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Michael Yamashita: “El fotógrafo es la mosca en la pared”

Vanessa Montero
Jacinto Antón

CUANDO LLEGO A la sede de RBA en Barcelona, donde Michael Yamashita dará luego una conferencia, él espera repantingado en un sofá con el móvil en la mano. Es el mismo espacio en el que me citó hace un año Jane Goodall. La primatóloga y el fotógrafo son dos de las grandes estrellas mediáticas de National Geographic. Sus nombres conjuran en la imaginación de multitud de personas tierras exóticas, aventuras sin cuento y una extraordinaria sensibilidad para acercarnos a las maravillas del mundo. Yamashita (San Francisco, 1949), estadounidense de origen japonés, está considerado uno de los mejores fotógrafos de nuestro tiempo y a la vez un viajero excepcional que ha seguido literalmente los pasos de Marco Polo, y también los del gran explorador chino Zheng He. Desde 1979 ha realizado (y sigue haciéndolo) grandes reportajes, ha publicado numerosos libros con el resultado de su trabajo (Manhattan desde el aire, Mekong, En el jardín japonés o La gran muralla: desde el principio hasta el final). También ha realizado exposiciones por todo el planeta, y las impactantes imágenes que cuelga en Internet, especialmente en la cuenta de Instagram de National Geographic, tienen millones de seguidores. Tras sentarme ante él y esperar un tiempo prudencial, carraspeo para llamar su atención. Yamashita, que viste completamente de negro, calza zapatos cómodos y luce un bigotito en su rostro amable de rasgos asiáticos, alza la mano sin dejar de mirar el móvil. Bueno, pues ahí va la primera pregunta.

¿Qué ha visto hoy que merezca ser fotografiado?

Pues precisamente lo que estoy subiendo ahora a Instagram. Lo vi ayer, durante el único tiempo libre del que dispuse. Quería mostrar a todo el mundo que estaba aquí en Barcelona celebrando los 20 años de National Geographic España y fui en busca de algo. No sabía el qué. En realidad nunca sabes qué vas a hallar. Fue fantástico, encontré un tema que me gustó. Resulta que soy especialista en Asia y había una boda china frente a la catedral. Es perfecto. Ahora se lo enseño.

Vaya. Verá cuánta gente le da enseguida al “me gusta”. Es una gran responsabilidad porque mando la foto a 80 millones de personas. Ya está. Acaba de salir. Mira: en 28 segundos: 90 “me gusta”. Y ahora ya van 2.288.

“Instagram conecta a la gente, pero demuestra lo distante que está el mundo entre sí. A veces retiro imágenes porque provocan reacciones incluso peligrosas”.

No sé si tiene sentido que le pregunte qué opina de Instagram. Conecta a la gente. Eso es bueno. El lado oscuro es que también podemos ver lo distante que está el mundo entre sí. Puedo publicar una foto bastante neutra sobre un tema musulmán y puede que la respuesta tenga muchos comentarios negativos. A veces retiro imágenes porque provocan reacciones que me parecen incluso peligrosas. Nunca habrá una comprensión global. La inmediatez también es eso. Pero el feedback es instantáneo y me parece algo maravilloso. Leamos algunos comentarios. Ajá, a este le ha encantado la foto…

Hay mucho narcisismo en Instagram. Sí, es cierto. Pero yo no hago selfies. Me parece absurdo.

¿Y eso por qué? Porque yo soy un observador. Trabajo para mantenerme fuera de la imagen. El fotógrafo es la mosca en la pared. Mira sin ser visto. Tengo fotos personales, claro, pero eso es otra cosa.

Se le considera el Marco Polo de la fotografía. Sí, eso me dicen. Realicé el mismo viaje del veneciano para fotografiar los lugares por los que pasó, así que debo de ser el mayor viajero terrestre de la historia, ¿no? Tuve mucha suerte porque todo encajó en aquel momento, especialmente el que estuvieran abiertas fronteras que hoy permanecen cerradas. Entre 1999 y 2001 pude ir por Turquía, Irak, Irán, Afganistán, China e incluso seguir la ruta marítima del mercader italiano a Yemen.

