En el laboratorio de Juanjo Oliva la ropa no tiene sexo
Tras 17 años, el diseñador ha decidido reinventarse. Su nueva marca, Oliva, es unisex. Solo tiene una duda: qué pasa cuando llega la noche
Juanjo Oliva se queda en Oliva. “Juanjo es difícil de pronunciar en el extranjero”, apunta el diseñador sobre la íntima escisión que marcará el nuevo giro de su rumbo profesional. Tomando un café (o dos) a pocos metros de su nueva tienda, situada en la apacible calle Justiniano de Madrid, acera de curso tranquilo que resume bien el cambio sin estridencias que después de 17 años en solitario y 23 desfiles ha decidido tomar el creador madrileño.
Oliva, para hombre y mujer, nació en la última edición de la pasarela madrileña MBFWM, poco antes de presentar su nueva colaboración para El Corte Inglés (lleva dos temporadas como Juanjo Oliva tras nueve firmando bajo la etiqueta Elogy). Oliva fue celebrada como una propuesta que recoge frutos del pasado (en sastrería, en costura, el uso de color o una sencillez que no es simple) para sembrar un nuevo futuro. El diseñador (Madrid, 1971) se ha rodeado de un equipo joven (“ayudan a mantener el pulso”). Como gesto simbólico, ha decidido desprenderse de todos sus prototipos y ha puesto a la venta muchos de los vestigios de su ya larga carrera. Un gesto “liberador”, dice él. “Quitar lastre es bueno, te obliga a ordenar”, añade.
Los objetivos: atraer a un público más joven y unisex, conquistar el territorio del día frente al de la ropa de noche, investigar tejidos y “denotar cambios de uso para buscar soluciones y alejarse de las nostalgias. No puedo soportarlas, no sirven para nada”, asegura. Oliva (la marca) es una colección sin género, con prendas versátiles que en muchos casos sirven igual para hombres y mujeres y que pretenden mirar de frente las incógnitas que plantea este escurridizo presente.
“Una tienda debería funcionar como un observatorio o como un laboratorio con el que fijarnos en lo que está ocurriendo a nuestro alrededor y en cómo eso afecta a lo que nuestro cliente consume. De esa monitorización deberían nacer nuevas inquietudes”, explica el diseñador. “Me gustaría, por ejemplo, estudiar cómo nos afectan los cambios del clima, ya que funcionamos alrededor suyo y [su mutación] está rompiendo con las temporadas tal y como las conocemos. O nuestra forma de viajar, esa funcionalidad que le pedimos cada vez más a la ropa. ¿Cómo se resuelve? ¿Por qué te pones más una cosa que otra? ¿Qué tejidos? ¿Cuáles son los más interesantes tecnológicamente? Me gustaría que Oliva fuese ese laboratorio para investigar lo que a mí me interesa. Y sí, por supuesto, el fin de los sexos”, añade.
"De día, hombres y mujeres vestimos igual. La barrera sigue estando en la noche. Es ahí donde el hombre no se ha sofisticado más. La mujer, al menos para mí y sin querer sonar sexista, se debería mantener sensual”
“Algo que no es ninguna novedad. Saint Laurent ya le puso un esmoquin a una mujer. Pero, por desgracia, parece una cuestión aún sin superar y, como homosexual, hasta me resulta triste. La ropa no tiene género, el género se lo pones tú”, explica.
Sea como sea, apunta Oliva, el día es lo que más acerca (en lo referente al armario) a hombres y mujeres y la noche lo que más nos separa: “De día vestimos igual, un abrigo, un vaquero, una chaqueta… una mujer con una chaqueta oversize está guapísima. La barrera sigue estando en la noche. Es ahí donde el hombre no se ha sofisticado más. La mujer, al menos para mí y sin querer sonar sexista, se debería mantener sensual. Por eso esta colección se mueve en el territorio del día, que para mí es un punto nuevo porque yo sobre todo he trabajado el vestido de evento o de noche, aunque siempre he hecho abrigos y además maravillosos”.
Oliva recuerda que el ADN de la ropa está “en la sastrería para hombre y en la costura para mujer. Y luego le pones todo el diseño que quieras. Hay que saber hacer las cosas bien para poder evolucionar y llegar al punto siguiente, no se puede empezar por la tortilla deconstruida sin saber hacer la tortilla de siempre”.
Asegura que le gustan los proyectos piloto. Por eso prefiere no aventurar el futuro, y abrir una incógnita sobre cómo se irá desarrollando Oliva. “Hay una canción muy triste del último álbum de Bowie que se llama No plan y que viene a decir que yo qué sé. El pobre hablaba de la muerte, pero a mí me hace pensar en que no tengo ni idea de hacia dónde vamos, pero que en cualquier caso no lo veo como algo malo, sino como algo muy estimulante”.
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