Dane DeHaan: “En Los Ángeles tienes que tener mucha suerte para que tu sueño se cumpla”
Protagoniza junto a Cara Delevigne ‘Valerian y la ciudad de los mil planetas’, uno de los estrenos más sonados de este verano
Desde el estudio de fotografía en el que me han citado se ve el East River de Nueva York. Debería entrar más luz por los amplios ventanales, pero la sesión de fotos acaba de terminar y el set montado para capturar las instantáneas de Dane DeHaan para ICON lo impide. Él sale de entre las sombras, encorvado tras horas de flashes. Se cambia de camiseta y se pone unas bermudas y unas zapatillas más cómodas. Le siguen de cerca su publicista y su mujer, la también actriz Anna Wood, que lleva en brazos a la verdadera estrella de la jornada: Bowie Rose llegó al mundo hace poco más de 10 semanas y DeHaan compagina el tour promocional de su última película, Valerian y la ciudad de los mil planetas, con su recién estrenada paternidad: “Como quiero tanto a mi perro, creía que esto sería muy parecido”, dice en una de las pocas ocasiones en las que me mira directamente con unos ojos azul cristal, que contrastan con las ojeras oscuras y el pálido rostro. “Pero es una sensación abrumadora. Otro nivel”.
Los primeros viajes por el mundo de su hija serán muy diferentes a la infancia de DeHaan, que creció en un “barrio muy normal de clase media en Pennsylvania”, donde sus padres controlaban hasta la música que escuchaba. Desde su monitorizada adolescencia, su vida siempre siguió un recorrido muy cómodo. Cursó el último año de instituto en la que sería su universidad, un conservatorio de arte en Carolina del Norte a unas ocho horas en coche de casa de sus padres, y allí conoció a su futura mujer. Cuando se mudó a Nueva York, tuvo su primera gran oportunidad. Fue En terapia, la serie de HBO protagonizada por Gabriel Byrne. Él interpretaba a un joven manipulador con problemas de identidad. El veterano actor irlandés le escribió después una carta en la que le decía que no tuviera miedo a saltar precipicios. Con ese apoyo, DeHaan se mudó a Los Ángeles, donde su novia también trataba de hacerse un nombre, y el todavía veinteañero enlazó papeles de adolescente atormentado. “He interpretado a jóvenes increíblemente complicados”, reconoce mientras desvía la mirada hacia su bebé para confirmar que todo está en orden. El actor asume que su perfil sin barba y su rostro redondeado le han abierto puertas: “Mi ventaja cuando entré en la industria es que era básicamente un actor entrenado que todavía aparentaba ser un adolescente”. Es una juventud postergada que se nota cuando ríe durante la entrevista. Arruga los ojos y se toma un tiempo para recuperar el ritmo de la conversación, como si con cada bocanada de aire quisiera ser un niño que, aun agotado, disfruta de un chiste que escucha por séptima vez.
Poco después interpretó a uno de los fundadores de la generación beat, Lucien Carr, en un papel en el que besaba al mismísimo Harry Potter, Daniel Radcliffe, con quien mantiene una buena amistad. Pero su salto a la fama se produjo con su Harry Osborn en la secuela de The amazing Spider-Man, su primera gran película de estudio. Todos sus papeles de joven torturado parecían unirse bajo el mismo disfraz, el del Duende Verde.
Con 31 años, DeHaan acumula el historial de un actor consolidado, algo que no ha impedido que trate de “arriesgarse, de ampliar los límites y de hacer cosas que no tienen por qué ser un éxito seguro”. Por eso para él la mejor parte del año llega ahora: un verano en el que lidera el cartel, junto a Cara Delevigne y el cineasta galo Luc Besson, de la superproducción europea independiente más cara de la historia. “Es una película que Luc ha querido hacer toda su vida”, cuenta DeHaan sobre Valerian, una space opera de pantallas verdes (se estrenó en España el 4 de agosto). “Rodar con Besson es como estar en la mayor caja de juguetes del mundo. Es el dueño de todos esos juguetes y tú vas a jugar con él”. Lo dice de un realizador que ya dirigió El quinto elemento, en su momento también la película más costosa del Viejo Continente. Con Valerian a la vuelta de la esquina y después de mudarse a Brooklyn y de reiniciar su vida en Nueva York junto a su mujer y su hija, el actor puede presumir de haber cumplido sus sueños en Hollywood sin tener que renunciar a su familia y ni siquiera residir permanentemente en Los Ángeles. Podría decirse que DeHaan es el final feliz que La La Land nunca tuvo.
“Mi ventaja cuando entré en la industria es que era básicamente un actor entrenado que todavía aparentaba ser un adolescente”
Por su experiencia, ¿cree que La La Land es un buen reflejo de la vida de un actor en Los Ángeles? Estuve en muchos atascos. No cantaba muchas canciones en el día a día [ríe]. No sé. Creo que esa película hizo un muy buen trabajo retratando algunas partes de la ciudad, pero es importante tener en cuenta que la mayoría de los sueños de la gente no se cumplen. La razón por la que me fui de Los Ángeles es porque podía sentir eso, que allí tienes que tener mucha suerte para que tu sueño se cumpla. No es fácil y la suerte juega un papel importante. Tengo muchos amigos que han vivido allí, o que todavía lo hacen. Son personas con un talento increíble y trabajan muy duro, pero no tienen ese factor de fortuna. Todo el mundo allí está tratando de alcanzar algo y la cantidad de gente que lo consigue es muy poca, de ahí que intente ser agradecido y realista con la suerte que he tenido.