¿Qué opina de Marco Polo? Se ha puesto en duda que viajara a todos los lugares que mencionó. Precisamente queríamos demostrar que lo hizo realmente. Hay gente que cree que solo fue hasta Estambul y que se quedó allí recopilando historias que le contaban otros. Pero cuando haces su ruta te das cuenta de que su testimonio es demasiado preciso. Responde a preguntas que nadie podría contestar de no haber estado allí personalmente.

'Sea of Monks', tomada por el fotógrafo en China.

Hay quien se pregunta cómo no describió la Gran Muralla si estuvo en China. La que vio fue la muralla de la época Han, que entonces era muy baja y nada impresionante. En cuanto a la de Pekín, no se construyó hasta 200 años después de su viaje. Hay explicaciones para todo lo que no describió.

Hay un libro muy desmitificador, ¿Fue Marco Polo a China?, de la responsable del departamento chino de la Biblioteca Nacional Británica. Sí, Frances Wood. Por ese libro emprendí el viaje. Hay que hacer la ruta de Marco Polo para poder opinar sobre ella.

Obtuvo usted un material absolutamente asombroso. A los fotógrafos nos pagan por ser afortunados. Y yo lo fui.

¿Descubrió algo del alma del veneciano durante el viaje? En este tipo de trabajos entras tanto en la historia que te conviertes en el propio personaje. A menudo me preguntaba qué habría hecho él en mi situación.

Invirtió un montón de tiempo. Dos años. Eso es lo apasionante de trabajar para National Geographic, te dan el tiempo que necesitas para la historia.

¿Qué foto de todas las que hizo le parece que representa más el viaje de Marco Polo? Es difícil de decir. Pero quizá la que figura en la portada del libro que publiqué, Marco Polo: A Photographer’s Journey, en el que aparecen unas dunas. Te contaré una historia sobre esa foto: mi tarea era transmitir cómo era viajar en el siglo XIII. Fui a las dunas cantoras en Dunhuang (Gansu, China), que forman parte de la Ruta de la Seda. Las llaman así por el musical sonido que hace el viento al soplar sobre ellas. Marco Polo describió ese fenómeno y se quedó muy impresionado. Estando allí vi varios centenares de camellos con turistas. Todos los animales iban numerados. Me pregunté: “¿Cómo voy a hacer una foto de esto?”. Y entonces, mientras rodeábamos en coche una duna alta — tienen hasta 300 metros—, nos quedamos mirando al Oeste. El sol se ponía y su luz, por detrás, silueteaba los animales. Bajé la exposición para oscurecer la imagen un poco más. Aquello parece que sea el mismísimo Marco Polo y su caravana, pero en realidad son seis turistas y los camellos numerados.

¿Es usted un viajero que fotografía o un fotógrafo que viaja? Empecé como viajero que hacía fotos, pero ahora es la fotografía la que guía absolutamente mi viaje.

“La fotografía es el único arte visual que depende de la serendipia. A todos los artistas les gusta el control, pero los fotoperiodistas nunca lo tienen”.

Se habla mucho de la muerte de la literatura de viajes, de la crisis del género a causa del boom del turismo low cost. Más alarmante es lo que ocurre con la fotografía. En muchos lugares se monta la imagen para el turista. Si es preciso se modifica la realidad. Por ejemplo, en Myanmar, un lugar increíblemente fotogénico, te topas con un monasterio en el que han colocado a los monjes en las ventanas para que puedas hacer buenas fotos. No es real, es un montaje. También sucede con los pescadores intha del lago Inle, en el mismo país. Reman tradicionalmente con el pie, pero se los coloca como si fueran modelos para que salgan bien en la foto.

