En busca de la nueva feminidad
Armani y Moschino presentan ideas antagónicas de la mujer en la pasarela de Milán
Esta temporada, la cuestión de género está más presente que nunca sobre la pasarela. Dos de las marcas más relevantes del momento –Vetements y Gucci- han centrado la conversación sobre ella. La primera, ofrece, desde sus inicios, prendas para que sean vestidas indistintamente por hombres y mujeres. La segunda, presentó el pasado miércoles en Milán su primer desfile mixto. Una fórmula que ya utilizan Burberry o Public School. Que es un tema de actualidad lo demuestra el hecho de que dos de las palabras más repetidas durante la semana de la moda italiana sean “dualidad” y “diversidad”.
Incluso Giorgio Armani apeló el viernes a este último concepto en el desfile de Emporio Armani, su enseña más accesible. El italiano no solo sacó a la pasarela a hombres sino que articuló su propuesta para la mujer en torno a la sastrería. No en vano, él fue uno de los primeros en llevar el traje masculino al armario femenino. Y de eso hace ya 40 años. De momento, el diseñador no solo tiene la capacidad sino el deseo de dar su propio espacio a cada una de sus colecciones, que no son pocas. Hace un mes presentó la masculina y en la actual cita milanesa organiza dos shows para mujer: el visto ayer y el de su primera línea, Giorgio Armani, el lunes. Por si no fuera suficiente, en enero también mostró su trabajo de alta costura –Armani Privé- en París. Hasta ahora, condensar propuestas no forma parte de su plan.
Desde la estética de las modelos hasta las prendas, todo en el desfile de Sportmax remitía a un universo andrógino. Las líneas limpias y las siluetas XL definían su propuesta: monos y chubasqueros deportivos con doble cierre de cremallera, abrigos de PVC y chaquetas con la cintura perforada con enormes ojales por donde entraban y salían los cinturones. Prácticamente todo en blanco y negro.
Frente a la fusión de géneros, todavía hay muchos diseñadores que celebran la riqueza de sus diferencias con Versace a la cabeza. Pero incluso esta marca echa mano de la sastrería para construir a su poderosa mujer. Una ejecutiva que utiliza hombreras sobredimensionadas y faldas con pronunciadas aberturas. Los estampados y bordados florales protagonizan una segunda parte del desfile -más deportiva-con grandes abrigos de plumas y vestidos plisados. Por supuesto, tampoco faltaron ayer sus minivestidos metalizados. Las palabras coraje, fuerza, amor y lealtad estampan sus zapatos, abrigos y cinturones. De fondo sonaba una canción con una letra bastante explícita: “No me importa, que se joda”.
El jueves, Jeremy Scott saludó al público ataviado con una camiseta en la que se leía la frase que resume toda su colección: “La costura es una actitud, no un precio”. Su trabajo para Moschino pretendía demostrar que “muchas cosas que normalmente ignoramos o infravaloramos pueden esconder mucha belleza”, según explicaba momentos después de que terminase la presentación. Como si de una obra de teatro se tratase, su propuesta estaba dividida en tres actos. La pasarela, forrada como una gran caja de cartón, ya daba una idea de lo que se avecinaba.
“En la primera parte, las piezas con preciosas siluetas años cincuenta evocan el papel de embalaje. En algunas incluso puede verse la marca que han dejado las etiquetas al arrancarse”, cuenta. Después, el diseñador dió un salto a los años ochenta de la mano de bombers, minifaldas y botas de tacón estampadas “con páginas de revistas de moda en las que aparecen looks de Moschino”. Tras estas metaprendas, llegaba el capítulo que mejor responde a las expectativas que Scott ha generado tras facturar colecciones protagonizadas por Barbies o muñecas recortables.
Una modelo envuelta en una cortina de teatro “como si fuese Escarlata O’Hara” abría esta última etapa, donde el creador da rienda suelta a su “juguetona” imaginación. Vestidos elaborados con auténticas bolsas de Moschino, y también con plásticos que emulan las que se utilizan en la tintorería o los supermercados; camisas de papel de burbujas, sombreros que son cajas de la firma Victoria Secret, bolsos que imitan las bolsas de McDonalds y otros que consisten simplemente en un rollo de papel higiénico colocado alrededor de una cadena, estolas hechas con mopas y dos modelos que llevaban, literalmente, un candelabro y un plumero sobre la cabeza.
Según el diseñador, sus creaciones no escondían ninguna crítica a la industria de la moda actual o al sentido de su propio trabajo. Su mensaje era casi utópico : “Puedes coger una caja y convertirla en un modelo de alta costura, es la mujer que va dentro la que la que lo consigue. Siempre ha sido así y siempre lo será”.
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