_
_
_
_
MIRADOR
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Crimen y culpa

A esta hora en Barcelona, sin embargo, el atentado no sólo ha agitado debates existentes sino creado algunos nuevos y excitantes.

Manuel Jabois
MANU FERNÁNDEZ / AP

Una de las teóricas costumbres de los sucesos excepcionales es que obligan a reacciones de excepción. Después de un atentado, por ejemplo, los países buscan refugio en un eufemismo alentador: unidad de los demócratas. Es un necesario ejercicio de hipocresía social que se da en todos los órdenes, no solo en los que afectan a la vida pública. Esa unidad tiene la obligación de blindar la discusión y protegerla del terror; esa unidad es un instrumento muy útil para separar a los asesinos del resto.

El último gran ejercicio en España se produjo en 1997 tras la muerte de Miguel Ángel Blanco: su secuestro y asesinato fue el origen y el final de cualquier debate. No hubo más reacción que la reacción a un asesinato. No hubo sobre la mesa más asunto que los propios de un chico atado y tiroteado en medio de un monte. Un crimen tratado en sus primeras horas como un suceso de enorme magnitud protagonizado por delincuentes, no como parte de un debate político y social según el cual los independentistas tenían que hacerse mirar lo suyo y la sociedad, en general, tratarse en el diván para que la chavalada no descarrilase.

De este modo los terroristas son actores criminales, no políticos. No interfieren en los asuntos de los gobernantes, no ponen más cuestiones en la agenda que las obligadas: entierros, actos de rechazo y seguridad pública. En último caso, su acción sabotea su propio objetivo; para las cuestiones de fondo se busca un contexto distinto, una distancia higiénica respecto a los muertos. Si es verdad que los terroristas no consiguen nada, entonces no puede haber nada detrás de su acción, más allá de aquello que tenga que ver con la prevención. Un asesinato tratado como lo que es, incluso con frialdad de laboratorio, no como un artefacto político que incrustar en el debate poniéndolo todo perdido.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

En Barcelona el atentado no solo ha agitado conflictos existentes sino creado algunos nuevos y excitantes, como si los muertos legitimasen cualquier tipo de munición en lugar de prohibirla. Ante un suceso excepcional se han conseguido reacciones perfectamente estándar sobre el procès, la extravagancia del idioma catalán en Cataluña, la monarquía y hasta la Iglesia, que ha mandado a un cura CSI para estudiar la participación de la alcaldesa; un regidor del PP ha acusado directamente a Colau basándose en un bulo. Tantos frentes que, como dice Gistau recordando el 11-M, solo falta que los terroristas reclamen su parte de culpa, haciéndose notar para que alguien repare en ellos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_