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Las superbacterias, una amenaza creciente para los niños

Los más pequeños son el grupo de más riesgo, debido a que su sistema inmunológico no está completamente desarrollado

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Por largo tiempo, hemos sabido que aplicar agua y jabón en una herida disminuye el riesgo de infección. Sin embargo, si la herida se infecta, podemos usar antibióticos para combatir dicha infección. Desde el siglo pasado, hemos usado este tipo de medicamentos para combatir todo tipo de infecciones bacterianas. No obstante, con el aumento de organismos resistentes a los antibióticos esto puede cambiar. Las medicinas en las que hemos confiado durante años pueden quedar obsoletas. ¿Cómo hemos llegado a este punto?

Cuando los antibióticos se consumen de manera inadecuada, al no completarse el tratamiento, por ejemplo, algunas cepas bacterianas sobreviven y se hacen resistentes a esa medicación. Esas bacterias se reproducen y se extienden por el cuerpo convirtiéndose en “superbacterias” como la Staphylococcus Aureus resistente a la meticilina (MRSA, por sus siglas en inglés) o la tuberculosis resistente a los medicamentos (MDR-TB, por sus siglas en inglés), que no pueden ser tratadas con medicinas tradicionales.

Los niños son los más afectados

Los niños, particularmente los más pequeños, son el grupo de más riesgo debido a que su sistema inmunológico no está completamente desarrollado. Un estudio de este año realizado por la Case Western Reserve University en cerca de 100.000 pacientes de hospitales infantiles en Estados Unidos, pone de manifiesto que el porcentaje de niños infectados por enterobacterias resistentes a los antibióticos se ha incrementado un 700% en apenas 8 años.

La Organización Panamericana de la Salud (OPS) ha declarado que la bacteria Klebsiella pneumoniae resistente a los antibióticos es una amenaza para la salud pública que puede extenderse fácilmente entre niños y ancianos, ya que puede provocar enfermedades de gravedad como la neumonía. Alarman asimismo los datos referentes a América Latina: en un estudio de 2009 se aislaron muestras de K. pneumoniae en hospitales nacionales y se encontró que el porcentaje de resistencia a tratamientos estandarizados fue del 55% en Guatemala, 58% en Paraguay, y 69% en Perú.

Un fenómeno muy extendido

Las cepas resistentes a los antibióticos están más extendidas de lo que creemos. El British Medical Journal publicó una investigación realizada con más de 70.000 muestras de la bacteria E. Coli extraídas de niños con infecciones urinarias. En los países pertenecientes a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el 53,4% de esas bacterias eran resistentes a la ampicilina, el 30,2% al co-trixomazol y el 8,2% al co-amoxiclav, todos ellos antibióticos de uso habitual. Si las muestras se ceñían a niños de países no miembros de la OCDE, las cifras eran más alarmantes: 79,8% de las muestras de E. Coli eran resistentes a la ampicilina, 69,6% al co-trimoxazol y 60,3% al co-amoxiclav.

Las causas de esta resistencia bacteriana a los antibióticos son variadas. Una de las más habituales es la prescripción de antibióticos por parte del personal sanitario de manera excesiva o inapropiada. Asimismo, la escasa regulación en el mercado de medicamentos ha facilitado el acceso de la población a los antibióticos sin necesidad de receta. En América Latina el consumo de antibióticos ha crecido de manera significativa, principalmente en Perú, Venezuela, Uruguay y Brasil.

Las producciones agrícolas y ganaderas intensivas propias de nuestra época agravan también el problema. La práctica extendida de medicar al ganado con antibióticos ha sido señalada como una de las causas principales del aumento de las “superbacterias” y la Food and Drug Administration estima que más del 80% de los antibióticos vendidos en Estados Unidos está destinado a la ganadería.

Hay que tomar medidas urgentes

La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera urgente tomar medidas contra este riesgo para la salud pública. Para ello recomienda concienciar a la opinión pública del problema, aumentar la vigilancia y la investigación, reducir la incidencia de las infecciones a través de instalaciones sanitarias e higiene efectivas, optimizar el uso de medicamentos antimicrobianos en humanos y animales y, finalmente, fomentar una inversión sostenible que tenga en consideración las necesidades de todos los países y que permita aumentar la inversión en nuevas medicinas, herramientas de diagnóstico y vacunas.

Andrea Ulrich es consultora en el departamento de Salud y Protección Social del Banco Interamericano de Desarrollo

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