Un matrimonio entre mujeres para salvar la herencia
REHEMA, DE 25 años, acaba de terminar de lavar la ropa. Las camisas y los vestidos están tendidos sobre un trozo de hierba seca. Dos cabras y un par de gallinas andan entre la ropa y picotean el duro suelo en busca de comida. Durante la estación seca, cuando pasan muchos días sin que llueva, la aldea de Nyamerambaro, a las afueras de Tarime, una ciudad de 34.000 habitantes en el noroeste de Tanzania, se convierte en una estepa. Lo mejor es refugiarse a la sombra, en una cabaña de piedra.
A pocos pasos de la casa arde un fuego en el que Rehema se dispone a preparar la cena. "Hago lo que hacen todas las esposas", dice, al tiempo que intenta amamantar a su hija, que está llorando. "Me levanto por la mañana, hago el desayuno, lavo la ropa, trabajo en el campo y cuido de los niños". Veronica Nyagonchera, de 81 años, está sentada en una silla de plástico delante de la casa y trata de calmar a la niña. "Aquí hay muchos matrimonios como el nuestro", dice, mientras se anuda su kanga [el vestido tradicional] de color verde. Veronica y Rehema llevan 11 años casadas. Tienen tres hijos.
De acuerdo con una tradición local llamada nyumba ntobhu, una mujer mayor puede casarse con otra más joven. Es una costumbre de la tribu kuria, unas 700.000 personas que habitan en la región del lago Victoria. "Las mujeres no tienen otra opción", dice Dinna Maningo, que trabaja en Mwananchi, un periódico de Tarime. "Las leyes tribales prohíben que las esposas hereden nada, ni siquiera de sus maridos fallecidos. Si no tienen hijos, los parientes masculinos del marido tienen derecho a repartirse sus posesiones entre ellos. Si una viuda desea conservar su casa y su tierra, tiene que casarse con otra mujer y que esta le dé un hijo varón", explica.
De acuerdo con una tradición local llamada nyumba ntobhu, una mujer mayor puede casarse con otra más joven. .
Los matrimonios entre personas del mismo sexo son ilegales en Tanzania, pero el gobierno central tolera la tradición de nyumba ntobhu porque no implica relaciones sexuales. Las mujeres solo viven juntas y crían a sus hijos. "Aquí es muy frecuente que las mujeres tengan esposas", dice Boniface Meremo, un hombre fornido y resuelto de 52 años que es el jefe de la aldea de Nyamerambro. "Esta tradición existe desde hace generaciones. Para todos los miembros de la tribu kuria, la continuidad de su estirpe es lo más importante".
Una mujer a cambio de vacas
Veronica se pasó la mayor parte de su vida intentando concebir un hijo. Estuvo casada con un hombre, pero solo dio a luz niñas. Cuando el marido falleció, decidió contraer matrimonio con una mujer con la esperanza de que ella le diera un heredero. Hace 30 años se casó con Mugosi Isombe, que tenía 20. Pero la joven solo tuvo hijas. En 2005, cuando Veronica tenía 70 años, encontró a su segunda esposa. Y, por fin, vio nacer a un varón.
Rehema tenía solo 14 años cuando se casó. "La vi por primera vez en el centro de la aldea y empecé a preguntar a la gente quién era”, explica Veronica. “Cuando averigüé dónde vivía, fui a ver a sus padres y les pregunté directamente si estaban dispuestos a darme a su hija. Me dijeron que no tenían nada en contra y que lo único que querían a cambio era el pago tradicional por la novia". A Rehema no le pareció mal. "Era muy joven y respondí enseguida que estaba de acuerdo”, recuerda. “Mi madre había muerto cuando yo era pequeña y mi padre había vuelto a casarse. Tuve miedo de que, si decía que no, empezaran a tratarme mal".
El pago medio por una esposa, hoy, está entre 10 y 20 vacas (cada vaca cuesta alrededor de 500. 000 chelines tanzanos, más de 200 euros).
El trato se cerró durante la siguiente visita de Veronica al hogar de la futura novia. "Querían ocho vacas, pero, al final, aceptaron seis", cuenta la anciana. El pago medio por una esposa, hoy, está entre 10 y 20 vacas (cada vaca cuesta alrededor de 500.000 chelines tanzanos, más de 200 euros). Se trata de cantidades similares a los pagos para un matrimonio entre un hombre y una mujer.
