El carrito de la compra que se convierte en mochila
El invento, que nunca llegó a comercializarse, es uno de los muchos artilugios que el empresario extremeño Manuel Perozo ha patentado a lo largo de su vida
A Manuel Perozo Ruiz, 58 años, siempre le ha gustado innovar. Este extremeño afincado desde los 14 años en Vigo, es un ejemplo de cómo partiendo de un objeto cotidiano —una sombrilla, un juego infantil o un simple carrito de la compra— se puede producir un invento nuevo. "Era 2011. Mi cliente (una gran empresa de alimentación) me pidió que pensara un regalo promocional para cada persona que gastara 100 euros mensuales en el supermercado. De ahí surgió el concepto del carro que se convierte en mochila", cuenta por teléfono a EL PAÍS. El proceso de patente y redacción del proyecto le llevó seis meses, el tiempo límite que le asignaron. "Fue suficiente, porque no era la primera vez que hacía algo así. Les apasionó la idea, pero en cuanto se enteraron de que lo había patentado se echaron para atrás", lamenta. "Lo patenté porque, en mi sector, es muy fácil que te roben una idea y se la entreguen al amigo de turno o al proveedor habitual".
"Siempre me fijo en productos cotidianos y en sus desventajas para intentar mejorarlos", aclara el empresario
Por aquel entonces, Perozo se había visto obligado a vender su empresa de promociones para hacer frente a la crisis y emprender una carrera en solitario. "Llegué a tener 50 empleados", recuerda. Corría 2009. Hasta esa época, las campañas de regalos publicitarios vivían tiempos más boyantes. "Una buena campaña podía generar unos ingresos de 200.000 euros", explica. Con su empresa patentó "una sombrilla plegable que pasaba de 160 centímetros a tan solo 50. Cabía en cualquier bolso de mano".
Aquella vez sí le compraron la idea. Se produjeron miles de unidades incluidas en una campaña publicitaria y de fidelización. No estaba dirigida al cliente final. "Eso es otro cantar", dice Perozo, "se necesita stock, distribución, fabricación, provisiones... y sobre todo la tan necesaria inversión inicial". El mismo problema con el que se encuentran muchos inventores.
A la hora de inventar, Perozo trata de ponerse en la piel de la gente y de sus necesidades. "El carrito mochila —concebido para un segmento de población joven— se me ocurrió pensando en las dificultades de alguien que tras hacer la compra no puede entrar cómodamente a ciertos lugares, como es el caso de la playa". Con su idea es posible llevar a la espalda el peso de los productos sin perder almacenamiento. "Siempre me fijo en objetos cotidianos y en sus desventajas para intentar mejorarlos", dice.
El inventor extremeño afirma que el proceso de patente es "más barato ahora" que hace diez o quince años. "Más lento si lo realiza uno mismo y más rápido, pero también más caro, si se contratan los servicios de una agencia especializada". Perozo ha perdido dinero con alguna de sus creaciones como ocurrió con la patente de un juego infantil inspirado en los tazos (una especie de cromos promocionales con los que se realizaban distintos juegos). "Me dejé 20.000 euros para que se vendieran en las tiendas. Nunca recuperé la inversión". Preguntado por cuánto vendería su carrito-mochila en el hipotético caso de que alguien quisiera comercializarla, Perozo responde tranquilamente mientras hace cálculos: "Creo que 35 euros sería un buen precio".
Puedes descargar el PDF de la patente en esta dirección.
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