Conflictos generacionales en la Paris Fashion Week
La Semana de la Moda de Hombre parisina dice que en el verano de 2018 la clave es ser joven. ¿La buena noticia para los demás? También se lleva ser padre de mediana edad
Durante un rato del martes 20 de junio, primer día de los desfiles de hombre de París, la persona más famosa de la ciudad no fue Emmanuel Macron sino un diseñador cordobés de 24 años. Alejandro Gómez Palomo iba a debutar esa noche en el Mona Bismarck American Centre, pero le cancelaron la localización la tarde anterior por representar una propuesta demasiado sexual.
Él lo aireó por Instagram y a la mañana siguiente el asunto había corrido como la pólvora entre acusaciones públicas de homofobia alimentadas por el inminente desfile del Orgullo Gay, ese mismo fin de semana, y por la falta de respeto hacia Bismarck: aquella millonaria incondicional de Balenciaga que se encerró en su cuarto a llorar durante tres días cuando el modista se retiró en 1968. Por suerte no fue más que un malentendido y la carambola salió perfecta. Aunque la glamurosa celebración del estilo andaluz que Palomo Spain presentó tenía satén, lunares y transparencias en un tono más tranquilo que lo habitual, hizo más ruido que si su troupe se hubiera embarcado en florituras porno de verdad.
En Valentino no hay ambigüedad. En la segunda presentación masculina de Pierpaolo Piccioli en solitario desde que Maria Grazia Chiuri abandonara el tándem que formaban al frente de la dirección creativa de la casa, la herencia costurera del fundador se notaba, por ejemplo, en las cuentas bordadas en motivos étnicos sobre zapatillas y anoraks.
Una pulcra colección que anticipó algunas de las tendencias clave de la semana, como el desaliño adolescente, el pantalón ancho e incluso la logomanía, con la aparición del acrónimo VLTN en bufandas largas y estrechas. Pero ganaba la inspiración deportiva: no solo había zapatillas sobre la pasarela, sino jugadores de la NBA, como Dwyane Wade y Carmelo Anthony, en la primera fila. Wade se hizo cargo de la cuenta de Snapchat de la casa durante ese día, lo cual, si cunde el ejemplo, significará que la era de los prescriptores sin oficio ni beneficio está próxima a su fin.
Como puede estarlo el desfile como fórmula. Stefano Pilati recurrió a Instagram para hacer públicos sus primeros diseños desde que abandonó Ermenegildo Zegna hace un año (17 looks en negro con los que pretende “tantear el mercado”) y Vetements presentó su colección con una exposición de fotos en un garaje. Fue su último jaque a los estereotipos de la moda: las fotos mostraban a gente de la calle, vestida con la ropa engañosamente banal de su colección (uniforme de DHL incluido), adoptando las poses exageradas de las modelos en las revistas.
Padres e hijos
París es la capital de la alta costura y donde se baten las firmas de lujo más venerables, hoy, en pleno proceso de rejuvenecimiento. Particularmente desde que la nueva generación se ha probado impermeable a los encantos que seducían a sus mayores. Para conquistarles, las recetas son variopintas.
La colisión entre sastrería de corte clásico y ropa callejera de Dior Homme, o entre sastrería cómoda y prendas técnicas de Hermès. Balmain y su heráldica millennial, esta vez, sumada a una fantasía vaquera algo menos teatral que en ocasiones anteriores (había menos pedrería). El look padre de fin de semana, o ese ejercicio de feísmo años noventa que presentó Balenciaga en una arboleda del Bois de Boulogne sobre familias de verdad, perfectamente mal vestidas a propósito.
O la de Louis Vuitton, una apetecible colección idealmente concebida para un surfero con inquietudes (los jerséis, cortos, pero de manga larga, eran particularmente interesantes) y sin problema a la hora de ponerse su traje de neopreno bajo un traje normal.
Si hay una casa responsable de los vientos que han transformado en los últimos tiempos no solo los desfiles de París, sino la moda masculina en general, es Loewe. El viernes su director creativo, Jonathan Anderson, presentó unas prendas que canalizaban el estilo del primer Dalí en Cadaqués (con la dosis justa de surrealidad) y por la noche celebró su liderazgo en la industria con una fiesta en el Institut du Monde Arabe. Pero no un cóctel con copitas de champán sino una fiesta de verdad. Con techno, máquinas de humo y travestis importadas de Madrid (Supreme Deluxe y Vania Vainilla). El asunto prometía desde el principio: la temática del evento era el fuego de juventud.
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