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Columna
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El Partido Democrático Francés

Macron ha tenido en los antiguos votantes de François Hollande su principal base de apoyo

Pablo Simón
Partidarios de Macron celebran la victoria electoral de En Marche!.
Partidarios de Macron celebran la victoria electoral de En Marche!.YOAN VALAT (EFE)

De todas las elecciones europeas recientes, la presidencial francesa era con mucho la más importante e incierta. Sin embargo, tras esta primera vuelta se ha consumado lo que la mayoría de los sondeos anticipaban pese al cuádruple empate; ningún candidato de los partidos clásicos ha pasado a la segunda vuelta. El escenario austriaco se replica en Francia de modo que en dos semanas los franceses deberán optar entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen. La participación ha sido más alta de lo previsto, pero la gran fragmentación electoral ha hecho que por muy pocos puntos el resultado hubiera podido ser bien diferente.

Que Marine Le Pen pase a la segunda ronda no es demasiado sorprendente. El Frente Nacional ya había sido la fuerza más votada en las elecciones europeas de 2014 y las regionales de 2015. Es cierto que se trataba de elecciones de segundo orden, pero no hay duda de que el liderazgo de Marine Le Pen ha apuntalado un partido con esta capacidad, bien lejos de la empresa familiar de su padre. El FN ha logrado consolidar un núcleo de votantes fieles entre obreros tradicionales, agricultores y profesionales independientes. Un suelo muy firme, pues todos los sondeos indicaban con claridad que el voto a la candidata ultraderechista era el más consolidado con sobre el 84% del voto decidido.

El triunfador de la noche, el socio-liberal Emmanuel Macron, ha tenido en los antiguos votantes de François Hollande su principal base de apoyo, en torno al 68%, según los sondeos. Ahora bien, también ha podido captar voto de antiguos votantes del centrista Bayrou y algunos flujos de los Republicanos. El voto a Macron era el menos decidido de los cuatro candidatos principales, pero ha trenzado una coalición de trabajadores asalariados, funcionarios y clases más educadas que le ha permitido superar el riesgo de que la tendencia ascendente de Fillon o Mélenchon desbancara su atractivo frente a Le Pen.

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Esta primera vuelta tenía sabor a segunda. Al fin y al cabo, todos los sondeos convergen en que aquel que pase el corte será capaz de derrotar a Le Pen, coordinando tras de sí el voto republicano. Es más, es justamente Macron el candidato que más aleja el riesgo de que llegue Le Pen al Elíseo. Pero la victoria de este candidato representa algo más. La victoria de Macron supone el fin del Partido Socialista y la emergencia de un nuevo polo de poder en Francia, un Partido Democrático Francés, al modelo del italiano. La operación que intentaron Hollande y Valls, sin éxito, desde dentro, la pretende consumar Macron desde fuera.

Aun así conviene no perder de vista que Francia es un sistema semipresidencial, con lo que el poder de la presidencia es condicional a la fuerza que tenga su partido en la Asamblea. Incluso con el impulso de ganar eventualmente unas presidenciales, Macron tiene por delante el reto de construir un partido que le permita sacar un buen resultado en las legislativas de junio y poder gobernar con cierto margen.

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Sobre la firma

Pablo Simón
(Arnedo, 1985) es profesor de ciencias políticas de la Universidad Carlos III de Madrid. Doctor por la Universitat Pompeu Fabra, ha sido investigador postdoctoral en la Universidad Libre de Bruselas. Está especializado en sistemas de partidos, sistemas electorales, descentralización y participación política de los jóvenes.

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