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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Fuegos cruzados

El intercambio de amenazas apocalípticas entre Trump y Corea del Norte no acabará en conflicto bélico, pero inquieta a los mercados

Donald Trump, presidente de Estados Unidos.
Donald Trump, presidente de Estados Unidos.REUTERS

La provocación y la definición de Estados Unidos como enemigo exterior forman parte de la estrategia exterior de Corea del Norte. Kim Jong-un sostiene casi todo el entramado dictatorial del régimen en una supuesta amenaza americana. Pero en los últimos días, desde que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó una nueva ronda de sanciones contra el régimen coreano, se ha disparado una escalada verbal amenazadora y de tono apocalíptico que ha inquietado a los mercados de inversión y a los ciudadanos de todo el mundo. Con su retórica desmedida, Donald Trump aseguró que Estados Unidos respondería a la próxima provocación de Pyongyang “con fuego y furia nunca antes vistos en el mundo”. Corea del Norte respondió con la amenaza directa de atacar y “envolver en fuego” la base de Guam, a 3.400 kilómetros de distancia, con sus misiles balísticos.

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Kim Jong-un sigue el guion previsto. Quiere que Corea del Norte sea reconocida como potencia nuclear y se aplica en un desafío explícito y absurdo a la comunidad internacional. Lo preocupante de la última escalada verbal es la presencia en la Casa Blanca de un presidente que, a diferencia de sus predecesores, se ha complacido en descender a su nivel. Kim es un dictador que se comporta como tal en un régimen despótico; Trump es el presidente de un país democrático, sujeto a reglas. Sus apelaciones al “fuego y la furia” confirman un descontrol narcisista y que su mandato abunda en disparates peligrosos.

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Las posibilidades de guerra son muy lejanas, como explicó el secretario de Estado Tillerson, peculiar bombero en este cruce de incendios. Ni los aliados de Corea ni los de Washington están por facilitar un conflicto armado. La conducta de Trump, inactivo ante provocaciones anteriores, desmiente sus verborreas. Pero, por lejana que esté hoy la guerra, hay motivos para preocuparse por cuál sería la actitud de Trump en caso de un riesgo real.

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