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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El joven que volvió de Corea sin volver antes a la vida

Kim Jon-un ha preferido devolver a EEUU un chico en coma antes que un cadáver. ¿Un acto humanitario o una provocación?

Otto Warmbier, el estudiante detenido en Corea del Norte, detenido por las autoridades norcoreanas.Vídeo: Kyodo (REUTERS) Video: EPV
Berna González Harbour

Cuando un país libera a un preso extranjero enfermo para que pueda acabar sus días con los suyos, se puede pensar que es un acto humanitario de buena voluntad, o también una provocación. Corea del Norte entregó al estudiante Otto Warmbier a Estados Unidos hace pocos días en grave estado de inconsciencia, como un caminante al que hubieran dado cuerda para que pudiera recorrer los últimos pasos antes del final. Era doloroso verle avanzar entre empujones, como sonámbulo entre los agentes que le custodiaban para volver a casa sin volver antes a la vida. El joven estaba en coma, y en coma anduvo hacia el avión que le devolvió a casa, donde probablemente nunca se enteró de que había regresado. Ayer se anunció su muerte.

Warmbier nunca recuperó la consciencia, ni volvió a hablar, ni a ver, ni a despertar, porque lo que Corea del Norte llamó “botulismo y una reacción a los somníferos” parece ser en realidad, según los médicos que le acogieron en Cincinnati el 13 de junio, una pérdida masiva de tejido debida a una falta de oxígeno en el cerebro. Otto sufrió daños neurológicos severos de origen desconocicdo. Abría los ojos pero no daba signos de respuesta a ningún estímulo. “Ha sido aterrorizado y ha sufrido un trato brutal”, dijeron Fred y Cindy, sus padres. “Parecía incómodo, incluso angustiado. Aunque nunca volvimos a oír su voz, su rostro cambió. Estaba en paz. Estaba en casa y creemos que él lo pudo sentir”.

El joven de 22 años, un chico de buenas notas de la Universidad de Virginia, había viajado desde China a Corea del Norte con una agencia que prometía “esos tours que tu madre no quiere que hagas”. Allí fue condenado a 15 años de trabajos forzados por intentar robar un cartel propagandístico de una pared del hotel, algo que el régimen consideró “un acto hostil”. No sabemos cómo era el cartel que intentó robar, pero lo que sí fue propagandístico fueron las imágenes del joven llorando durante el juicio bajo el retrato del tirano Kim Jon-un. Su causa y su exhibición se llama dictadura.

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Ahora sabemos que, por alguna razón, Corea del Norte ha preferido entregar a un hombre en coma que a un cadáver. En la forma de entregar o negociar la situación de los otros tres norteamericanos que tiene en sus manos veremos si estamos ante un instrumento de provocación que puede ser más eficaz que los lanzamientos de misiles balísticos de los últimos días; ante una chapuza que intenta disfrazar de acto “humanitario” (¿humanitario?); o ante una de esas prácticas esperpénticas a las que nos tiene acostumbrados el régimen, como el reciente asesinato del hermano mayor de Kim Jon-un, al que dos mujeres arrojaron productos químicos a los ojos en un aeropuerto de Malaisia hasta provocar su muerte.

Trump había declarado en otros tiempos su disposición a encontrarse con el líder norcoreano. Ayer condenó lo ocurrido como “un escándalo absoluto”. Si hay una escalada entre ambos países, la imagen tambaleante de Otto Warmbier será sin duda el icono de este duelo.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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