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Las ‘Vacaciones en Paz’ de niños saharauis en España languidecen

El tradicional programa de acogida estival corre peligro por el descenso de familias y los recortes

Uno de los pequeños se encarga de preparar el té para su familia de acogida y amigos. Para los saharauis, con una merecida fama de pueblo hospitalario, ofrecer té es un gesto de generosidad.
Uno de los pequeños se encarga de preparar el té para su familia de acogida y amigos. Para los saharauis, con una merecida fama de pueblo hospitalario, ofrecer té es un gesto de generosidad.Álvaro Fuente
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“Frío, polvo y mucho alboroto”. Así evoca Brahim aquella noche cuando tenía ocho años y se subió a un avión que le llevaría por primera vez a salir del campamento de refugiados de Dajla en Tinduf (Argelia), para pasar unas vacaciones con una familia de acogida en Asturias. Tenía su mochila preparada desde hacía semanas cargada solo con un paño conocido como melhfa para su madre de acogida, un par de pulseras y poco más. “Al llegar al pueblo me asusté, conocí los edificios por primera vez y pensaba que había que subir a ellos con cuerdas”, sonríe con cierta vergüenza. “Belén y su familia fueron muy pacientes conmigo explicándome todo. Nunca había visto una escalera, un grifo, un váter, un interruptor o una cama”.

Belén Cueva lleva 24 años acogiendo niños, once jóvenes en total, y en 20 ocasiones ha visitado los campamentos saharianos, que con una población de unos 165.000 refugiados, según ACNUR, están caracterizados por su aislamiento y aridez. Además, es una de las responsables de la Asociación Asturiana de Solidaridad con el Pueblo Saharaui, organizadora junto a la Delegación Saharaui del proyecto Vacaciones en Paz en Asturias desde hace dos décadas. “Los campamentos comenzaron siendo de carácter temporal, pero muchos de los refugiados han pasado los últimos 40 años alojados en una de las regiones más inhóspitas del planeta”.

Vacaciones en Paz es un programa solidario que tiene sus antecedentes tras la huida masiva de la población civil en 1975, debido a la ocupación marroquí del que por entonces era el Sáhara Occidental, lo que supuso el inicio de un conflicto armado entre Marruecos y el Frente Polisario, que luchaba por la autodeterminación del territorio ocupado. Muchos de los saharauis se establecieron al sur del desierto argelino de Tinduf en cinco campamentos que llevan el nombre de las ciudades de origen de las que se exiliaron o de las que fueron desalojados: El Aaiún, Smara, Auserd, Dajla y Bojador. El proyecto viene funcionando desde 1994, tres años después de haber negociado, con la intermediación de las Naciones Unidas, un alto el fuego.

Los pequeños de entre nueve y 12 años llegan a España, donde conviven los dos meses estivales con familias de acogida para evitar el calor extremo que se vive en los campamentos de refugiados saharauis. Por sus condiciones y entorno de vida, llegan con carencias alimentarias y sanitarias: son habituales los problemas de anemia y malnutrición, por ello, durante ocho semanas, se les hacen diversas revisiones médicas, se vacunan, se les tratan las enfermedades si fuera necesario y se refuerza su alimentación con una dieta rica y variada.

Los pequeños de entre nueve y 12 años llegan a España, donde conviven los meses estivales con familias de acogida

Este es el segundo año que Alicia y David acogen a Nashra Mohamed, una joven saharaui de 10 años que veranea rodeada de la naturaleza que ofrece la aldea asturiana de Nores. Allí, junto a los cuatro hijos de la pareja, disfruta dando de comer a los animales, de rutas de senderismo y, si no llueve, de la playa. Al pueblo saharaui se le conoce como hijos de las nubes porque siempre persiguen la lluvia, así que en Asturias Nashra lo tuvo fácil. Le gusta ver llover y sentir el agua cayendo sobre su cabeza pero más aún darse chapuzones en la piscina o en el mar. “El pasado año Nashra conoció por primera vez la playa. Cuando estábamos llegando en coche quedó sin habla y casi sin respiración”, recuerda Alicia. La joven tiene los mismos privilegios y obligaciones que sus otros cuatro hijos. “A la hora de tratar con los niños saharauis es simplemente hacerlo igual que con tus propios hijos, con las mismas ventajas y los mismos inconvenientes”, destaca David. “Y, sobre todo, respetando su cultura y religión”, apostilla.

