M de hombre
He tomado la decisión de no viajar a su país, un lugar donde un letrero con una M en la puerta del baño no significa mujer, sino hombre.
La derogación por parte del presidente de EE UU de la ley que permitía a los transexuales elegir baño confirma finalmente que lo único bueno de la política del siglo XXI se ha ido al garete. Hasta hoy, vivíamos unos tiempos en los que los gobiernos no podían tomar decisiones económicamente relevantes porque ese negociado ya no la manejaban ellos. Entonces, para disimular y hacernos creer que aún tenían cierta capacidad para influir en nuestras vidas, tomaban decisiones socialmente avanzadas, incluso cuando no creían en ellas. Trump ha roto con eso.
Pero no me voy a quedar en el análisis de lo general, porque soy de aquellas personas tan estúpidas que creen que de su particular deben los demás tomar conclusiones sobre lo universal. La decisión de Trump me cabrea porque odio los lavabos con letreros creativos. Jamás sé si debo entrar en el de la paloma o el del gorrión. En el que hay dibujado un sombrero o en el que se ve un paraguas. Recuerdo especialmente los dibujos que había en las puertas de los baños del Bar Raval, en Barcelona. Eran como africanos y, claro, se suponía que uno representaba a un hombre y el otro a una mujer. Jamás supe distinguirlos, por lo que una vez iba al de la izquierda y la siguiente al de la derecha. No soy transexual, soy agnóstico. Así, la iniciativa de Trump -como todas, destinada a que en EE UU solo deambulen por sus calles humanos que podrían ser parte del elenco de Fargo- me ha hecho tomar definitivamente la decisión de no viajar a su país, un lugar donde un letrero con una M en la puerta del baño no significa mujer, sino hombre.
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