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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

México-Turquía: un eje peligroso para el periodismo

La embestida contra la libertad de prensa ha hermanado tristemente a ambos países

Rosario G. Gómez
Decenas de fotografías del periodista Cándido Ríos Vázquez, asesinado el martes pasado en México.
Decenas de fotografías del periodista Cándido Ríos Vázquez, asesinado el martes pasado en México. Mario Guzmán (EFE)

Amenazar al periodista, secuestrarlo, encarcelarlo, incitarle a la autocensura, colgarle la etiqueta de “terrorista” y obligarle al exilio son técnicas habituales empleadas por los países que desprecian la libertad de expresión. Turquía las aplica de manera ejemplar para apagar la voz de los medios de comunicación críticos. La persecución del Gobierno de Erdogan a cualquier argüidor ha sido continua desde el intento de golpe de Estado de hace un año. Los abusos cometidos contra la libertad de prensa alcanzan cotas espectaculares: de un plumazo, se han cerrado dos centenares de medios y los periodistas independientes ven impotentes cómo les son retiradas las acreditaciones para ejercer la profesión, cómo se les anula el pasaporte sin una justificación o cómo les son confiscados sus bienes.

En su embestida contra la libertad de prensa, Turquía se ha hermanado tristemente con México. En el país latinoamericano, los periodistas son secuestrados, torturados y acribillados a balazos. Desde el comienzo del año, las bandas de narcotraficantes, los paramilitares o los sicarios han asesinado a nueve comunicadores. La hostilidad hacia el oficio alcanza también niveles insospechados. Las organizaciones dedicadas a promover y defender el derecho a la libertad de expresión no dan abasto. Calculan que cada 15 horas es agredido un informador mexicano.

México es el primer país del mundo no envuelto en un conflicto armado (como es el caso de Siria y Afganistán) en el que más periodistas mueren violentamente en el ejercicio de su profesión. Un oficio arriesgado, como demuestra el hecho de que desde el año 2000 más de un centenar han sido víctimas de la violencia infinita. Veracruz, donde trabajaba, hasta que fue balaceado la semana pasada, el veterano reportero Cándido Ríos (la novena víctima mortal en lo que va de año), es un Estado especialmente letal.

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En el 90% de los casos, estos crímenes siguen sin ser castigados, lo que multiplica el dramatismo y la sensación de impunidad. El miedo se ha apoderado de todo un colectivo. Y, según la organización Artículo 19, que vela por la libertad de prensa, el MIEDO (Medios, Impunidad, Estado, Democracia, Opacidad) es lo que define el estado de la sociedad. Los periodistas mexicanos han solicitado al Gobierno más medios y recursos para garantizar su seguridad, pero la espiral de sangre y violencia se antoja inabarcable.

Tampoco las medidas represivas de Turquía contra la prensa parecen tener fin. La semana pasada, el régimen de Erdogan ordenó —por decreto, como ya es costumbre— el cierre de otros dos periódicos prokurdos. Así se cercena un poco más el pluralismo en un país que, amparado en la lucha contra el terrorismo, aniquila a los medios de comunicación y encarcela a los periodistas que se atreven a publicar hasta la más suave catilinaria contra la figura de un presidente incuestionable.

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