Las parejas sexuales
Dinna explica que hay varios motivos por los que los padres aceptan casar a sus hijas con mujeres mayores: "En primer lugar, lo hacen para salir de la pobreza y ganar dinero. Además, es una excelente forma de salir de una situación difícil cuando una chica soltera se queda embarazada, porque ningún hombre la va a querer ya como esposa o va a ser difícil obtener un buen precio por ella". En general, las jóvenes no tienen voz ni voto sobre su futuro. Se les pregunta si están de acuerdo, pero no suelen negarse.
"No podía protestar, mi padre nos habría desterrado a mi madre y a mí", dice Margaret Juma, de 37 años. Está casada con Emily Joseph Mwita, una mujer 35 años mayor que ella, desde hace 15, y tienen tres hijos: Joseph, de 10 años, Eweline, de siete, y Miriam, de tres. Son el único matrimonio de mujeres en una pequeña aldea llamada Kesaka, cerca de Tarime. "Nunca pensé que me casaría con una mujer”, asegura Emily. “Contraje matrimonio con un soldado en 1965. Poco después, le destinaron a una unidad del ejército muy lejos de casa. Le esperé durante muchos años, pero nunca volvió ni dio señales de estar vivo. No tuvimos hijos. La única solución posible era casarme con una mujer, porque, en caso contrario, me habrían quitado todo lo que tenía y habría tenido que ponerme a trabajar para mis vecinos". Pagó 15 vacas. "Al principio era un poco raro, pero pronto me acostumbré”, relata Margaret. “Solo de vez en cuando me pregunto cómo habría sido tener un marido, igual que mis hermanas".
Según la tradición, la mujer joven no debe tener relaciones sexuales más que con un solo hombre, el que haya escogido para ella el clan de la mujer mayor.
El día de su boda conoció también al hombre que debía ser el padre de sus hijos. "Estuvimos juntos varios años y concebí un niño, pero ya no sabemos nada de él”, dice. “Se fue. Ahora estoy con otro que vive en nuestro pueblo. Tiene su propia familia y a veces visita a nuestros hijos". Según la tradición, la mujer joven no debe tener relaciones sexuales más que con un solo hombre, el que haya escogido para ella el clan de la mujer mayor. "Sin embargo, con el tiempo, las mujeres se han ido haciendo más independientes”, explica la periodista Maningo. “Algunas deciden con quién acostarse y tener hijos, si con un solo hombre o con dos. Depende mucho de la posición de la mujer mayor y de su relación con el clan".
La cuestión de los celos
A Rehema no le permitieron elegir a un hombre. El padre de todos sus hijos es Chacha Nyanswi, de 45 años, que fue elegido por el clan de Veronica. Vive cerca de ellas. Tiene una mujer y cinco hijos. "Mi esposa sabía desde el principio que el clan me había escogido, así que ¿cómo va a tener celos?”, señala. “Además, cada vez que paso la noche con Rehema, se lo cuento. Las mujeres de nuestra tribu saben que un hombre puede tener otra mujer siempre que quiera. Es nuestra tradición".
Aunque no está casado con Rehema, para él la relación es tan importante como su matrimonio. "Si ella se acuesta con otro hombre, se le considerará un ladrón", asegura. Rehema ha intentado dejarle varias veces, pero él siempre se niega. "Necesito a alguien que cuide de nosotras”, explica ella. “Él tiene su propia familia y, a veces, no nos trae dinero. Y, cuando los niños están enfermos, tenemos que vender algo para pagar a los médicos. ¿Si tengo celos de su esposa? Las dos nos conocemos y vivimos en paz la mayor parte del tiempo, pero, por supuesto, hay algunas discusiones, principalmente sobre dinero".
Los hombres no tienen ningún derecho sobre los hijos de un matrimonio nyumba ntobhu. Reciben el apellido de la mujer mayor y le pertenecen a ella.
Nyanswi reconoce que casi no gana para vivir. Vendiendo carbón gana poco. De acuerdo con la tradición, no está obligado a cuidar de la madre y los hijos del matrimonio nyumba ntobhu, pero desea ayudar. "Quiero a mi esposa, pero también a Rehema, y amo a todos mis hijos por igual”, asegura. “Y, si tuviera más dinero, buscaría a otra mujer para tener más hijos con ella".
Los hombres no tienen ningún derecho sobre los hijos de un matrimonio nyumba ntobhu. Reciben el apellido de la mujer mayor y le pertenecen a ella. El padre obtiene dinero de las esposas cuando firman el contrato y cuando la joven se queda embarazada. A cambio, promete no exigir ningún derecho de paternidad. "No obstante, ha habido casos en los que el padre biológico ha reclamado su autoridad sobre los hijos en los tribunales”, explica Dinna Maningo. “A veces los jueces aplican el derecho común, que dice que los matrimonios entre personas del mismo sexo son ilegales en Tanzania, y en otros casos, aplican las leyes tribales que sí reconocen los enlaces entre mujeres".