Suena el teléfono del fotógrafo. Yamashita mira quién es y pide permiso cortésmente para contestar. “Es mi hija, que sufre la enfermedad de Lyme, una infección que transmiten las pulgas”, dice. Contesta. Cuelga y seguimos hablando.

¿Es lector de literatura de viajes? Me gusta lo que escribe Sebastian Junger, que fue alumno mío.

¿Y autores clásicos? Theroux, Thesiger…

¡Caramba! El viejo sir Wilfred Thesiger, correoso como el más agreste de los dromedarios de Lawrence de Arabia. Lo entrevisté hace años, poco antes de que muriera. Era muy peculiar. Desenvainó bajo mi nariz un puñal afar y pareció dispuesto a castrarme con él si no hacía la pregunta correcta. Siempre me han fascinado sus exploraciones, el Territorio Vacío, el Rub al Jali, en la península Arábiga, que recorrió en camello con los beduinos.

Hay una foto suya que me parece especialmente fascinante: la de los monjes budistas sentados al aire libre y sobre los que empieza a caer una nevada. No puedo sacármela de la cabeza. Ah, esa foto, Sea of Monks… Está tomada en el monasterio de Labrang, en Gansu (China). Representa mi tiempo preferido, una meteorología difícil, la nieve. Había un centenar ahí rezando juntos. Los copos blancos iluminan sus rostros como si tuvieran un flas en la cara. Distingues claramente a cada monje. Puedes pasarte mucho tiempo mirando. Es uno de mis trabajos favoritos.

Captar esa imagen debe de ser como un regalo que te hace la vida. Sí, como he dicho, en este oficio te pagan para tener suerte. La fotografía es el único arte visual que depende de la serendipia. A todos los artistas les gusta el control, al fotógrafo también, pero en el fotoperiodismo nunca lo tienes.

Yamashita se levanta y toma un libro de una mesa baja frente a nosotros, busca una foto y la enseña.

Ajá, esa es otra famosa foto suya. En Irán buscaba retratar a unas mujeres que llevan un hiyab muy característico, como con un antifaz rojo. Llevaba tres o cuatro horas. No acababa de encontrar la foto. Al volver al coche con el equipo al hombro vi a esa mujer lavando la ropa. Ella se giró a mirarme y disparé. Esa fue la imagen buena, el resto las tiré. Por eso no se puede preparar una foto. Se pueden dar instrucciones para un retrato, pero hay siempre un elemento inesperado.

Supongo que en realidad eso está en el mundo interior del fotógrafo. Me gusta decir que ves la foto en la cabeza antes que en la cámara. Puede ser un instante antes, o algo que llevo días pensando en hacer.

¿Leer poesía ayuda a hacer mejores fotos? He leído que usted es lector de Matsuo Basho. Todo lo que estimula la sensibilidad ayuda, claro. Pero yo no leo tanta poesía. Me gusta más la ficción. También leo mucho ensayo para documentarme en mis proyectos.

¿Y lee a los teóricos de la fotografía? ¿A Susan Sontag? Sus reflexiones sobre la fotografía me han interesado mucho. De joven devoraba todo lo que se escribía sobre el oficio. Tienes que poder articular tu foto en palabras. Y los fotógrafos no suelen ser muy buenos en eso.

Tienes que ser afortunado, pero tienes que crearte las condiciones para que se dé la suerte: has de ir hasta allí, y has de hacerlo en el mejor momento.

¿Cómo llegó a este mundo de la imagen? Tardé tiempo. Cuando creces siendo estadounidense te crees estadounidense aunque tu rostro diga otra cosa. Cuando llegué a la universidad tuve que enfrentarme a algunos prejuicios, en buena medida de las chicas, y decidí matricularme en estudios asiáticos. Estuve varios años en Japón, aprendí el idioma. Allí compré mi primera cámara. Me convertí en fotógrafo, autodidacta, nunca he recibido una formación profesional. Resultó que en realidad no soy muy japonés, pero aprendí a integrar esa parte de mí como un estadounidense. Hace poco fui con mi familia a un antiguo campo de concentración en Utah (EE UU) para familias niponas en el que estuvieron internados mis abuelos y otros parientes. Es una historia poco conocida. He hecho muchos reportajes sobre ese país, sobre todo de paisajes. Creen que tengo una mirada japonesa.

