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Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado

¿Saliendo de la crisis inmobiliaria?

¿Qué se puede aprender de los eco-barrios para crear un nuevo modelo de urbanismo?

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Después de la tormenta sale el sol. A finales de 2016 llegaban las primeras noticias de una ligera recuperación del mercado de la construcción en España y en febrero 2017 se confirmó un crecimiento del 3% según un informe de Crédito y Caución. Pero la pregunta importante ahora sería: ¿qué lecciones hemos aprendido de esta crisis? ¿Volveremos a repetir los errores del pasado? Y en especial, y más allá del impacto económico, ¿qué impacto social y ambiental ha tenido el modo tradicional de urbanismo y de construcción?

Según las Naciones Unidas, aunque las ciudades ocupan solo el 3% de la superficie terrestre, representan entre un 60% y un 80% del consumo de energía y el 75% de las emisiones de carbono. La forma tradicional de crecimiento urbanístico ha generado desigualdad, pobreza, tráfico excesivo y polución, con el consiguiente impacto en el cambio climático. El derecho universal a una vivienda, digna y adecuada, se recoge en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Entonces, ¿cómo se reconcilia todo esto? Hablemos de la sostenibilidad.

Las Naciones Unidas, en su Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 11 "Ciudades y Comunidades Sostenibles", detalla que "al optar por actuar de manera sostenible decidimos construir ciudades donde todos los ciudadanos disfruten de una digna calidad de vida y formen parte de la dinámica productiva de la ciudad generando prosperidad compartida y estabilidad social sin perjudicar el medio ambiente". La Conferencia de Naciones Unidas sobre Vivienda y Desarrollo Urbano Sostenible de 2016 en Ecuador, Hábitat III, concluyó con la adopción de la Nueva Agenda Urbana.

En los años 80-90, como resultado de los debates en torno a los informes del Club de Roma y del MIT, se empezó a introducir los indicadores de sostenibilidad en la edificación y el planeamiento urbano. El barrio Vauban en Friburgo (Alemania) en 1993 o Trinitat Novo en Barcelona en 1991 fueron probablemente de los primeros proyectos urbanos donde desde la fase de concepto se implementaban unos objetivos cuantificables en términos de movilidad sostenible, gestión de los recursos naturales o creación de comunidades. Otros ejemplos como el BedZED (Londres) en 2002 realmente marcaron hitos en el desarrollo de barrios sostenibles o eco-barrios. BedZED apostó por un barrio con un balance energético cero y sin emisiones de CO₂. En 2010, la Comisión Europa aprobó una directiva (2010/31/UE) para que en 2020 todos los edificios de obra nueva sean de consumo casi nulo (nZEB).

De este modo, los eco-barrios tienen la capacidad de definir los límites de aplicabilidad de la investigación e innovación. Lo que se realiza en los eco-barrios, muchas veces se convierte en normativa 10 o 20 años después y por lo tanto de cumplimiento obligatorio. Es fundamental que la sociedad aborde este tipo de iniciativas para avanzar en la construcción de un entorno mejor. Además, los eco-barrios son la mejor prueba de que la sostenibilidad no es un término cerrado y con una definición absoluta, sino que son una referencia de hoy que sirve para hacerlo mejor mañana. Deberíamos hablar sobre una ciudad o barrio más sostenible, como algo en continuo progreso.

Si en los 80-90 un eco-barrio miraba hacia las energías renovables, el uso de materiales ecológicos, la creación de espacios comunes o la captación y reutilización de aguas pluviales, los eco-barrios actuales tienen retos mucho más ambiciosos: los edificios deben ser de balance de energía positivo, el flujo de los materiales se define bajo la definición de una economía circular, las reducciones de emisiones de CO₂ respecto a un barrio convencional deben ser del 50% o más, etc.

Las zonas verdes son evaluadas mediante indicadores de biodiversidad. La necesidad de cuantificar cada vez más las mejoras, empuja los procesos de diseño hacia un ejercicio complejo de interrelación de muchos y variados indicadores. Y el abanico ya no se puede quedar en el mundo meramente físico. Para conseguir un entorno equitativo, resiliente, colaborativo, saludable e inclusivo, hay que perseguir mejoras en las dimensiones sociales. La cohesión social, el bienestar, el fomento de una economía compartida, la profunda participación e involucración de los habitantes en el funcionamiento de la comunidad o la inclusión de cláusulas sociales en la política de compras podrían ser ejemplos.

Hoy es necesario repensar los modelos tradicionales de habitar y convivir más allá de modelos clásicos de compra o de alquiler de una vivienda independiente; hay que repensar los modelos tradicionales de trabajo hacia modelos más colaborativos, por ejemplo a través de figuras como coworkings; hay que repensar en el uso de la tecnología como un medio para la mejora del bienestar y la productividad; hay que repensar el modelo de desplazamientos para dar con soluciones colaborativas y con menor impacto ambiental.

Todo esto se integrará, por ejemplo, en el recientemente anunciado eco-barrio La Pinada, el primero en España co-diseñado por sus futuros habitantes y concebido en torno a un colegio, Imagine Montessori School, que actúa de motor del barrio y donde el propio barrio es una extensión del proceso educativo.

Está ubicado en Valencia y creará un espacio peatonalizado, vibrante y dinámico para vivir en familia donde se pueda habitar, aprender, trabajar y disfrutar de la naturaleza. Es un proyecto que busca el impacto social, donde la rentabilidad se mide combinando las dimensiones económicas, sociales y medioambientales. Este eco-barrio también pretende crear un entorno estimulante de aprendizaje para niños y adultos, fomentando la mejora continua y la experimentación para probar e incorporar ideas, conceptos, tecnologías o innovaciones, especialmente de empresas incipientes y de los alumnos del centro educativo.

Tras el anuncio de dicho barrio, han sido variadas las reacciones generadas desde distintos sectores de la sociedad. Por ejemplo, desde Esquerra Unida de Paterna, tal y como recogía el periódico El Meridiano, han cuestionado el proyecto argumentando el problema de stock de viviendas vacíos y familias desahuciadas y el carácter de iniciativa privada del proyecto.

En La Pinada, el 30% de la vivienda desarrollada será protegida e incluirá suelo para tres centros escolares públicos. Se incluirán cláusulas sociales en el gasto para fomentar el empleo a colectivos en situación de vulnerabilidad y riesgo de exclusión. Es un entorno de disfrute público para todos, no exclusivo y no separado por un control de seguridad. Pero efectivamente, estos eco-barrios no son la solución a los retos de las ciudades, pero puede que sean parte de ella. Este gasto privado no es suficiente para ayudar a ese derecho universal a una vivienda, digna y adecuada si no va acompañado de políticas sociales públicas orientadas a solucionar algunos de los retos fuera de la influencia de un nuevo proyecto privado como este, como la rehabilitación de viviendas obsoletas públicas o privadas, o la situación de emergencia de familias desahuciadas.

La Pinada se prepara a dar ese paso más, construyendo sobre las experiencias de otros eco-barrios que le han precedido en otros lugares del mundo. Con ello quiere contribuir a avanzar en una nueva forma de hacer urbanismo, que finalmente nos beneficie a todos. Para que en la siguiente tormenta que venga no nos mojemos.

Iker Marcaide, co-fundador del Barrio La Pinada

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