Luke Bracey, otro australiano prácticamente perfecto
Se suma a la inagotable fábrica de actores de aquel país: Hugh Jackman, los hermanos Hemsworth, Eric Bana, Russell Crowe... Bracey, que pone rostro a Polo Red Extreme (de Ralph Lauren), participa en la última película de Mel Gibson
Viendo la naturalidad con que Luke Bracey (Sídney, 1989) se ha integrado en la maquinaria de Hollywood, cualquiera diría que este australiano llevaba años mentalizándose para convertirse en una estrella. Y, sin embargo, él jura que no. Que ni en sus mejores sueños. Que todo pasó por casualidad. “Nunca planeé nada de esto”, explica. “Yo quería ser jugador profesional de rugby o dedicarme a algo relacionado con la construcción para trabajar en la empresa de mi padre. Tener un trabajo de verdad. Y, de repente, un día me presenté a una audición y todo cambió”.
Luke Bracey es la última joya de la inagotable fábrica de poderosos actores australianos, que empezó con Mel Gibson y pasa por Hugh Jackman, Russell Crowe, Eric Bana, los hermanos Hemsworth (Liams y Chris), Simon Baker, Sam Worthington...
“Mel Gibson es el mejor narrador del mundo y estaba intimidado por la responsabilidad de trabajar con él”
Bracey es el nuevo rostro de Polo Red Extreme, la fragancia más deportiva y adrenalínica de Ralph Lauren, y también un ingrediente clave en taquillazos recientes como Lo mejor de mí, Point break y, sobre todo, Hasta el último hombre, la última epopeya bélica de Mel Gibson.
Sin embargo, aquella primera audición le catapultó a ese tipo de fama irreprimible, visceral y olímpica que los dioses reservan a los actores de telenovela. Fue en su Australia natal, donde entre 2009 y 2010 interpretó al malo oficial de Home and away, una serie con tres décadas y más de 15.000 episodios a sus espaldas. “Recuerdo que una vez estaba en un bar y una chica vino a decirme que tenía ganas de pegarme. ‘En la serie eres horrible’, me dijo. Me llevé un susto, pero al final solo quería una foto. Nos la hicimos y se fue encantada”.
Además de lidiar con fans con conflictos metaficcionales, Bracey también aprendió que actuar era tan duro como construir casas. “Una serie diaria es un lugar perfecto para aprender. Es un trabajo muy duro. No había tiempo para florituras y tenía que aprenderme mis líneas en un tiempo récord. Desde luego, actuar no es coser y cantar”, insiste.
Su primer largometraje, Princesa por accidente (2011), era una comedia adolescente en la que compartía cartel con Selena Gomez y Leighton Meester. “En aquella época todavía vivía en Australia, y el rodaje era en Budapest y Montecarlo. No podía creer que me estuvieran pagando por pasar el verano en Europa”, recuerda.
“Además, el ritmo de trabajo era muy distinto. El primer día me dijeron que me preparara porque iba a ser un día duro, que íbamos a hacer tres escenas. Creí que me estaban tomando el pelo. ¡Yo estaba acostumbrado a hacer 15 al día!”. ¿Le asustaba compartir rodaje con estrellas generacionales como las protagonistas? “Al principio me preocupaba un poco, pero me lo pasé muy bien. Ni siquiera mi papel era complicado. Al fin y al cabo tenía 20 años, estaba viajando y cobrando por ello”.
Más arduo, asegura, fue el rodaje de Point break, el remake millennial de la película de surferos más famosa de todos los tiempos, Le llaman Bodhi. “Me crié haciendo surf y viendo aquella película, así que el papel de Johnny Utah, el que había interpretado Keanu Reeves en 1991, era perfecto para mí”, afirma Bracey.
“Creo que por eso me empeñé en hacerla. Hablaba de mí y de mi infancia”. Para rodarla, tuvo que pasar seis meses fuera de casa, viajando y sometido a una gran actividad física. “Cuando vi mi agenda para los siguientes meses pensé que no iba a ser capaz de hacerlo todo, y decidí tomármelo con calma. Vivir el día a día. Y al final lo conseguí. Es verdad que el cerebro es el músculo más fuerte del cuerpo”.
Luke Bracey habla de musculatura y resulta inevitable aludir a su apabullante presencia física, forjada en aquellos años en que soñaba con dedicarse al rugby de manera profesional. Sin duda, su fotogenia ha tenido algo que ver mientras su trayectoria ha estado ligada a comedias románticas o películas de acción, pero en su último trabajo ha tenido que demostrar, además, sus dotes interpretativas.
En Hasta el último hombre, el australiano se convierte en un soldado de la Segunda Guerra Mundial. “Para mí, Mel Gibson es el mejor narrador del mundo, y estaba algo intimidado ante la responsabilidad de trabajar con él”, comenta a propósito del director de la película. ¿Cómo fue la experiencia? “Me hizo trabajar mucho y darlo todo, pero al mismo tiempo es encantador. Es un hombre apasionado por su trabajo. Cuando algo le emociona durante el rodaje, le escuchas exclamar de entusiasmo. Ha sido una experiencia increíble”.
Siete años después de salir en televisión por primera vez, Luke Bracey vive en Los Ángeles. ¿Vértigo? “En realidad no me ha parecido tan rápido. He tenido la suerte de mantenerme, pero todavía me queda mucho por hacer”. ¿Cómo se imagina su vida si el cine no se hubiera cruzado en su camino? “Jugaría al rugby, porque siempre se me ha dado bien. Y tal vez me dedicara a construir casas. Me hubiera sentido igualmente realizado, pero no habría viajado tanto ni conocido a tanta gente. Puede que ni siquiera hubiera trabajado tanto. A fin de cuentas, esto de ser actor también es un trabajo de verdad”.
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