¿Qué opina de lo que se dice del espíritu nipón como una mezcla de sensibilidad y violencia? Eso se dice. Una dicotomía.

El crisantemo y la espada. ¡Ja, ja, ja! Yo también he leído el libro de Ruth Benedict. Los fotógrafos no somos pensadores. Mira mis fotos. Hay mucho de intuición. Compones en el cerebro, ves en el marco y disparas.

Se va a reír, pero le voy a preguntar por el secreto de una buena foto. Reflejos rápidos y un buen ojo. Las cámaras de hoy son tan buenas que es muy extraño que pierdas el momento, pero tienes que saber cuál es.

¿Y por qué hacer fotos? ¿No basta con mirar? [Suspira] Es lo que hago, me gusta en todos los aspectos. El acto físico. De joven era un atleta, me gusta la parte física de la fotografía, puede ser muy dura, dependiendo a dónde vayas, por el clima, o las alturas, que me producen cierto miedo. Trato de mantenerme en forma. Soy bombero voluntario en mi ciudad, en Nueva Jersey. Pero no hay nada comparable a ver algo, experimentarlo y volverlo a sentir al contemplar la foto.

Instantánea de una boda china captada en su visita a Barcelona.

¿Merece ser fotografiada la América de Trump? Siempre me han interesado más otras partes del mundo. En EE UU hay muchas dificultades para los fotógrafos. Hay una gran desconfianza hacia nosotros. Prefiero los lugares en los que somos bienvenidos.

¿Le importa a la gente que les fotografíe? Casi nunca me ha dicho nadie que no le haga una foto. ¿El secreto? No sé, no me escondo, nunca robo fotos, pero soy muy discreto. Supongo que mi cara y mi actitud ayudan.

¿Pide permiso? No, porque perdería el momento. Excepto para los retratos.

Ha corrido riesgos como atravesar campos minados en Camboya o que le dispararan cuando viajaba en helicóptero en Afganistán. ¿Nunca le ha tentado la fotografía de guerra? No. En realidad, nunca he trabajado como reportero.

Esas maravillosas fotos de paisajes… Díganos cómo las hace. El secreto es la luz. También, repito, tienes que ser afortunado, pero tienes que crearte las condiciones para que se dé la suerte: has de ir hasta allí, y has de hacerlo en el mejor momento.

¿Cuál es? La salida y la puesta de sol. Aunque en medio puedes tener algo inesperado, el polvo que se levanta, una nevada. Siempre hay que estar a punto para la siguiente foto.

¿Salida o puesta de sol? Ja, ja, ja. Yo prefiero la salida, me gusta levantarme pronto y así tienes menos dificultades con la gente. ¡Aunque a veces el problema es que todo el mundo duerme! Lo bueno del atardecer es que cuando acabas buscas el mejor restaurante.

Tiene usted fama de buen gastrónomo. Si no fuera fotógrafo, me gustaría ser chef.

¿La foto que nunca hizo? Me temía también que llegaría esta pregunta. Todavía estoy buscándola.

Yamashita consulta su móvil. Interpreto que se me ha acabado el tiempo, pero en realidad lo que hace es ver cuántos likes tiene su foto en Instagram. En una hora ha conseguido 67.210. Ahora le toca a él dejarse retratar. ¿Le resulta desagradable? “No. Como sé lo que es estar detrás de la cámara trato de no ponerlo difícil. Me inspira más bien curiosidad. A ver qué sale. Ella, la fotógrafa, tendrá más presión, imagino”.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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