En su etapa angelina rodó Sin ley, una película en la que todos los que participaron, incluido usted, son mucho más famosos ahora que entonces. ¡Sí! Por entonces la única persona que alguien conocía era Shia LaBeouf. Pero Tom Hardy ya sabía que iba a hacer Batman, así que te imaginabas que se haría famoso. Jessica Chastain decía: “Acabo de hacer cinco películas y ninguna ha salido”. La carrera de Jason Clarke realmente empezó a crecer a partir de aquello. Y la mía también.
Después de una fiesta como aquella nada mejor que rodar con Terrence Malick para reubicarse. Fue bastante loco. Terrence Malick es… un personaje peculiar. Me envió 13 páginas de poemas la noche anterior al rodaje y me dijo: “Memoriza estos, pero no los memorices; échales un ojo, pero no les eches un ojo; quizá quieras memorizar tres líneas, o quizá prefieras memorizarlo todo, o nada”. Así que fue todo muy confuso. Era mucho texto y decidí memorizar tres versos de cada poema, que se basaban en las cartas del Tarot. Cuando llegué al rodaje se trataba de una escena en la que Christian Bale iba a una tarotista que hablaba otro idioma y yo traducía lo que ella le estaba diciendo. Al final del rodaje, Malick me sentó en una silla con una cámara moviéndose alrededor de mi cara. Me puso un auricular en la oreja y me iba leyendo el poema y pidiendo que dijera cada línea mostrando muy poca emoción. Fue todo tan extraño que, tras rodar durante uno o dos días, me di cuenta de que con lo que había trabajado podía ser la estrella de la película o no salir nada, lo que son dos muy buenas opciones en una película de Terrence Malick. Y creo que no salgo prácticamente nada, así que es como una medalla porque él es famoso por dejar a gente fuera de sus películas.
Usted interpretó a James Dean cuando se empezó a hacer famoso. ¿El estatus que él logró es algo a lo que aspira o algo que teme? En Life todo giraba alrededor del sacrificio personal ligado a convertirte en una celebridad y realizar tus sueños a gran escala. Las partes más extraordinarias de mi trabajo son también las que pueden resultar más duras. Veo mundo y viajo todo el tiempo, pero no siempre estoy en casa y no veo a mi familia tanto como querría. Artísticamente y en otros muchos sentidos es un sueño hecho realidad, pero no puedo conducir cinco minutos y cenar en casa de mi madre una vez por semana.
Mantiene una amistad con Daniel Radcliffe, ¿hasta qué punto es complicado hacer amigos en Hollywood? ¿Contribuyó a su relación fuera de la pantalla que se enamoraran en la película? Es gracioso que menciones Hollywood porque no vivimos en Hollywood. Solo he visto a Dan allí una vez [ríe]. Mi relación con él es excepcional. Haces películas tan rápido y en periodos tan cortos de tiempo que la mayoría de las veces es difícil desarrollar amistades reales. Y el hecho de que hiciéramos una película hace cinco años y que todavía salgamos juntos es raro. No sé de nadie más con quien haya trabajado con quien tenga una relación tan cercana. Creo que nuestra amistad se debe a que nos llevamos bien a un nivel personal, no solo profesional, quizá también a que en esa película nos enamorábamos.
"Tras rodar con Malick me di cuenta de que podía ser la estrella de su película o no salir nada. Las dos son buenas opciones”
¿Alguna vez se ha sentido presionado a la hora de usar las redes sociales o de hablar sobre política, algo que parece que se le pide irremisiblemente hoy a cualquier actor? No, tío. Si hay algo que me apasiona y sobre lo que quiero que mi voz se escuche, tuiteo al respecto. Creo que una de las razones por las que uso las redes sociales es para tener una voz y si soy seguido por cientos de miles de personas me gustaría tener algún tipo de influencia positiva sobre ellas. Elijo las películas en función del mensaje que representan. Creo que el mensaje en Valerian es uno que el mundo podría usar hoy: el amor lo conquista todo y la ciudad de los mil planetas de la película es ese lugar en el que todos los países de la Tierra se han juntado para vivir en paz en una estación espacial. No solo todos los países de la Tierra, sino también extraterrestres de todo el universo.
Su personaje y el de Cara Delevigne tienen que salvar la ciudad de los mil planetas, ¿cree que ese lugar es una metáfora de Estados Unidos? Creo que Nueva York sí lo es. Estados Unidos no es la persona que lo lidera. Creo que EE UU es un lugar increíblemente diverso, y la razón por la que vivo en Nueva York es porque es un lugar diverso, lleno de cultura y ecléctico, donde camino y veo gente de todas las razas, religiones y niveles socioeconómicos viviendo juntos por el bien común de todos, y eso es emocionante. Esa es la razón por la que he decidido vivir aquí en Estados Unidos. Así que creo que es importante usar mis redes sociales y hacer público ese mensaje: “Sabéis, Barack Obama era nuestro presidente hace un año”. [Ríe] Creo que es importante dejar claro que la persona que nos lidera no nos representa.
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