¿La contra-tecnología conducirá al contra-consumo?
El cruce entre diseño y artesanía recurre a la domesticación de emblemas urbanos como elementos decorativos para tratar de fabricar objetos perdurables
“Lo extraordinario en lo ordinario”, así define el arquitecto Borja García los productos que fabrica la empresa Mad Lab, que recurrió a algunos de los más destacados diseñadores nacionales -el último Premio Nacional de Diseño, Mario Ruiz o Héctor Serrano- para lanzar un catálogo de objetos decorativos perdurables. Fabricados con una combinación de artesanía y tecnología que busca alejarlos de los bienes de consumo al uso para convertirlos en símbolos, en piezas fetiche. ¿Cómo se consigue esa diferenciación? Veamos lo que García ha hecho.
La empresa creada por Antonio Serrano y Mar López, Mad Lab, fabrica todos sus productos en España. En concreto en Madrid, Cáceres y Valencia –donde emplea a dos maestros torneros-. Produce tobjetos innecesarios que, sin embargo, tratan de dar sentido a la decoración y a los regalos curiosamente, y hasta el momento, con referencias casi exclusivamente urbanas.
A las series de casas con cubiertas a dos aguas –realizadas en varios materiales pero siempre a partir de la simplificación del arquetipo- siguió otra serie de rascacielos ideada por el principal diseñador de la empresa, Antonio Serrano. Ahora, el propio García ha añadido una colección más que reproduce los rasgos esenciales de algunos medios de transporte fabricados con bases de nogal o fresno macizo y acabados en acero lacado con epoxi.
A la venta entre 40 y 100 euros, los medios de locomoción de Motormood –así se llama la colección- también quedan reducidos a su esencia –o su caricatura-. García ve en esa simplificación una “humanización de los objetos que trascienden lo cotidiano para alcanzar lo que los dota de permanencia”. ¿Qué convierte un objeto cotidiano en una pieza permanente? Rams defendía que lo útil se queda. Milá asegura que lo que se queda es lo que acompaña y no molesta. Y García habla de producir objetos más allá de las modas, los estilos y las tendencias. “Es necesario entender que el buen diseño no es un valor añadido sino todo lo contrario, debe ser un valor intrínseco al producto”. Por eso, argumenta, huyen de acabados superfluos, y se ciñen a la expresión de cada material”. ¿El objetivo? “Hacer entre consumidores y productores un mundo más amable, respetuoso y sostenible”.
¿Nostalgia? ¿Buenas palabras u oportunidad? Más lo tercero que lo primero. La fabricación de esta serie –que comienza con un torneado artesanal y continúa con un facetado por control numérico antes de volver a la mano del artesano- responde a la primera pregunta. Esa es la clave. La unión de artesanía y la tecnología cuida a la vez la calidad y el precio. Así, la fabricación de Motormood finaliza con una vuelta a la mano del artesano. “La elaboración manual junto a la tecnología avanzada logran un producto de calidad que puede no ser caro aunque sea costoso de hacer”. Esa es su propuesta: mezclar industria, tecnología y artesanía para apelar a la esencia y hacer frente al consumo más impulsivo.
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