_
_
_
_
CLAVES
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Populismo y tecnocracia

La sociedad es un conjunto de intereses en conflicto, el principal desafío de las democracias representativas es gestionarlo

Sandra León
El Parlamento Europeo en una votación sobre el Brexit en abril.
El Parlamento Europeo en una votación sobre el Brexit en abril.REUTERS

La crisis de la democracia representativa no es el resultado de la ola populista que recorre las sociedades avanzadas. Es su causa. Tampoco es la consecuencia directa de la recesión económica, aunque ésta haya podido contribuir a profundizarla. La crisis política se fraguó durante las últimas décadas en la progresiva desconexión de los partidos de la ciudadanía: en su incapacidad para articular los intereses de aquéllos a quienes decían representar.

¿Qué puede sustituir a la democracia representativa? Unos dicen que la gente. Otros dicen que los expertos. Pero ninguna de estas propuestas es novedosa, pues el pulso populista y tecnócrata existe desde que surgió la democracia de partidos. Populismo y tecnocracia critican a los partidos desde ópticas opuestas: el primero los acusa de no responder a los problemas de la gente. La tecnocracia critica que estén sometidos al dictado cortoplacista de la opinión pública, por encima del interés general.

Sin embargo, como apunta el politólogo Daniele Caramani, populismo y tecnocracia comparten algunas características. Una de ellas es que ambos asumen que existe un interés objetivo y común en la sociedad y que éste puede conocerse, bien porque el interés general se equipara a la voluntad del pueblo (populismo) o porque se descubre a través de la razón y el procedimiento científico (tecnocracia).

 La segunda es que ni populismo ni tecnocracia están interesados en que los políticos rindan cuentas ante los ciudadanos. Como el primero asume que es la voluntad popular la que dirige el comportamiento de los políticos, el control de abajo a arriba resulta innecesario. En cambio, la tecnocracia considera que la ciudadanía no posee el conocimiento suficiente para evaluar las decisiones sobre lo público. Su objetivo es aislar al poder de la opinión pública.

En definitiva, populismo y tecnocracia se alejan de la idea de sociedad como pluralidad de intereses en conflicto. Esquivan, así, el principal desafío de las democracias representativas: gestionar ese conflicto y los desacuerdos fundamentales en unas sociedades más complejas y fragmentadas.

@sandraleon_

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_