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CLAVES
Columna
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‘Suite’ francesa

Ya sabemos que en tiempos de fervor mesiánico encomendarse a misiones sagradas es un buen abono electoral

Máriam Martínez-Bascuñán
Una mujer pasa delante de los carteles de los candidatos de las elecciones presidenciales francesas en París.
Una mujer pasa delante de los carteles de los candidatos de las elecciones presidenciales francesas en París. LUDOVIC MARIN (AFP PHOTO)

Las elecciones francesas han introducido distintas variaciones musicales sin alterar su ya repetitiva tonalidad de fondo: ese estribillo de insurrección electoral afinado como reacción contra el statu quo. La melodía de los sistemas políticos de posguerra sigue, así, deconstruyendo su afanosa partitura al ritmo de la clásica admonición de Tolstói: “Todas las familias felices se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera”.

La vieja Francia de las dos tradiciones ideológicas se descubre armonizándose en cuatro movimientos capaces de plantear una obertura, pero sin talento para coordinarse en una sinfonía. La danza de Mélenchon frente a la bourré de Macron; el antiliberalismo de Le Pen frente a las recetas ultraliberales de Fillon. ¿Cómo resolverlo en la segunda vuelta? El clima de abstención e indecisión lo marca un sistema electoral que parece haber dejado de cumplir su misión: se votará en primera como si fuera la segunda vuelta, y no está claro que funcione ya el pacto republicano contra Le Pen.

El nuevo cuarteto propone partituras contradictorias. Al preludio de un Macron sin primarias y sin partido le sucede Hamon, con primarias y un partido que baila la música de su adversario. Está también la contradanza de un Mélenchon remontante que rechazó las primarias por ser “una mascarada”, pero que juega a crear un movimiento democrático de participación popular. Le Pen ofrece el contraste romántico de una profecía sin proyecto: promete un modo épico de estar en el mundo tras la guerra santa de los oprimidos. Y Fillon, obligado a la melancolía, recurre al Trump más barroco: tapar los affaires señalando a la prensa y a los jueces cainitas para salvar así su endeble base electoral.

En todo cambio queda siempre algo de lo viejo, y quizá esa permanencia se mida con el destino de Fillon, esforzado salvador del ajado gaullismo de la Cinquième République. Ya sabemos que en tiempos de fervor mesiánico encomendarse a misiones sagradas es un buen abono electoral. En cuanto a la música de estas cuatro suites francesas tan disonantes, olvidamos aquella certera punzada de Bernard Shaw: “El infierno está lleno de músicos aficionados”. @MariamMartinezB

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