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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La fiesta del Orgullo recibe un regalo de Berlín

El inesperado cambio de criterio de Angela Merkel facilita la aprobación del matrimonio homosexual en Alemania

Gabriela Cañas
Una pareja se besa durante la celebración de la aprobación de la legalización del matrimonio homosexual en el Parlamento ante la Puerta de Brandemburgo en Berlín.
Una pareja se besa durante la celebración de la aprobación de la legalización del matrimonio homosexual en el Parlamento ante la Puerta de Brandemburgo en Berlín.FELIPE TRUEBA (EFE)

Hay batallas que duran más de cien años. El siglo XX fue declarado el de la mujer y esta sigue siendo todavía una ciudadana de segunda en prácticamente todo el planeta; pero avanzando. El siglo XXI puede ser el de los homosexuales y transgéneros. De hecho, el primer país del mundo que legalizó el matrimonio gay fue Holanda y lo hizo nada más estrenar la centuria: en 2001. Desde entonces son ya 23 los países que han seguido esa senda y se acaba de sumar uno de los grandes: Alemania. Berlín le ha regalado así al Orgullo Mundial que se celebra en Madrid un nuevo e importante motivo de celebración.

El caso alemán tiene algunos perfiles especiales. No es habitual que una ley como esta se apruebe bajo el mandato de un gobierno cristiano demócrata. Menos aún que se dé luz verde en contra del criterio de su primer ministro, en este caso la canciller Angela Merkel, y que, además, sea esta la que haya dejado la puerta abierta bajo el único criterio de la libertad de conciencia. Merkel, de nuevo, como ya demostró con la crisis de los refugiados, es uno de esos líderes fuera de norma cuyos gestos confirman su talla política. Puede ser acusada de oportunista y de haber tardado demasiado, pero su resistencia y su rendición final dan idea de su capacidad de rectificar y de escuchar a quien piensa distinto.

Este es el fin de semana grande del Orgullo Mundial. Madrid se ha vestido de arcoíris y ciudadanos de distintas orientaciones sexuales se están sumando a la celebración por todo lo logrado, un gran avance social en términos de libertad y tolerancia. España, tan aficionada al autofustigamiento, ha jugado un papel esencial. Fue el cuarto país del mundo en legalizar el matrimonio homosexual (2005). Ha sido guía e icono para otros muchos y hoy puede presumir de ser una de las sociedades más tolerantes del mundo a este respecto. Los españoles somos tan severos con nosotros mismos, tan mordaces en nuestras críticas con todo lo que funciona mal en este país, que de vez en cuando habría que recordar este tipo de cosas. Hay más de las que solemos admitir. Basta viajar para comprobarlo.

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Pero la batalla de la tolerancia hacia la homosexualidad y el transgénero acaba de comenzar. No solo hay 72 países donde el matrimonio está penado. También los hay muy próximos y avanzados, como Francia, donde la discriminación legal perdura. Aunque resulte chocante, en Francia las solteras y las lesbianas no pueden acceder a la inseminación artificial. Muchas vienen a España para conseguirlo. El consejo consultivo nacional de ética acaba de pronunciarse a favor de que caiga esta barrera y está por ver que Emmanuel Macron se atreva a legislar en tal sentido habida cuenta de los problemas que le causó a su antecesor la legalización del matrimonio para todos.

La bandera adoptada por el movimiento homosexual y transgénero merece ser defendida. No conoce fronteras y no es excluyente. Quizá dentro de cien años esté todo tan normalizado que ni siquiera exija marchas de orgullo. Pero de momento, que siga la fiesta.

Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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