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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Desaceleración laboral

El aumento del paro revela cuán frágil es el patrón de crecimiento económico

El secretario de Estado de Seguridad Social, Tomás Burgos, durante la rueda de prensa para presentar los datos de paro registrado y afiliación del mes de agosto.
El secretario de Estado de Seguridad Social, Tomás Burgos, durante la rueda de prensa para presentar los datos de paro registrado y afiliación del mes de agosto. Mariscal (EFE)

Mal comportamiento del mercado de trabajo durante el mes pasado. Es cierto que agosto suele ser más adverso que el promedio en afiliaciones a la Seguridad Social y paro registrado, pero este es el peor en muchos años y se añade a las señales de desaceleración observadas en junio y julio pasados. El número de afiliaciones a la Seguridad Social cae respecto a julio en 179.485 personas, al tiempo que el paro registrado aumenta en 46.400, la mayor destrucción de empleo en un agosto desde 2008, el año de extensión de la crisis a Europa. No solo son los servicios, arrastrados por el sector turístico, los que destruyen empleo; construcción e industria también lo hacen, aunque en menor medida. Los parados registrados son 3.382.324, una cifra que no invita precisamente a la complacencia.

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Con independencia de las consideraciones estacionales, de gran significación en este mes de agosto, la precariedad que refleja ese comportamiento no es nueva, y con ella la vulnerabilidad del patrón de crecimiento instalado en nuestra economía: los sectores que basan gran parte de su demanda en precios y costes reducidos determinan empleos poco cualificados y altamente precarios. Así, cuando la temporada turística concluye las bajas de afiliación se elevan espectacularmente y lo mismo ocurre con los datos de paro registrado.

Eso ahora sucede más fácilmente para las empresas que antes de la última reforma laboral, y en otros sectores, pero es una constante desde hace décadas. La temporalidad de los contratos laborales es de las más elevadas de las economías avanzadas. Según la patronal de empresas de trabajo temporal Asempleo, una cuarta parte de los contratos que se firman en España dura menos de siete días. De todos los contratos firmados en agosto, apenas el 7,5% eran indefinidos. Los contratos de una semana, de un día incluso, son demasiados frecuentes. Muchos empresarios dan de baja a un trabajador al acabar un mes y le vuelven a dar de alta al comenzar el siguiente. Incluso en sectores de la enseñanza se multiplican también esas bajas de contratos de profesores en junio o julio para dar de alta al inicio del curso siguiente. Una práctica ahora mucho más flexible, que incita a comportamientos empresariales poco ejemplares y, en todo caso, poco acordes con el respeto a los derechos básicos de los trabajadores.

No es un panorama esperanzador. En mayor medida dado el excelente comportamiento del sector turístico en lo que va de año. Si este redujera su expansión en el futuro se percibiría en los datos laborales, y estos seguirían condicionando esa débil confianza de los hogares españoles en la fortaleza de la recuperación y, en definitiva, en las instituciones. Flexibilizar a ultranza el mercado de trabajo no garantiza patrones de crecimiento más resistentes y modernos. La insuficiente inversión acaba confiando demasiado en salarios bajos y precariedad, e invirtiendo poco en capital físico, tecnológico y humano susceptible de aumentar de forma consistente la productividad y la disposición de ventajas competitivas más duraderas.

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