Neuralink
¿Será posible que al final nos inserten la Wikipedia dentro del cráneo?
En materia de futurismo, como en la trama policiaca, una buena estrategia es seguir la pista del dinero. Y poca gente tiene más dinero que Elon Musk, el magnate sudafricano que ha fundado algunas de las empresas tecnológicas más pujantes y ambiciosas de nuestro tiempo, como Tesla (coches eléctricos y energía solar), Spacex (cohetes reciclables y viajes espaciales), Boring Company (túneles) e Hyperloop (trenes de vacío). Todas estas iniciativas son disparos de largo alcance, pero ninguna es una fantasía irrealizable. Los cohetes de SpaceX ya vuelan. Y el domingo vi en un hotel rural de Cáceres que Tesla había instalado tres cargadores eléctricos en el aparcamiento, con vistas a la sierra. El personal asegura que ya lo ha usado un cliente.
Dado este currículo, resulta imposible sustraerse al encanto de la última empresa creada por Musk. Se llama Neuralink, y solo se conoce desde el mes pasado. Sus objetivos exactos son aún secreto industrial, pero los secretos son difíciles de guardar en nuestros días —a la gente le gusta hablar, como decía el matemático John Allen Paulos— y es evidente que Neuralink pretende diseñar interfaces invasivas para conectar el cerebro humano a la inteligencia artificial. Los objetivos iniciales son médicos, para el diagnóstico y posible tratamiento de la enfermedad cerebral.
Las interfaces mente/máquina, como se las llama a veces de manera algo pomposa, ya existen en los implantes cocleares que han devuelto el oído a cientos de miles de personas, y en los dispositivos experimentales que se implantan en el nervio óptico para ayudar a los ciegos. Las matrices de electrodos implantadas en el cerebro prometen devolver a la gente paralizada parte de su movilidad, y ya han empezado a hacerlo en situaciones experimentales. Neuralink quiere mejorar esas interfaces mediante la nanotecnología más avanzada, lo que puede ayudar mucho en esos usos terapéuticos. Pero es poco probable que Musk se vaya a parar ahí.
Imaginemos un paciente amnésico. Una lesión o una enfermedad impiden a su cerebro recuperar los recuerdos del pasado (amnesia retrógrada) o incluso formar nuevas memorias del presente (amnesia anterógrada). Una interfaz mente/máquina lo bastante avanzada podría conectar su malogrado cerebro a un dispositivo de memoria externo. La máquina formaría las nuevas memorias y las dejaría a su disposición en el futuro, como está haciendo mi ordenador mientras escribo esto. Y si esto funciona en pacientes, ¿por qué no los vamos a usar los demás para insertarnos la Wikipedia dentro del cráneo?
Watson, siga la pista del dinero.
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