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MIRADOR
Columna
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Dioses

Que una juez te llame a declarar o que los aficionados te insulten porque los abandonas es tan insólito que no te cabe en la cabeza

Julio Llamazares
Cristiano Ronaldo posando este verano en Shanghai.
Cristiano Ronaldo posando este verano en Shanghai. VCG

Alguien debería decirles a estos chicos que no son dioses, pero es difícil que nadie se atreva a hacerlo porque para mucha gente lo son y mataría al que lo ponga en duda. Sólo así se explica que uno de ellos se atreva a decirle a la juez que le toma declaración por presuntamente ocultar a la Hacienda española 17,4 millones de euros que está allí porque se llama Cristiano Ronaldo (lógico: si al que hubiera citado es a mí sería yo el que estaría ante la juez), o que otro juegue al ratón y al gato con el equipo que le pagaba hasta ahora su estratosférico sueldo mientras se grababa vídeos haciendo el tonto con los amigos que le acompañan y ríen las gracias por todo el mundo como si fuera un emperador romano. Hablar ya de sus tatuajes, de los cortes de pelo que constantemente cambian, como sus coches, a falta de algo mejor que hacer, de sus declaraciones dignas de ser analizadas por un psiquiatra infantil, de sus gestos despectivos hacia los periodistas y los aficionados, que se lo permiten todo, no vaya a ser que se enfaden con ellos, es perder el tiempo. Cuando eres Dios haces lo que quieres y si encima eres guapo más.

Incluso aunque no lo seas. Porque tu belleza está en tu cuenta bancaria, en la cantidad de asesores y aduladores que te acompañan, en la modelo con la que te pavoneas, en los aplausos y gestos de adoración que recibes por parte de los aficionados, que nunca son suficientes para lo que de verdad mereces. ¿Cómo no creerte Dios cuando ganas al día —¿al minuto?— lo que ellos en toda su vida, cuando las mujeres más deseadas se te rifan, cuando en los restaurantes y discotecas te reciben como a un rey, incluso mejor? Y todo con veintipocos años, que has vivido agasajado y adorado como un Buda, como el rey Midas que todo lo convierte en oro, o sea, tú.

Que venga una juez y te llame a declarar en vez de pedirte un autógrafo o que los aficionados te insulten porque los abandonas por otros es, pues, algo tan insólito que no te cabe en la cabeza, tan repeinada o rapada como de costumbre. Que antes les sucediera a otros dioses competidores tuyos no te consuela. Es a ti, Cristiano Ronaldo, Neymar, Messi, el panteón de los dioses modernos, los elegidos por la divinidad suprema para representarnos a todos los hombres ante el Universo mundo, al que está interrogando una simple juez, abucheando unos aficionados de mierda, criticando la prensa que antes te alababa y eso no lo vas a consentir. Ni aun cuando sepas que los mosquitos atacan sólo al que brilla, o sea, a Dios.

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