¿Por qué deben hacer huelga las mujeres?
En más de 50 países las mujeres paran hoy, 8 de marzo, para reivindicar sus vidas y sus derechos
Mujeres y niñas, hombres y niños - todas las personas – deberíamos anotar este miércoles 8 de marzo de 2017 en nuestras agendas y calendarios: será un momento importante en la historia. Reservemos todo el día y seamos optimistas.
Hoy las mujeres haremos un paro en protesta en más de 40 países, en grandes ciudades, capitales y comunidades, con muchas más sumándose al paro en espíritu.
Creemos categóricamente en construir un mundo mejor para todas las mujeres y las niñas, para nuestras hijas e hijos, nietas y nietos, estén en Islamabad, Mar del Plata o Washington, DC. Los movimientos por los derechos de las mujeres han demostrado una y otra vez que nos va a regalar por las buenas nuestros derechos humanos y dignidad. Nos levantaremos y exigiremos nuestros derechos. El 8 de Marzo será el primer día de nuestras nuevas vidas.
Las razones que nos mueven a pararnos y actuar en solidaridad no son académicas. Tampoco podemos perder de vista el alcance de las injusticias que invaden las vidas de las mujeres y niñas hoy en día, en pleno año 2017.
La violencia contra las mujeres por sí sola es una crisis global: más de mil millones de mujeres en todo el mundo experimentarán abuso físico o sexual en algún momento en sus vidas: eso es una de cada tres mujeres. Esta cifra no incluye el control coercitivo, psicológico o económico. Las mujeres y niñas que enfrentan discriminación debido a su raza, discapacidad, identidad de género, sexualidad o pobreza son las más impactadas por esta violencia.
Estas estadísticas horrorosas no sólo son números escritos en una página; estas son las experiencias de mujeres y niñas en todo el mundo. No menos entre ellas la experiencia de Lucía Pérez, una estudiante argentina de 16 años... que descanse en paz. Hace un poco más de cuatro meses, fue secuestrada, drogada y violada múltiples veces. Esta violencia extrema la mató. De manera devastadora, sabemos que su experiencia no es única.
Por su muerte, y por las muertes de muchas otras mujeres y niñas, hay un movimiento poderoso de resistencia que se ha unido para decir "basta". En toda América Latina, una región que incluye siete de los 10 países con la tasa más alta de víctimas femeninas de asesinatos, las mujeres han tomado las calles para decir "Ni Una Menos".
Nuestro paro es contra las estructuras insidiosas que nuestro mundo ha creado y que asesinan, violan y golpean a las mujeres; que roban sus tierras; que las atrapan en la pobreza y degradación. Esta injusticia que enfrentan las mujeres y niñas diariamente viene, en el fondo, de la desigualdad profunda y sin sentido entre mujeres y hombres.
Esta desigualdad es fomentada por los patrones culturales y sociales que rigen nuestras vidas cotidianas y que son formados por una larga historia de prejuicios y están profundamente arraigados en la educación, la cultura, los medios, la religión y las leyes de la actualidad. En su peor expresión, refuerza la creencia de los hombres que tienen derecho a poseer y controlar los cuerpos de las mujeres.
Lo económico importa también. En vez de desmantelar o incluso ignorar la dignidad de las mujeres y niñas, nuestro modelo económico neoliberal actual perpetúa la explotación y el abuso contra las mujeres – sin autonomía económica, las mujeres no tienen manera de escapar los ciclos de violencia.
Nuestras sociedades dependen del trabajo desproporcionado y no-remunerado de cuidados que hacen las mujeres, pero no lo valoran ni lo redistribuyen adecuadamente. Son las mujeres las que suplen la mayoría de la mano de obra barata al servicio de la economía global. Tantas mujeres están atrapadas en empleos con salarios de hambre y escasos derechos laborales, enfrentando amenazas de violencia, mientras los hombres se llevan el fruto de su trabajo. Es por eso que la lucha de las mujeres es también una lucha contra este orden económico actual.
