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MIRADOR
Columna
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Nativos

La leyenda del 33 tiene toda la pinta de ser una estupidez monumental

Javier Sampedro
El 33 es un número rodeado de mística matemática, y de la otra.
El 33 es un número rodeado de mística matemática, y de la otra.Getty Images

Diga 33. Es un número curioso. Por ejemplo, es la suma de los primeros cuatro factoriales. Recuerden que los factoriales son esas cifras que se escriben con un signo de admiración (4!, por ejemplo), y que significan multiplicar el número en cuestión por todos los que tiene debajo, como por ejemplo 4! = 4 X 3 X 2 X 1 = 24. Así pues, 33 = 1! + 2! +3! + 4!, como puede comprobar el lector sin levantarse del chiringuito. También es el número atómico del arsénico, y el número de vértebras de los humanos, y las revoluciones por minuto a las que giraban aquellos discos de vinilo del cretácico. Y, desde luego, es la edad que tenía Jesucristo cuando lo crucificaron. Ya lo ven, el 33 es un número rodeado de mística matemática y de la otra.

En nuestros tiempos, el número adquiere aún otra propiedad mágica: si tienes menos de 33 años, eres un nativo digital; si tienes más, el ordenador solo es para ti una segunda lengua, como ese inglés que nunca acabarás de aprender y que estás condenado a chapurrear con gran esfuerzo y frecuente ridículo. Enfádate si quieres, pero esta es una idea muy extendida entre los empleadores, los bancos, las aseguradoras y —horror de los horrores— los pedagogos. Si naciste antes de 1984, estás bien fastidiado, tronco. Así lo dicta el mito contemporáneo del 33.

Pero los mitos tienden a fallar más que un meteorólogo, y la leyenda del 33 tiene toda la pinta de ser una estupidez monumental. Un trabajo de investigadores holandeses y belgas, dirigidos por Paul A. Kirschner y Pedro De Bruyckere para la revista técnica de pedagogía Teaching and Teacher Education acaba, por expresarlo brutalmente, de cargarse el mito del 33 para los restos. Concluye que los supuestos “nativos digitales” no existen, ni antes ni después de los 33 años; que los estudiantes, por muy jóvenes que sean y muy expuestos que hayan estado a las tecnologías de la información, no son multitarea; y que las (numerosas) estrategias educativas que se ha diseñado y se siguen diseñando para responder a esos mitos, lejos de ayudar al aprendizaje, más bien lo dificultan. Esto es tal vez lo más cerca que puede llegar la pedagogía contemporánea a un giro copernicano, ¿no les parece?

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Los menores de 33, incluidos los niños que volverán en septiembre a la escuela, no son fundamentalmente diferentes de las generaciones anteriores, y por tanto no necesitan una estrategia pedagógica distinta. En particular, que los estudiantes estén manejando teléfonos y pantallas mientras están en clase no implica en absoluto que sean multitarea. Lo que implica es que se están perdiendo la mitad de la clase. No diga 33.

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