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Luces y sombras de los nuevos carriles de Madrid

En la ampliación de la red ciclista madrileña se han mezclado carriles segregados y ciclocarriles integrados

Pablo León
Varios ciclistas, durante la presentación de las nuevas vías ciclistas de Madrid.
Varios ciclistas, durante la presentación de las nuevas vías ciclistas de Madrid. Alvaro Garcia

Madrid acaba de inaugurar 32 kilómetros de rutas ciclistas. Se trata de nuevos carriles bici (segregados) y ciclocarriles (espacio compartido en calzada por bicis y vehículos a motor). “¡Qué fácil es Madrid en bici!”, reza el lema elegido por el Ayuntamiento para presentar estas nuevas vías. Pero la capital no es tan sencilla de recorrer a pedales.

Madrid llegó tarde a las dos ruedas. Los primeros carriles bici que se crearon sobre las aceras. Un error de diseño: generaba conflictos con los viandantes y restaba espacio a las aceras en lugar de a las calzadas. Posteriormente, en plena crisis, llegaron los ciclocarriles. Si bien visibilizaron las bicicletas y su derecho a recorrer la ciudad, no terminaron de seducir a muchos ciudadanos: a pesar de ser proclives a empezar a pedalear, no se atrevían a hacerlo en medio del tráfico madrileño.

En la actual ampliación de la red ciclista, realizada (de manera acertada) íntegramente en calzada, se ha elegido mezclar estas dos tipologías: carriles segregados y ciclocarriles integrados. Algunos ciclistas urbanos defienden —en ocasiones con exceso de pasión— colocar la bicicleta junto a los coches pues así, justifican, se consigue cambiar la realidad de la ciudad. Otros —en base a encuestas y a su propia experiencia— consideran que las vías exclusivas animarían a más personas a pasarse a la bicicleta. Ambas sensibilidades conviven enfrentadas.

Para el actual equipo de Gobierno “la bicicleta significa una nueva forma de entender la movilidad sostenible, frente al atasco y la contaminación que conllevan los coches”. Quizás por eso, y para no soliviantar a nadie, han decidido compaginar carriles con ciclocarriles. Si hace unos años, en una capital inmadura —y reacia— a la bicicleta, cualquier espacio ganado era positivo, ahora es el momento de ampliar la red de carriles bici segregados. No basta con que pedaleen los de siempre, hay que crear espacio para que los que no han pedaleado nunca se atrevan por fin a hacerlo.

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Sobre la firma

Pablo León
Periodista de EL PAÍS desde 2009. Actualmente en Internacional. Durante seis años fue redactor de Madrid, cubriendo política municipal. Antes estuvo en secciones como Reportajes, El País Semanal, El Viajero o Tentaciones. Es licenciado en Ciencias Ambientales y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Vive en Madrid y es experto en movilidad sostenible.

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