El monte se quema
Cuando el monte se quema algo tuyo se quema. Este antiguo eslogan, que no han debido de conocer quienes ahora gobiernan las instituciones y quienes se dedican a quemar los montes por afición, debería sernos recordado de vez en cuando.
Todos los veranos los incendios asolan el paisaje español, cada vez con más virulencia, si cabe. Y casi nos hemos acostumbrado a ver ese espectáculo con normalidad. Deberían buscarse responsabilidades y castigar con contundencia a los causantes de semejantes desastres medioambientales. Las Administraciones, por una parte, que no hacen la labor de mantenimiento (desbroce, cortafuegos) necesaria para evitar males mayores una vez que el fuego aparece. Y los incendiarios, por supuesto; ¿cuántos de ellos hay en la cárcel, han pagado una multa elevada o hacen labores comunitarias? Muy pocos. ¿Por qué no se castiga esta acción como un delito de primera clase, que es lo que es? Siempre, cada año, a estas alturas, me hago estas reflexiones y concluyo, con ironía: ¡qué bien! ¡Ya queda menos para que España sea un inmenso desierto! Entonces podré dejar de preocuparme por lo que pase con los montes de mi país.— Ángeles Ezama Gil. Zaragoza.
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