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CLAVES
Columna
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Llanto sin duelo

En 2013, la ONU instó al Gobierno a investigar el paradero de las personas que aún se hallan en fosas comunes

Sandra León
Ascensión Mendieta en el entierro de su padre Timoteo en el cementerio de Guadalajara
Ascensión Mendieta en el entierro de su padre Timoteo en el cementerio de Guadalajara

Las plañideras lloran a los muertos allá donde irse de este mundo bien llorado es una muestra de riqueza y virtud. Su función revela un reparto algo ineficiente del dolor humano: siendo este abundante, resulta extraño que en algunos sitios quieran inventarlo. Aunque el llanto de esas mujeres sea impostado, representa la expresión pública de algo que es común a toda pérdida: el inicio de un duelo que acabará en aceptación. Salvo cuando hay llanto sin duelo.

Un llanto sin duelo es la manera en la que definen su pérdida algunos familiares de desaparecidos. Así lo expresa recientemente la nieta de Timoteo Mendieta, un sindicalista fusilado y enterrado en una fosa común en 1939 a quien su hija, de 91 años, ha podido al fin dar sepultura. La imposibilidad de duelo significa una prolongación infinita del dolor, incapaz de cerrarse porque no hay aceptación. No puede haberla si no se sabe, ni se ve, ni se toca, ni hay confirmación.

Si la forma en la que se procesa y celebra la muerte define a las sociedades, la nuestra pasará a la historia dejando mucho que desear. En España no existe un censo oficial de desapariciones durante la Guerra Civil y el franquismo, aunque algunas asociaciones las estimen en decenas de miles. Hasta ahora ha sido la sociedad civil, a través de voluntarios, la principal encargada de localizar y exhumar a las personas enterradas en fosas comunes.

La cuestión esencial es dónde debe acabar esa responsabilidad asumida por la sociedad civil y dónde comienza la del Gobierno. No se trata solo de que el ejecutivo del PP cumpla con la ley y descongele el presupuesto asignado a la memoria histórica, sino de preguntarse si buscar y devolver la dignidad a los muertos debe ser una política de Estado.

En 2013, la ONU instó al Gobierno a investigar el paradero de las personas que aún se hallan en fosas comunes. Pero, hasta el momento, la justicia viene de importación y son jueces argentinos los que ordenan abrir nuestras fosas. Mientras tanto, los muertos descansan sin paz entre la indiferencia y algún que otro lamento de plañidera, a gusto del público donde y cuando haga falta. @sandraleon_

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