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3.500 Millones
Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez
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La ley, el orden y los chavales

Hay en Melilla unos cien menores que viven en la calle

Jóvenes marroquíes, en la verja del espigón de Melilla.
Jóvenes marroquíes, en la verja del espigón de Melilla.Antonio Ruiz (AFP)

Después de un día y medio en Melilla no habíamos visto ninguno. Resultaba curioso porque estuvimos en el puerto, la escollera, la playa, la puerta del CETI. Y nada, ni sombra de los supuestos niños de la calle. Hacía bastante calor y Melilla tiene un mar maravilloso, así que en un momento que me quedó libre me cogí el bañador y me acerqué a una cala preciosa de aguas cristalinas que hay lindando con La Ciudadela.

La cala tiene forma de concha, semicircular, y está limitada por riscos de piedra. Al entrar en la cala me encontré con un par de chavales y unas familias con sus campamentos organizados alrededor de sus toallas extendidas, como suele ser costumbre. Y cuando estaba situada en el centro de la playa, les vi. Pegados a las paredes de la montaña, evitando el sol, había varias decenas de chavales sentados mirando al mar.

Melilla tiene, según datos oficiales, unos 600 niños extranjeros sin familias. De estos, unos 500 están registrados en alguno de los centros de acogida de menores de la ciudad y el resto, un centenar, viven en la calle. Hay algún niño de menos de 12 años, pero en general son chavales, entrando o ya instalados en la adolescencia. La mayoría de estos chavales se han jugado la vida para llegar a Melilla y se la tendrán que volver a jugar si quieren llegar a la península. Resulta curioso pensar que un acto tan común y tan comprensible como que un chaval se vaya a estudiar al extranjero implique tanto riesgo y tanta soledad. Porque, aunque nos quieran hacer ver otra cosa, estos son simplemente chavales que van a aprender y a formarse a otro país.

En Melilla hay mucha gente que ayuda a estos niños y hay otra mucha que los rechaza como si no fueran personas. Hay un grupo de vecinos que se organizan para repartir diariamente comida y asistencia de enfermería, sobre todo curando heridas, y un grupo de establecimientos en los que no te venden productos si vas a comprar para los chavales o alguno te acompaña. Sea como fuere, al final es la sociedad enfrentándose a un problema que el Estado español genera al no asumir una de sus responsabilidades universales más claras y básicas: la protección y el cuidado del menor.

Y este descuido no se queda ahí, no se trata solo de desinterés, también hay un racismo institucional probado y denunciado. Sin ir más lejos, el pasado 29 de junio varias organizaciones lideradas por la Fundación Raíces, con el apoyo del Comité del Niño de Naciones Unidas, presentaba siete casos en los que la Fiscalía General del Estado estaba tratando a menores extranjeros como si fueran mayores de edad. Esto significa dejar a niños, a chavales, en la calle, sin asistencia alguna o incluirlos en procesos de deportación, absolutamente ilegales.

En España, el sistema de protección del menor que está solo, no es bueno. Por ejemplo, son numerosas las denuncias contra los centros de acogida de la Comunidad de Madrid, donde se han dado frecuentemente malos tratos. En el caso de que los menores sean extranjeros tiene el agravante de que en general todavía no dominan el idioma, las costumbres y desconocen sus derechos.

Yo no tengo dudas, la protección y el cuidado de los menores, niños o chavales, me parece una prioridad social, por su nivel de vulnerabilidad y porque son el futuro. Dicho esto, mi opinión y la suya dan igual, legalmente es incuestionable. Pero parece que la ley ya no tiene valor. Incluso se rumorea que están preparando una deportación masiva de menores extranjeros de Melilla a Marruecos, lo que serían una barbaridad, legalmente hablando.

¿Sabían que España es candidata al Consejo de Derechos Humanos para el periodo 2018-2020? Me pregunto con qué argumentos nuestro Estado ha tenido el cuajo de postularse cuando, entre otras, está maltratando duramente la ley de protección de los menores sin ningún tipo de pudor.

Y si después de leer este artículo tiene ganas de decirle a nuestro Gobierno que cumpla con sus obligaciones, le invito a firmar esta petición que hemos redactado. Deberíamos ser 47 millones de firmantes, ¿verdad?

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