En femenino, fecundidad y destreza
El museo etnológico más antiguo de Francia, en Lyon, exhibe retratos de mujeres africanas de los sesenta hasta la actualidad
Mucho se discute en África sobre cuál es la imagen de la mujer que representa la verdad de una mujer africana. Quizá la afirmación es de Perogrullo, pero no hay una sola en ningún lugar del mundo que represente a todas las demás. Sin embargo, hay épocas de fuerte carga histórica y social que provocan olas estilísticas que pintan de manera uniforme buena parte del paisaje humano. Algo de esto se puede constatar en casi cualquier fotografía de la década de los sesenta, en cada pequeña ciudad del planeta.
En nuestro continente africano, por caso, los sesenta fueron tiempos de liberación en más de un sentido: tras desembarazarse de las autoridades coloniales, muchas cosas estaban cambiando en la vida cotidiana de las sociedades y, a tono con los movimientos culturales de Occidente, las mujeres urbanas ganaban autonomía y posaban mostrando poder. Lo hacían con atuendos y accesorios pop, aunque siempre exhibiendo algún detalle de pertenencia a su lugar. De esto da cuenta la exposición Portraits de femmes (Retratos de mujeres), que puede verse hasta fin de este mes de julio el Musée Africain de Lyon, el más antiguo de los museos etnológicos de Francia, fundado a mediados del siglo XIX.
Esta exposición temporal engloba un conjunto de fotografías provenientes de estudios de África Occidental de 1960 a 1980 (especialmente de Benín, Togo y Nigeria). Eran los primeros tiempos poscoloniales en los que, entre otras cosas, aumentaron sensiblemente los estudios en los centros urbanos, haciendo accesible el retrato familiar, en decorados cuidadosamente elegidos y con los accesorios más envidiados que formaban parte de la puesta en escena. Antes de eso, los fotógrafos se desplazaban de pueblo en pueblo con sus estudios itinerantes, y lo hacían especialmente a demanda de las clases pudientes que deseaban subrayar su posición social, con retratos en mansiones confortables equipadas con los adelantos tecnológicos de cada época.
La colección permanente consta de más de 2.000 piezas clasificadas en vida cotidiana, social y religiosa
A esta colección del galerista Alain Dettinger, el Museo Africano de Lyon agrega una serie de retratos autoproducidos por mujeres contemporáneas de la diáspora, que actualmente viven en Francia. Los retratos contemporáneos son producto de su propia mirada de mujeres inmigrantes en Europa, algunas exitosas profesionales, otras modestas trabajadoras. El historiador del arte Angelo Micheli entrevistó para esta muestra a 40 mujeres en la región de Lyon, y de estas sesiones se escogieron 19 fotografías de estudio que muestran las dinámicas interculturales que se dan en cualquier rincón de Europa.
Pero más allá del reclamo femenino contemporáneo, vale la pena darse una vuelta por el museo que alberga la muestra: el Museo Africano de Lyon, que cuenta con una antiquísima colección de objetos de culto de África Occidental y está asociado a la actividad de las misiones católicas en esa región. Fue fundado en 1861, por iniciativa de Marion Brésillac y la Sociedad de Misiones Africanas, que encargaba a los religiosos que recolectaran todo objeto, por insignificante que pareciera, con afán etnográfico. Es además más interesante detenerse en este espacio sobrio y lleno de vida africana precisamente cuando acaba de cerrar el Museo Dapper de arte africano de París, agobiado por la falta de financiamiento y la competencia glamorosa del Quai Branly, dedicado a las raíces del arte de varias civilizaciones.
En el caso de Lyon, se trata de un museo austero e imprescindible para empezar a indagar en las culturas del África Occidental, la de los países de la francofonía, claro, adonde los clérigos franceses llegaron con sus biblias y, si tuvieron suficiente capacidad de asombro, se maravillaron con otros rituales que les permitían ver el mundo desde otra perspectiva.
La colección permanente consta de más de 2.000 piezas clasificadas en vida cotidiana, social y religiosa, que hoy dejan que el visitante se sumerja en otros cultos que ayudan a entender el vínculo del hombre y la mujer africanos con el mundo invisible. Según reza uno de los murales del museo, ese vínculo con lo misterioso ayudó a las poblaciones locales a “preservar un capital de vida, perpetuamente amenazado por las agresiones exteriores”. Vaya si han debido refugiarse los ciudadanos africanos de las agresiones exteriores, además de conjurar las sequías, alimentar la fecundidad o celebrar la riqueza de la tierra.
Ritos estos que han dejado un rastro narrable en piezas de museo, como las estatuillas untadas en aceite del Imperio de Malí, las máscaras femeninas y masculinas del país Malinké y otros objetos antropomórficos diseñados por los pueblos que habitaron los actuales territorios de Costa de Marfil, Ghana o Burkina Faso. Hay también representaciones de los genios de los Senufo; maestros ambivalentes (que pueden traer buena fortuna o inspiración, tanto como desgracia), genios Ndebele y parejas en las que la mujer es representada siempre de mayor tamaño.
Son especiales los objetos que hablan de las uniones de genio y humano (seres de aquí y del otro lado) o los amuletos de Benín y las máscaras de los ancestros inspiradas en animales y aires de eternidad, a las que les cantó el poeta senegalés Léopold Sédar Senghor. Para no perder la capacidad de asombro, admirar belleza y aprender: las figuras transmiten atributos psicológicos de acuerdo con sus posturas, los colores, el tamaño y otros signos exteriores que son referencia para toda la comunidad.
En una carta que enviaba uno de los jefes de la orden, Augustin Planque, a los misioneros, en 1861, les pedía encarecidamente hacerse con objetos “simples” que debían enviar acompañados de algunas notas explicativas: “No olvidéis de enviarnos una colección de cosas de vuestra nueva patria. Queremos tener en nuestro museo todos vuestros dioses, las armas, las herramientas, los utensilios domésticos; en una palabra: no debe faltar nada”, se lee en el texto.
Además de una aproximación a la vida cotidiana de los ancestros africanos, espacios como este (que hoy sirven también de referencia a la diáspora africana en Europa) nos relatan historias de nuestros ancestros europeos, sus caminos, sus ignorancias, sus saberes, las apropiaciones...
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