Upcycling: pre-existente, reciclado y móvil
Carlos Arroyo firma la nueva sede del Instituto Cervantes en Bruselas con un proyecto imaginativo y versátil que ha costado 320 euros por metro cuadrado

El upcycling consiste en reciclar mejorando, no sólo transformando. Se trata de convertir objetos sin uso en útiles con un nuevo valor. Eso es lo que ha hecho el madrileño Carlos Arroyo en la nueva Sede del Instituto Cervantes en Bruselas. “Todo es: o preexistente, o reciclado o, si es nuevo, móvil”, señala el arquitecto. Partiendo de las tres primeras plantas de un edificio de oficinas de los años 60, Arroyo ideó un diseño simbólico, económico, fresco, compacto y flexible capaz de ubicar los 30.000 volúmenes de la biblioteca y de despejar un espacio público multifuncional.
El simbolismo surge de que el sistema de geometrías ortogonales de gruesas líneas rojas que recorta los espacios parte del propio logotipo del Instituto Cervantes. Los libros son así “el trasfondo de un escaparate”, indica el arquitecto. Las presentaciones y conferencias se ven desde la calle.

La biblioteca tiene una escala doméstica, con rincones, mesas para tomar café y pequeñas gradas. Estos elementos permiten que diversos usos convivan en un espacio único. Que la planta baja sea diáfana multiplica sobre todo la luz: hace posible que la luz de una fachada pueda verse desde la otra. Por eso, es el mobiliario el que construye el entramado que hace posible la convivencia de usos. La barra para el café es la zona de información. Ayuda a que la biblioteca funcione y se transforma en mueble auxiliar durante las celebraciones.
Como los profesores se rodean de los alumnos, Arroyo pensó que las aulas podían ser circulares. Las plantas en el perímetro de esos círculos revestidos de fieltro reciclado –que actúa como absorbente acústico- limpian el aire de las salas. También las hay rodeadas de cortinas de terciopelo que refuerzan la identidad de la biblioteca al tiempo que mejoran la acústica del espacio. “Aunque la tentación era arrasar con todo y empezar de nuevo”, confiesa Arroyo, para lidiar con los conductos de climatización de los techos idearon un “minecraft, un pixelado tridimensional que permite sortear los conductos”.

Coste por metro cuadrado según arquitecto: 320 euros.

