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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

La verdad sobre el efecto llamada

El efecto llamada es la excusa de las autoridades europeas para vulnerar los derechos humanos

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Rescatada en Barbate una patera con 60 migrantes.
Rescatada en Barbate una patera con 60 migrantes.Román Ríos (EFE)

El efecto llamada es actualmente una muletilla de las autoridades europeas cuando hablan de inmigración y, en general, cuando quieren pasarse algún derecho humano universal por el forro. Un ejemplo de los últimos meses: no se puede salvar a la gente en el Mediterráneo porque genera “efecto llamada” al igual que las fronteras sin vallas.

En realidad, el “efecto llamada” parece ser que se empezó a usar en España en 2005 cuando Zapatero llevó a cabo una gran regularización de inmigrantes. Este término lo popularizaría el PP para relacionar está acción con la crisis de los cayucos.

Es gracioso ver cómo la información se sesga y se manipula y da lugar a tremendos bulos que al cabo de un rato damos por ciertos. Me explico. Empecemos por la regularización de Zapatero. En el año 2004, el recién electo gobierno del PSOE aprueba la que ha sido la mayor regularización de inmigrantes que haya tenido lugar en España. Entre febrero y mayo de 2005 se conceden 575.951 permisos de trabajo. Sin embargo, no se trataba de la primera regularización masiva que tenía lugar en España, entre los años 2000 y 2001 el gobierno de José María Aznar regularizó a 392.639 inmigrantes. En el año 1991 el PSOE hizo lo propio con 109.068 inmigrantes. Es decir,  regularizaciones masivas siempre había habido, no se trataba de ninguna novedad, ni en España, ni en el resto de Europa.

Sigamos por la llamada crisis de los cayucos. Hasta 2002 no existía un sistema de control del espacio marítimo. Ese año se pone en marcha el SIVE (Sistema de Vigilancia Exterior) que se implanta en fase experimental, en Algeciras y Fuerteventura. Este sistema, según Ignacio González, secretario de Estado para la Extranjería y la Inmigración en aquel momento, serviría para “dificultar la llegada de clandestinos y evitar desgracias mayores”. Consiste en una serie de radares que permiten captar la presencia de una embarcación de pequeño tamaño a una distancia de 10 km. Hasta 2005 el sistema se va perfeccionando y ese año llega a Canarias. Es por lo tanto incorrecto usar los datos de pateras interceptadas gracias principalmente a este sistema, puesto que no los podemos comparar con años anteriores en los que el sistema no estaba en uso.

Sin duda es cierto que hubo una variación de los flujos de movimiento de las personas que trataban de llegar a nuestro país por tierra y mar. El factor principal fue el atentado del 11S, cuyas consecuencias dieron lugar a una desestabilización de los países del norte de África. Las puertas del estrecho de Gibraltar se cerraron entre septiembre del 2001 hasta julio del 2002, pero dejaron abierto el camino hacia Canarias a través del Sahara. Los controles también se intensificaron en Ceuta y Melilla. En 2003 la Guerra de Irak, volvió a afectar a los controles fronterizos y a la variación de los flujos.

Dicho esto, las personas que usaban vías de entrada marinas y terrestres durante aquellos se cuentan en decenas de miles. La principal vía de entrada tanto en nuestro país como en Europa era, y sigue siendo, el avión.

La información definitiva que tenemos que tener en cuenta, es que, según los últimos datos de la Organización Internacional de las Migraciones de 2016, el porcentaje de inmigrantes sobre la población mundial no ha variado en los últimos 22 años.

El concepto de “efecto llamada” es uno de los más nocivos que se han acuñado en los últimos tiempos y se ha usado para dar lugar a muchos equívocos. La verdad es que los movimientos de personas son naturales e inevitables. Tanto es así que son un derecho recogido en la carta de derechos del hombre. Está ampliamente probado que cuando se dificultan estos movimientos lo único que se consigue es que la gente salga herida o incluso encuentre la muerte. Los flujos nunca disminuyen, solo se transforman. Y cuanto más regular, ordenada y legal sea la llegada de inmigrantes, más próspera será la sociedad tanto de origen como de destino.

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