Festivales de fin de curso: una relación de amor-odio
Soy la primera en aplaudir con la baba caída, pero siendo sincera, el maratón de funciones es un tostón
Ten cuidado con lo que deseas porque se puede cumplir. Si durante el año los padres nos quejamos de que apenas podemos salir y que hace siglos que no vamos al teatro o a ver un espectáculo, el karma se encarga de recopilar nuestras quejas y tomarnos el pelo al final de curso. Porque entre el festival de clase, la exhibición de baile moderno, la de música, la de taekwondo y hasta la muestra de ganchillo, en junio no paramos de show en show. Con decir que tengo la agenda más repleta de avisos –para que no se me olvide ninguno– que el ministro de Cultura... Y ya si la niña acaba Infantil, ni hablamos, que en muchos coles también se ha puesto de moda organizar una ceremonia de graduación antes de pasar a Primaria, en la que se hace entrega, además, de los regalos a los profes de los que escribía la semana pasada.
Tengo una relación de amor-odio con estas representaciones. Por un lado, me hace mucha ilusión ver a mis niños haciendo monerías, y me emociono como la que más viendo cómo crecen y pasan de ciclo. Por otro, hay que decirlo con la boca pequeña y en bajito, son... un tostón. Entre monería y monería, fiesta y fiesta, les he visto desfilar en Carnaval, muerta de frío al otro lado de la valla del cole; bailar el chotis en San Isidro, muerta de calor en la misma valla; he hecho cola y me he jugado la vida subiendo las escaleras a codazos para coger un buen sitio en la función de Navidad o en la exhibición de gimnasia; y me he dejado los ojos y la mollera perpetrando disfraces de madrugada.
Que soy la primera en aplaudir a muerte con la baba caída en cuanto suben mis polluelos o sus compañeros de clase a escena, a la vez que intento seguir grabando vídeos en los que al final casi ni reconoces a los tuyos de lo pequeños y movidos que salen. Pero para llegar a ese momento, has aguantado durante una hora, venga a pasar niños y niños de otras clases y cursos, porque los tuyos siempre salen de los últimos. Y todo para que en el momento cumbre, se levante el típico padre insolidario para grabar y te tape la visión. Más tensión e imprecaciones he visto en alguno de estos festivales de fin de curso que en el último comité federal del PSOE.
Lo de no ir ni se plantea, aunque suelan ser a horas de trabajo. A lágrima viva salió una nena de la última clase abierta de baile porque no pudo ir su madre. Así que haz malabares, pídete el día o manda a un representante de la familia, como a los siempre socorridos abuelos. Porque ellos están pendientes de que vaya alguien a animarles, y seguramente sea lo que más ilusión les haga de todo.
Las funciones de clase y las graduaciones son inevitables, pero que alguien me recuerde este artículo en septiembre próximo, antes de apuntar a los niños a extraescolares... Y ahora... ¡a disfrutar del espectáculo!
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