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Tribuna
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El populismo y la dignidad humana

La ayuda asistencial que emprendió Johnson para acabar con la pobreza fracasó porque no creó empleo. Y Trump ganó porque los blancos de clase trabajadora sintieron el abandono de Obama. Es necesaria una política que genere trabajo

RAQUEL MARÍN

Soy el presidente de un centro de investigaciones en Washington DC, situado en el corazón de la política de Estados Unidos. Por esta razón, desde la elección de Donald Trump, cada vez que vengo a España, todo el mundo me pregunta lo mismo: “¿Se han vuelto locos los americanos?”. Aquí ofrezco mi respuesta.

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La historia de la elección de Donald Trump no se inició en 2016. Se inició en 1964. El 24 de abril de ese año, el presidente Lyndon Johnson declaró una “guerra contra la pobreza”. Con este objetivo, se dirigió a una pequeña localidad llamada Inez, en el Estado de Kentucky, cuyos ciudadanos eran muy pobres. La mayoría de ellos estaban en el paro, y muchos de sus hijos estaban desnutridos. Eligió Inez para demostrar que la verdadera pobreza no era solo un fenómeno del Tercer Mundo, sino que también existía en EE UU. Johnson fue a Inez para demostrar (anunciar) que esta tragedia se podía resolver.

Durante las siguientes cinco décadas, el Gobierno federal norteamericano gastó más de 18 billones de euros en los programas de bienestar social en sanidad, alimentación y vivienda, tratando de conseguir el sueño de Johnson.

Es cierto que el Estado de bienestar y la tecnología moderna han hecho que el desempleo y la pobreza sean materialmente menos dolorosos. Sin embargo, la guerra contra la pobreza ha fracasado.

Hoy la parte superior e inferior de la sociedad han desarrollado normas culturales diferentes

¿Por qué? Porque mientras la pobreza es materialmente más soportable, es más difícil que nunca escapar de ella. Por ejemplo, solo el 29% de los adultos en Inez forman parte de la fuerza laboral. Hay más gente recibiendo asistencia social que trabajando. La desnutrición se ha sustituido por comida basura barata y obesidad.

Cuando el programa de Johnson comenzó, la tasa nacional de pobreza era del 15%. Hoy, todavía sigue siendo de un 15%. Decenas de millones de estadounidenses siguen viviendo en la pobreza, sin trabajar y, por tanto, sin dignidad.

La falta de dignidad empeoró tras la crisis financiera de 2008 y la elección de Barack Obama. El presidente Obama prometió igualdad de oportunidades. En cambio, durante su presidencia, el 100% del crecimiento económico fue a parar a la parte superior del 20% de la población. Si se pregunta por qué los estadounidenses de clase baja parecen haberse enfadado mucho más durante los últimos 8 años, esta es la razón.

Ser tratado con dignidad significa ser considerado digno de respeto. Sentimos nuestra dignidad cuando nuestra propia vida produce valor para nosotros y para los demás. La guerra de Johnson fracasó porque no hizo nada significativo para que los ciudadanos pobres se sintieran necesitados y, por lo tanto, recuperaran su dignidad. Este déficit de dignidad es particularmente agudo entre los hombres de la clase trabajadora, la mayoría de raza blanca y de zonas rurales. En 2015, por primera vez entre los estadounidenses de raza blanca, de 45 y 54 años y sin educación, la tasa de mortalidad comenzó a subir: un aumento del 46% en la cirrosis del hígado, del 78% en suicidio y del 323% en las sobredosis de drogas.

¿Qué tiene todo esto que ver con Trump? Todo. Trump ganó a causa de los hombres de los que estoy hablando. Trump venció a Hillary Clinton entre los hombres blancos sin título universitario por casi 50 puntos porcentuales. Logró la mayoría de votos en los condados con los porcentajes más altos de uso de drogas.

Muchos analistas y expertos en política ven la campaña de Trump como una serie de propuestas sin sentido que no van a mejorar las vidas de la gente de la clase trabajadora. Sin embargo, Trump ganó. ¿Por qué? Porque fue el primer candidato en décadas que parecía que se preocupaba por la dignidad de estos votantes.

Nadie sabe si Trump tendrá éxito o no como presidente. Muchos analistas lo dudan porque creen que sus ideas no son sólidas. Es un populista en inmigración y comercio, con políticas que históricamente han empobrecido a los países, perjudicando a los más pobres. En el gasto del Gobierno, es intervencionista sin ningún deseo de reducir la deuda nacional, cosa que también perjudicará a los pobres. Muchas de sus promesas son contradictorias e imposibles de cumplir. Mientras tanto, la izquierda norteamericana, reaccionando al trumpismo, se está radicalizando, ofreciendo más control estatal de las industrias, aumento de los impuestos y políticas de extrema izquierda en contra de la religión, de la familia y a favor del aborto.

Para los líderes que no sean ni trumpistas ni socialistas, ¿cuál es la solución? Trabajo, educación y cultura.

Por primera vez la tasa de mortalidad de blancos sin educación crece, por drogas y suicidios

Para crear puestos de trabajo se requieren reformas fiscales y regulatorias que incentiven a más empresas a ubicarse y crecer en EE UU. Mientras tanto, tenemos que reformar la red de seguridad social para incentivar el trabajo y no la búsqueda de asistencialismo público.

Necesitamos un sistema educativo muy diferente, y dar más educación en aquellas habilidades prácticas que demande la sociedad. La formación profesional también está desatendida en Estados Unidos. Por ejemplo, mientras hay millones de jóvenes en el paro, hay escasez de trabajadores en áreas como la construcción.

Aún más importante es la cultura. EE UU se ha vuelto extremadamente polarizado culturalmente. Hoy en día, la parte superior y la parte inferior de la sociedad están totalmente separadas, y están desarrollando normas culturales diferentes. Algunas son triviales. Otras son más importantes y están afectando negativamente a las vidas de la gente pobre.

Tenemos que hablar abiertamente de estas diferencias. De acuerdo con la mejor ciencia social disponible, los secretos del éxito personal son simples: vida estable de familia, una comunidad fuerte, fe religiosa y dedicación al trabajo. Si nos preocupamos por nuestros vecinos, tenemos que hablar abiertamente sobre estas cosas. Como candidato, Trump pasó la mayor parte de su campaña no en grandes ciudades como Nueva York y Washington DC, sino en pueblos perdidos como Inez. Se comprometió a ayudar a esta gente pobre, y le dieron la gran mayoría de sus votos. En Inez, Trump ganó con el 89% de los votos. Volvemos a la pregunta con la cual hemos empezado: “¿Se han vuelto locos los americanos?”.

No. Sencillamente, millones de norteamericanos desesperados querían recuperar su dignidad. Seguramente las promesas de Trump no se cumplirán. Sin embargo, su elección es una oportunidad para aprender y emprender acciones positivas, y reaccionar con una agenda política orientada radicalmente a favor del trabajo, que reforme la educación hacia habilidades que la gente puede utilizar y dignifiquen a la persona, y que trate a las personas marginadas con suficiente respeto como para compartir con ellas la cultura que produzca la felicidad y el éxito en la vida. En resumen, tenemos que saber reaccionar a Trump haciendo lo que siempre debemos: “Amar al prójimo como a nosotros mismos”.

Arthur C. Brooks es presidente del American Enterprise Institute y articulista mensual de Sunday New York Times.

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