Plan conejo
Debe de ser muy placentero reírse con la panza llena. Comer tres veces al día
Hace ya algún tiempo que Nicolás Maduro ha encontrado en los animales un aliado fiel a una causa que se va despedazando sin remedio. Hugo Chávez encarnado en un pajarito le trinó al oído que llevara la revolución bolivariana, pueblo mediante, hasta sus últimas consecuencias. A falta de adeptos, trató de convencer a unas vacas, bajo amenaza, de que votaran por su Constituyente. En ese censo de los ocho millones de electores que defiende para terminar de perpetrar su dictadura negable aparecía más de un rumiante.
Les toca el turno a los conejitos. Maduro y Freddy Bernal, su ministro de Agricultura Urbana y Periurbana, están regalando conejos por las ciudades para combatir la dieta yanqui. Porque ahora, en la Venezuela del chavismo y el madurismo, al hambre y a la desnutrición se les llama imperialismo.
En un alarde de virtuosismo intelectual, el Gobierno explica en la televisión pública las bondades nutritivas de este animal. “Nos han enseñado que los conejos son mascotas. Tenemos un problema cultural”. Risas. “No es una mascota, son dos kilos y medio de carne con proteínas”. Risas. “Los conejos son bonitos”. Risas. “Los conejos se reproducen como conejos”. Risas. “Entregamos los conejitos y cuando fuimos a ver cómo estaban, la gente les había puesto un lacito y un nombre”. Risas.
Debe de ser muy placentero reírse con la panza llena. Con los carrillos rebosantes. Comer tres veces al día. No hacer filas para conseguir una libra de arroz a precio de caviar. Debe de ser realmente revolucionario tener la nevera llena de todo menos de conejo.
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