundacionales; donde se ha recusado al poder judicial; donde se ha sometido el Parlamento al poder ejecutivo hasta convertirlo en una cámara decorativa; donde se han instrumentalizado los medios de comunicación públicos; donde se han amordazado las voces discrepantes; y donde se ha consolidado un sistema clientelar que discrimina el aliado del enemigo, expuesto este último por añadidura a la presión del movimiento montonero que representa la muchachada de Arran.

Nos habla Pablo Iglesias de que España se encuentra en una situación de emergencia democrática y menciona en vano el fantasma de Franco, como si el problema embrionario de esta crisis de libertades y de derechos estuviera alojado en La Moncloa y como si la aversión a Rajoy, tan compartida en el espectro de la izquierda, pudiera encubrir los comportamientos filo o proto franquistas que proliferan en la estrategia desquiciada del soberanismo.

El problema de equiparar la España contemporánea con la dictadura de Franco no sólo implica una degradación hiperbólica de la democracia que disfrutamos en su imperfección. Supone un ejercicio de frivolidad respecto al trauma de un régimen totalitario que se prolongó cuarenta años a expensas de las libertades, la transparencia y el Estado de derecho mismo. La negligencia política en que pueda haber incurrido Rajoy no es equiparable a la subversión del soberanismo. Y son Puigdemont, Junqueras, Tardà y Forcadell quienes parecen obsesionados no por advertirnos del rebrote del franquismo, sino de participar en la tentación de imitarlo. Es en Cataluña donde la democracia ha adquirido una dimensión decorativa e instrumental. Y donde el caudillo ha encontrado estertores para seguir respirando.

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