Aun así, esta injusticia patriarcal puede ser vencida. Y la venceremos.
Empieza con nosotras. Cada persona tiene la responsabilidad de hacer de este mundo un lugar igualitario, saludable y justo para las mujeres y las niñas. Las normas sociales discriminatorias que impulsan a la violencia contra las mujeres y las niñas pueden ser desafiadas y transformadas. Cuando oímos algún lenguaje sexista y vemos comportamientos sexistas, podemos intervenir y decir "basta". Esta es una de las formas más efectivas de erosionar la normalización de la violencia contra mujeres y niñas. En América Latina, estaremos pidiendo a gritos hasta que nos presten atención: “Si nuestros cuerpos no valen nada, que produzcan sin nosotras”.
Quienes toman decisiones - en nuestros gobiernos pero también en las corporaciones y los medios de comunicación masivos - deben dar el paso y liderar con el ejemplo. La indiferencia y la retórica vacía sirven solamente para mantener el estatus quo. Deben escuchar antes que a nadie las voces de los movimientos para los derechos de las mujeres y a las mujeres mismas.
Es urgente que los gobiernos acerquen las tradiciones culturales dañinas hacia el respeto a los derechos humanos, y que desmantelen las discriminaciones legales y las barreras que obstaculizan el avance de las mujeres, por ejemplo en los 18 países del mundo donde los hombres pueden impedir legalmente que sus esposas trabajen.
Quienes deciden necesitan aportar sus voces fundamentales a la llamada a una economía más humana y más feminista. Es aberrante que nuestro sistema económico actual haya permitido a tan solo 8 hombres acumular la misma cantidad de riqueza que los 3.6 mil millones de personas más pobres del mundo, quienes son en su mayoría mujeres.
Los líderes y lideresas en todo el mundo deben terminar con la impunidad legal y social de la que tan frecuentemente gozan los perpetradores y facilitadores de la violencia, ya sea en la política, los negocios, el entretenimiento u otros ámbitos.
No existe una estructura corporativa detrás de este paro. Juntas, somos parte de un movimiento mundial de mujeres, organizaciones de mujeres y aliados. #NiUnaMenos ha creado una nueva plataforma digital para capturar nuestras historias de los paros. Organizaciones internacionales de sociedad civil como Oxfam y otras entienden su deber de solidaridad con y apoyo hacia el paro. Oxfam apoya el trabajo de mujeres que ya están organizándose.
Especialmente, esta solidaridad se extiende hacia las mujeres que quisieran apoyar el paro pero no pueden, ya sea por inseguridad laboral, por su carga de trabajo no-remunerado de cuidados, o - como sabemos en varios casos - por miedo a la violencia e intimidación.
Nos sentimos optimistas ante el cambio. Más niñas en todo el mundo están culminando su educación primaria como nunca antes. Se han reducido las muertes maternas. Hay más mujeres en posiciones de poder. Mientras estamos convencidas que más cambios son posibles a favor de las mujeres y las niñas, estos avances enfrentan nuevas amenazas: desigualdad económica, cambio climático, fanatismo religioso, o nacionalismo en contra de los derechos.
Tenemos el impulso. El activismo a favor de los derechos de las mujeres ha retumbado durante mucho tiempo en los pueblos y las comunidades del Sur; nos alineamos con estas mujeres valientes. Los paros funcionan para las mujeres. Hace poco, los planes de criminalizar el aborto terapéutico y espontáneo en Polonia fueron frustrados por un paro masivo de un día, liderado por las mujeres. En Corea del Sur, las mujeres protestaron en contra de la introducción de sanciones más estrictas contra doctores y doctoras que practican abortos.
Hoy no podemos dar un paso atrás. Debemos continuar la marcha con nuestras cabezas y consignas en alto y a la vista de todos y todas. Nuestro mundo debe ser mejor. Ni una menos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.