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Una jeringuilla infecta con una enfermedad de cerdos a un trabajador de una planta de residuos

Un accidente en una planta que da empleo a personas con discapacidad destapa fallos en la gestión de residuos sanitarios peligrosos

Manuel Ansede
Los residuos sanitarios peligrosos se llevan a plantas especializadas.
Los residuos sanitarios peligrosos se llevan a plantas especializadas.Sescam

El 3 de febrero de 2014, un hombre de 53 años con una leve discapacidad intelectual llegó al Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza con fiebre, dolor de cabeza y molestias en sus articulaciones. Un análisis posterior ha revelado que sufría una inaudita brucelosis de cerdos provocada por una cepa de una bacteria que solo existe en un puñado de laboratorios científicos. Según los médicos que lo atendieron, es el primer caso en el mundo.

La historia del contagio es insólita. El hombre trabajaba en una planta de tratamiento de residuos sanitarios peligrosos que da empleo a personas con discapacidad. Su labor consistía en descargar contenedores de camiones procedentes de hospitales y centros de investigación, llenos de jeringas, restos humanos y bisturíes usados. Él y su equipo llevaban los contenedores a un autoclave, un recipiente metálico de alta presión, para su esterilización. Pero, el 23 de diciembre de 2013, algo falló. El trabajador pisó una aguja contaminada que atravesó la suela de su calzado de seguridad.

Según los médicos que atendieron al paciente, este es el primer caso en el mundo

La jeringuilla procedía del Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón, según reconoce el veterinario José María Blasco Martínez, miembro de este organismo del Gobierno de Aragón. “Fue como un accidente de avión, fruto de la acumulación de una serie de circunstancias”, explica Blasco.

Según su relato, en su departamento estaban trabajando con la cepa bacteriana del cerdo para una tesis doctoral y, como siempre, la empresa Consenur, especializada en gestión de residuos sanitarios peligrosos, recogió las agujas contaminadas en los experimentos. En teoría, el contenedor estaba herméticamente cerrado. “La legislación debería ser más exigente, porque ahora mismo permite meter material biológico sin autoclavar [sin esterilizar] en los contenedores”, reflexiona el veterinario.

Nadie sabe cómo salió la jeringuilla de su depósito. La caja se pudo abrir durante el transporte, antes o después. La empresa no ha respondido a las preguntas de este periódico. Tras conocer el pinchazo en 2013 y registrar el accidente laboral, Consenur no llevó a cabo un análisis bacteriológico de la aguja, según revela un resumen del caso publicado en la revista Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica. La planta de la compañía, ubicada en un polígono industrial de Osera del Ebro (Zaragoza), recibe residuos sanitarios de unos 5.000 proveedores cada mes. Consenur fue condenada en 2015 por el Tribunal Supremo a una multa de 2,2 millones de euros por repartirse durante años con otras empresas los concursos de la sanidad pública.

Consenur fue condenada en 2015 por el Supremo a una multa de 2,2 millones de euros por repartirse con otras empresas los concursos de la sanidad pública

El caso de Zaragoza destapa las debilidades de la gestión de basura sanitaria peligrosa. “Se deben realizar controles para asegurar que los contenedores de residuos están sellados”, alerta el estudio del caso, dirigido por el médico Joaquín Guimbao y la enfermera Cecilia Compés, ambos de la Sección de Vigilancia Epidemiológica del Gobierno de Aragón.

La investigación de Guimbao y Compés reveló que “pese a utilizar botas y guantes, los pinchazos eran frecuentes” al procesar manualmente los residuos ya esterilizados para reciclar el plástico. Al descargar los camiones y llevar los contenedores contaminados al esterilizador, los pinchazos eran “infrecuentes”, pero no inexistentes.

En el caso del hombre de 53 años se dio otra circunstancia inusual. El trabajador padecía previamente una poliangitis granulomatosa, un trastorno autoinmune poco frecuente que inflama los vasos sanguíneos. Sus bajas defensas a causa de la medicación habrían facilitado la infección al pincharse con la aguja contaminada. El paciente superó la brucelosis porcina con un tratamiento antibiótico.

Los investigadores hacen un llamamiento a endurecer los protocolos de seguridad, tanto en el momento de cerrar los contenedores en el laboratorio de origen, como en su transporte y en la descarga en la planta de tratamiento de residuos sanitarios peligrosos. "Ese contenedor no debería haber estado abierto", zanja Guimbao.

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Sobre la firma

Manuel Ansede
Manuel Ansede es periodista científico y antes fue médico de animales. Es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Licenciado en Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, hizo el Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medioambiente y Salud en la Universidad Carlos III

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