Nayat, de 32 años, ha participado en cuatro ocasiones en el programa. En su primer viaje recaló en Barcelona y allí se reencontró con su padre, Bachir Ahmed, un español de origen saharaui miembro de la Generación de la Amistad Saharaui. Apenas recuerda los momentos vividos, quizás por la saturación de nuevas experiencias. “Aquel avión que podía volar, la ciudad que rebosaba, el mar que no se podía beber...”. Es su padre quien le refresca la memoria con aquellas historias vividas y que darán forma a un libro: Nayat.

Muy implicada con la causa saharaui, actualmente desarrolla un proyecto audiovisual llamado Bidun Hawiya, sobre aquellos ciudadanos españoles del antiguo Sáhara Occidental. Hoy refugiados, que se despertaron una mañana siendo unos apátridas, “y que hoy nos encontramos sin derechos como consecuencia de pretender lograr nuestra libertad, por eso vivimos así en una zona tan inhóspita”, aclara Nayat. “Porque queremos ser libres”.

Nayat fue partícipe por partida doble en el proyecto de Vacaciones en Paz. También acogió durante dos veranos a Legzal, un niño de 10 años con el que congenió desde el primer día. Para ellos, a diferencia de lo que ocurre con otras familias españolas, el idioma no fue un problema para entenderse. Califica la experiencia maravillosa y enriquecedora aunque considera necesario exigir un examen psicológico a las familias que pretendan acoger a los pequeños. “No todas pueden estar preparadas para asumir algo tan importante como un niño con una cultura tan distinta”, explica.

En esta campaña de Vacaciones en Paz 2017 han llegado un total de 4.793 menores cuya residencia temporal fue aprobada por el Gobierno en junio. Desde el Ministerio de Exteriores se planteó el año pasado la suspensión de este programa por desavenencias con el Frente Polisario por el caso de Maloma Morales, una joven saharaui nacionalizada española retenida por su familia biológica en los campamentos de Tinduf, cuando regresaba de visita al Sáhara después de haber sido adoptada por una familia sevillana, que la había acogido, al terminar el programa. La semana pasada, intentó suicidarse ingiriendo un líquido tóxico, aunque ya se encuentra fuera de peligro. Además de Maloma, hay alrededor de otras cincuenta mujeres saharauis retenidas en contra de su voluntad en los campamentos de Tinduf.

Desde el comienzo de la crisis, el programa está viviendo sus veranos más bajos: ha caído el número de familias receptoras y también ha habido recortes en las ayudas

Aby Athman llegó a España en el verano del 2005 y se quedó por motivos de salud. Es delegado a nivel internacional de la UJSARIO, juventudes del Frente Polisario, “Vacaciones en Paz es el proyecto que mejor vincula el pueblo español con el saharaui, mejoró la situación de las familias en el desierto. Recuerdo la infancia en mi campamento, en Auserd, cuando pasábamos hambre. Incluso la luz no llegó hasta el pasado año. Nos quedaba mucho camino por delante para hacerlo en solitario y fue una ayuda imprescindible", asegura.

Pero desde hace unos años, el programa está viviendo sus veranos más bajos. Belén Cueva lamenta el descenso de familias receptoras y los recortes en las ayudas desde el inicio de la crisis. “Ese menor número de familias se ha hecho notar especialmente en estos últimos siete años. Las acogidas han bajado a la mitad: en 2010, llegaron unos 9.000 niños; el pasado año fueron 4.570 a nivel nacional. En Asturias, de 340 pequeños pasamos a 240 en el último año”.

En Andalucía han pasado de unos 2.000 jóvenes en 2010 hasta los 1.260 de este verano, y es que en cada temporada se encuentran con los mismos obstáculos para poder organizar este programa. “El precio de los pasajes continua siendo una traba para el programa y muchas familias no se pueden implicar como ellos quisieran”, explica Erika Cobos, coordinadora del proyecto en Sevilla. Actualmente, son cerca de 700 euros lo que cuesta el traslado de un menor saharaui a la península.

Una caída en el número de acogidas que resulta desesperanzadora para los jóvenes que no podrán pasar el verano en España. Según el medio El Confidencial Saharaui, este año, en torno a 500 niños saharauis se han quedado sin familia de acogida y se tendrán que quedar en el desierto. “Es muy desagradable llamar a los campamentos para decir a sus familias que será imposible traerles. Es arrebatarles la ilusión y la esperanza con la que llevan esperando este momento”, concluye Belén.

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