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CLAVES
Columna
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Europeístas burlados

Pero algo ha salido mal. Europa, la princesa seducida por un Zeus disfrazado de toro, quiso seducir a los Estados-nación

Banderas de la Unión Europea frente a la sede de la Comisión Europea en Bruselas.
Banderas de la Unión Europea frente a la sede de la Comisión Europea en Bruselas. REUTERS / YVES HERMAN

El burlador burlado. Pero en esta adaptación del clásico de Tirso de Molina, Don Juan, el seductor, es Europa. Y las doncellas son los Estados nación.

Los europeístas siempre quisieron engañar al Estado nación. Sibilinamente. La integración avanzaría poco a poco, sector por sector, con la función siguiendo a la forma. Compartiríamos el carbón y el acero, fuente de tantas disputas entre Francia y Alemania. Y se hizo la CECA. Luego la energía atómica, para evitar rivalizar por ella, y se hizo el EURATOM. También superaríamos las guerras comerciales que habían hundido a Europa en la miseria en los años treinta. Y se hizo el mercado común. A la libre circulación de bienes, sumaríamos la de trabajadores, capitales y servicios. Y se hizo el Acta Única Europea. La moneda también nos dividió en el pasado y fue fuente de numerosos conflictos, así que decidimos hacer el Tratado de Maastricht y la Unión Monetaria. Y para no pelearnos por el déficit y la deuda pública hicimos el pacto de estabilidad presupuestaria y los mecanismos de sanciones a los Estados que se desviaran de los objetivos fiscales comunes.

Con cada mano tendida al Estado nación, los europeístas esbozaban la sonrisa del que observa a su enemigo ir diluyéndose. Al final del camino, anhelaban, el Estado nación, consumido, vaciado y derrotado, desaparecería, dando paso a un nuevo ente: una Europa integrada forjada sobre la eficacia económica y una nueva identidad común.

Pero algo ha salido mal. Europa, la princesa seducida por un Zeus disfrazado de toro, quiso seducir a los Estados nación. Pero estos se han rebelado. Se resisten a desaparecer. Quieren recuperar sus competencias. Y preservar sus identidades. Niegan o rechazan que la UE sea un Estado, Bruselas su Gobierno y los europeos una nación. Se aferran a sus viejos Estados nación (algunos, como en Cataluña, incluso quieren crear nuevos) y quieren ser gobernados desde sus capitales por líderes que hablen su lengua. Muchos europeístas piensan ahora en la soberanía como en el honor de la doncella que se sienten culpables de haber mancillado. Señalados con el dedo populista, se avergüenzan de su europeísmo y piden menos Europa, más Estado, soberanía, honor nacional. @jitorreblanca

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