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Cuando la mujer solo es mano de obra (y de reproducción)

Silvia Federici estuvo el pasado lunes en Madrid para hablar de capitalismo y violencia contra la mujer

Silvia Federici.
Silvia Federici.YouTube

Varios grupos de mujeres aceleraban el paso el pasado lunes al salir del metro de Legazpi, en Madrid. Cruzaban como kamikazes el Paseo de la Chopera para atravesar lo antes posible la puerta de Matadero. “Es por aquí. No, es por aquí”, se decían entre ellas a la vez que apretaban la zancada para llegar a la Nave de Terneras. Allí, una fila de más de una hora mantenía a la espera a cientos de personas. No era una de esas fiestas con food trucks y Dj que apuran el final del verano, sino un encuentro con Silvia Federici, una de las activistas feminista más prestigiosas del mundo. El coloquio Capitalismo y violencia contra la mujer, organizado por la Editorial Traficantes de Sueños, desbordó el aforo de 350 plazas del recinto y dejó a cientos de asistentes fuera, aunque siguieron las reflexiones de la historiadora italiana a través de unos altavoces en la calle.

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“Algo se está generando, como pasó en los años setenta con los movimientos feministas. Las mujeres de todo el mundo se están movilizando y diciendo basta”, dijo Federici tras comprobar el éxito de esta convocatoria que abarrotó el distrito de Arganzuela. Pero, ante un público mayoritariamente femenino, la activista señaló que no habría transformación social sin la adhesión de los compañeros varones. “Ellos son el principal problema de la violencia contra la mujer ¿Por qué no se movilizan como hacemos nosotras el 8 de Marzo (Día internacional de la Mujer)?”, cuestionó Federici al público con tono pacífico.

Las primeras filas del auditorio estaban plagadas de jóvenes veinteañeras que recogían reflexiones en sus libretas. Escuchaban atentas el discurso de esta activista que entiende la violencia contra la mujer como un elemento constante del sistema económico y social imperante, el capitalismo. Federici subrayó que este tipo de agresión tiene muchos frentes, que no solo se trata de violencia física, sino que se materializa en el trabajo, en la vida pública o en la cotidianidad doméstica. “La violencia contra la mujer es algo más y para acabar con ella hay que poner fin a este modelo social. La lucha tiene que articularse a muchos niveles”, apuntó. Una de las oyentes, Teresa Peset, de 18 años, reconocía no haber leído la obra de la ponente. “He venido para acercarme a su línea de pensamiento de tinte marxista. Creo que ir a charlas como esta ayudan a entender mejor qué es el feminismo”, explicaba esta estudiante de Sociología.

La activista puso el foco en la organización de las familias en la sociedad capitalista. En los hogares, el trabajo productivo retribuido con un salario es el que tradicionalmente han realizado los hombres. Mientras, a la mujer se le ha asignado el trabajo reproductivo sin retribuir, lo que ha generado dependencia y desigualdad. Federici destacó que tras la incorporación de la mujer al trabajo fuera del hogar no se ha producido un cambio social. La inexistente conciliación entre estas dos formas de trabajo, producción y reproducción, ha provocado una doble situación de explotación y violencia.

Federici bucea en el origen del capitalismo, como sistema que controla las fuerzas de trabajo generadoras de riqueza, para explicar la violencia del capital sobre la mujer. Su línea de pensamiento se basa en que la primera fuente de riqueza es el cuerpo femenino, ya que permite la reproducción del resto de fuerzas de trabajo. "Atacar a las mujeres es la forma más eficaz de debilitar la cohesión de una comunidad", reflexionó. En su libro Revolución en punto cero, profundiza sobre este tema y busca las raíces del trabajo doméstico como producto del capitalismo; y en el Calibán y la bruja recoge cómo las mujeres fueron relegadas al trabajo en el hogar. Primero en la Edad Media se las expulsó de los gremios y ya en la Europa del siglo XVII habían sido excluidas de la mayor parte de las ocupaciones que tenían fuera de casa. Con el tiempo solo podían desarrollar empleo doméstico, una nueva forma de trabajo no reconocido como tal.

En este punto de la charla, Rafaela Pimentel, portavoz de Territorio Doméstico, colectivo que reivindica los derechos laborales de las trabajadoras del hogar, añadió la injusticia que sufren estas empleadas al no reconocerse su labor: “Es violento que estemos haciendo esto sin derechos", dijo Pimentel. Federici respondió que “es el estado el que hace posible la violencia contra estas trabajadoras y contra tantas familias que dependen de sus sueldos”. De esta forma, la activista subrayó la desvalorización de la ocupación de la mujer como uno de los puntos clave de violencia contra ellas.

El pasado lunes 4 de septiembre, mucha gente no tuvo sitio para escuchar a Silvia Federici dentro de la Nave de Terneras, en Matadero Madrid. Se quedaron fuera escuchando a través de un altavoz.
El pasado lunes 4 de septiembre, mucha gente no tuvo sitio para escuchar a Silvia Federici dentro de la Nave de Terneras, en Matadero Madrid. Se quedaron fuera escuchando a través de un altavoz.A.M.

Una de las espectadoras, Paula Viñaras, de 18 años, estudiante de Filosofía, seguía el debate desde fuera de la sala.“No se suele relacionar el capitalismo y el feminismo y es importante. Se tiene que entender el feminismo como una crítica radical al modelo social patriarcal y no tanto como un movimiento reformista, que es como generalmente se vende”, valoró esta joven. Entre el debate que se generó dentro y fuera de la sala llegó el final. Federici resumió que acabar con la violencia contra las mujeres no es solo poner fin a los asesinatos o las violaciones, sino que es un tema más amplio que no debe tolerar las guerras, el desempleo, los recortes en sanidad o educación. El objetivo es ambicioso, el programa feminista se ha de articular para crear una nueva sociedad. “Se puede reconstruir el tejido social, pero el plan tiene que ir más allá del 8 de marzo”, zanjó la feminista.

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