Cristóbal Balenciaga resucita en una gran exposición en Londres
El Victoria & Albert acoge el trabajo del gran profeta de la moda en la exposición 'Balenciaga: Shaping Fashion'
“La alta costura es como una orquesta que tiene como director a Cristóbal Balenciaga, y todos los demás somos los músicos que le seguimos”, reza una frase legendaria de Chistian Dior que estos días ejerce de carta de presentación de la primera retrospectiva dedicada en Reino Unido al modisto español (1895-1972). La maestría del artesano, las creaciones innovadoras y hoy icónicas, que en su tiempo supusieron una revolución en el mundo de la moda, y su perdurable influencia entre los diseñadores son los ejes de la concurrida exposición en el museo Victoria & Albert de Londres.
La muestra despliega un centenar de exquisitas piezas firmadas por Balenciaga coincidiendo con el centenario de la primera tienda abierta en San Sebastián por el hijo de una costurera de Getaria que aprendió en casa el oficio. Y también con las ocho décadas de su debut en París, ciudad a la que se trasladó forzado por la Guerra Civil española. Si en España ya se había ganado una selecta clientela, con la extensión de sus boutiques a Madrid y Barcelona, en Francia su nombre se hizo grande hasta el punto de que sus coétaneos (modistos) le acabaron reservando el trato de “maestro”.
La radiografía de esa producción, centrada especialmente de los años cincuenta y sesenta del siglo XX, se traduce en unas siluetas esculturales que beben de las formas de la arquitectura, en las líneas geométricas de sus patrones y también en el juego con los volúmenes que se permitió holgar hasta lo impensable en 1958, con su famoso modelo babydoll: inspirado en la indumentaria infantil, dejaba el vestido en flotación sin constreñimiento a la figura y con total libertad de movimiento para la usuaria. La marca Balenciaga está, sin embargo, asociada a una sofisticación lograda a base del buen corte, que tantas estrellas cinematográficas y personajes glamurosos de otros ámbitos en la época —como Jackie Kennedy, quien estrenó el sombrero pastillero— adoptaron para perfilar su imagen.
Audrey Hepburn figura entre las destacadas clientas del modisto vasco —y de su discípulo, Givenchy—, pero en el caso de Ava Gardner su adhesión fue incondicional. Un vestido de noche rosa (el modelo La Tulipe) que lució el gran bellezón de Hollywood o el abrigo de organza en tonos crudos, al que la estrella añadió posteriormente un tocado de plumas de avestruz, son algunas de las creaciones más destacadas de la muestra Balenciaga: Shaping Fashion, en el Victoria & Albert hasta febrero de 2018. El museo, receptor en su día de gran parte del vestuario de Gardner, es propietario de casi dos tercios de las piezas de Balenciaga exhibidas, mientras que el resto han sido prestadas por colecciones internacionales.
“¡Qué difícil resulta estar sexy en un saco!”, era el titular del británico Daily Mirror a finales de los cincuenta ante las nuevas tendencias de la moda que dictaba Balenciaga con vestidos estructurados como un trapecio o incluso un sobre, en su incansable experimentación con la forma y el tejido. El maestro nunca encaraba el diseño a partir de un boceto porque es el material base, la tela, “el que decide y construye el vestido”.
La exposición explora a través de sus vídeos el trabajo del artesano en su taller o aquellos desfiles de la maison Balenciaga de París donde un público selecto hacía suyas las propuestas del diseñador. Como la aristócrata Mona von Bismarck siempre vestida de Balenciaga, incluso cuando se trataba de pantalones cortos para salir al jardín. A la muerte del creador, en 1972, no salió de su habitación en tres días. Lo relataba la editora de Vogue, Diana Vreeland: “Durante 20 años, fue el profeta de casi todos los cambios en la silueta de la moda femenina”.
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