Las mujeres, cada vez más exigentes
Los hombres, en especial los más jóvenes, están empezando a oponerse a la tradición de nyumba ntobhu. Dicen que las mujeres están volviéndose cada vez más exigentes. Muchas no quieren ni pensar en casarse con un hombre por miedo a ser maltratadas. La región de Kuria tiene los mayores índices de violencia de género del país. Según el informe publicado en 2011 por el ministerio de Sanidad tanzano, el 72% de las mujeres de 15 a 49 años habían sido víctimas de violencia física en la zona mientras que el porcentaje en todo el país era del 44%.
Los hombres, en especial los más jóvenes, están empezando a oponerse a la tradición de nyumba ntobhu. Dicen que las mujeres están volviéndose cada vez más exigentes.
Paulina Mukosa, de 21 años, está casada desde hace tres con Mugosi Isombe, la primera mujer de Veronica Nyagonchera. Paulina nunca ha querido vivir con un hombre. Desde que era niña, ha visto cómo su padre maltrataba a su madre y cómo sus vecinas recibían palizas de sus padres, sus maridos y sus hermanos. Por eso Mugosi le permitió escoger al hombre con el que quería tener hijos. "En las relaciones nyumba ntobhu, los hombres no pueden golpear a las mujeres porque ellas no les pertenecen", explica el jefe del poblado, Boniface Meremo.
Aun así, algunos matrimonios nyumba ntobhu también acaban en pesadilla. "Tampoco estos enlaces están totalmente libres del maltrato doméstico”, afirma Dinna Maningo. “Algunas mujeres mayores pueden ser auténticas tiranas, y algunas jóvenes, también". Según la Asociación Tanzana de Mujeres en Medios de Comunicación (TAMWA, por sus siglas en inglés), una de cada cinco jóvenes que se casan con otras mujeres tiene menos de 18 años. Un periódico local, The Citizen, publicó la historia de una niña de ocho años a la que vendieron a una mujer mayor a cambio de seis vacas. La anciana obligó a la niña a prostituirse.
Una esposa como garantía de futuro
A veces, la comunidad no acepta a las familias nyumba ntobhu. "Muchas viven en la pobreza porque no tienen a ningún hombre que les proporcione dinero”, asegura la reportera Maningo.” En el colegio, los niños se ríen de los hijos de estas familias porque no tienen padres o porque tienen un padre un mes, y otro distinto el mes siguiente. A estas mujeres se las considera peores, de clase inferior. En un colegio de monjas católicas llegaron a negarle la admisión a una niña porque pertenecía a una de estas familias".
Para muchas mujeres, nyumba ntobhu es una especie de seguro para la vejez. En Tanzania no existe ningún sistema universal de pensiones y los ancianos se quedan a merced de sus familias.
Pero, para muchas mujeres, nyumba ntobhu es una especie de seguro para la vejez. En Tanzania no existe ningún sistema universal de pensiones (la isla autónoma de Zanzíbar es la única región que, en abril, puso en marcha un proyecto piloto en ese sentido), y los ancianos se quedan a merced de sus familias.
Para Robi, que tiene 47 años, casarse con otra mujer era la única garantía de que alguien cuide de ella cuando sea vieja. Su marido murió hace 20 años. Tuvo tres hijos con él, pero también fallecieron. Cuando era joven, la mordió una serpiente y tuvieron que amputarle parte de la pierna derecha. A medida que cumple años, cada vez le cuesta más caminar y trabajar. Por eso se decidió a buscar una esposa. Hace un año se casó con Boke Chaha, de 22 años. "Vivíamos en la misma aldea, la conozco desde que era niña, la he visto crecer, y para mí es como una hija”, explica Robi. “Su padre aceptó este matrimonio porque comprende que estoy en una situación difícil".
Boke, una joven menuda de grandes ojos, estuvo de acuerdo. "Me daba pena mamá Robi, no quería que estuviera sola", asegura. Viven en dos habitaciones de alquiler en Tarime. Se han ido a la ciudad porque Robi es costurera y casi todos sus clientes viven allí. Es feliz porque tiene una familia y una hija de un año de la que no se separa casi nunca. "Estamos esperando a tener un varón, que heredará una pequeña propiedad que tenemos", suspira.
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