Populismo y tecnocracia
La sociedad es un conjunto de intereses en conflicto, el principal desafío de las democracias representativas es gestionarlo
La crisis de la democracia representativa no es el resultado de la ola populista que recorre las sociedades avanzadas. Es su causa. Tampoco es la consecuencia directa de la recesión económica, aunque ésta haya podido contribuir a profundizarla. La crisis política se fraguó durante las últimas décadas en la progresiva desconexión de los partidos de la ciudadanía: en su incapacidad para articular los intereses de aquéllos a quienes decían representar.
¿Qué puede sustituir a la democracia representativa? Unos dicen que la gente. Otros dicen que los expertos. Pero ninguna de estas propuestas es novedosa, pues el pulso populista y tecnócrata existe desde que surgió la democracia de partidos. Populismo y tecnocracia critican a los partidos desde ópticas opuestas: el primero los acusa de no responder a los problemas de la gente. La tecnocracia critica que estén sometidos al dictado cortoplacista de la opinión pública, por encima del interés general.
Sin embargo, como apunta el politólogo Daniele Caramani, populismo y tecnocracia comparten algunas características. Una de ellas es que ambos asumen que existe un interés objetivo y común en la sociedad y que éste puede conocerse, bien porque el interés general se equipara a la voluntad del pueblo (populismo) o porque se descubre a través de la razón y el procedimiento científico (tecnocracia).
La segunda es que ni populismo ni tecnocracia están interesados en que los políticos rindan cuentas ante los ciudadanos. Como el primero asume que es la voluntad popular la que dirige el comportamiento de los políticos, el control de abajo a arriba resulta innecesario. En cambio, la tecnocracia considera que la ciudadanía no posee el conocimiento suficiente para evaluar las decisiones sobre lo público. Su objetivo es aislar al poder de la opinión pública.
En definitiva, populismo y tecnocracia se alejan de la idea de sociedad como pluralidad de intereses en conflicto. Esquivan, así, el principal desafío de las democracias representativas: gestionar ese conflicto y los desacuerdos fundamentales en unas sociedades más complejas y fragmentadas.
@sandraleon_
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