¡Protestad!
Tenemos que volver a protestar, ya hemos descansado lo suficiente
Yo os deseo a todos, a cada uno de vosotros, que tengáis vuestro motivo de indignación. Es preciso. Cuando alguna cosa os indigna como yo he sido indignado por el nazismo, entonces llegamos a ser militantes, fuertes y comprometidos. Nos unimos a esta corriente de la historia, y la gran corriente de la historia debe seguirse gracias a cada uno. Y esta corriente va hacia más justicia, más libertad, pero no esta libertad incontrolada del zorro en el gallinero. Estos derechos, que la Declaración Universal escribió en el programa en 1948, son universales. Si conocéis a alguien que no los goce, ayudadle a conquistarlos.
Extracto de ¡Indignaos! de Stephan Hessel
El 21 de octubre de 2010 se publica un librito de 32 páginas que encenderá la mecha de unos movimientos ciudadanos que cambiaron el mapa político de muchos países. Durante 2011 en España tuvieron lugar infinitas manifestaciones, asambleas abiertas, sentadas, actividades de protesta…y muchos nos volvimos locos de entusiasmo al ver cómo emergían nuevos movimientos ciudadanos y políticos en los que proyectarnos. Tuvimos la sensación de que teníamos el poder de cambiar cualquier cosa. Y de hecho cambiamos muchísimas cosas. Y nos quedamos exhaustos. Y los cambios que conseguimos empezaron a decepcionarnos, no eran exactamente lo que habíamos pensando. Y dejamos de valorarlos. Y ahora parece que lo que conseguimos no tiene valor. Y de repente ya no nos interesa protestar, porque, ya creemos que sabemos que no sirve para nada.
Pero lo que no sirve para nada es no hacer.
Parece que no aprendemos. No es la primera vez que nos desinflamos. En 1994, el masivo movimiento de acampadas del 0,7% consiguió unir a cientos de miles de personas para defender la solidaridad con los países pobres. Como narra brillantemente Carlos Gómez Gil en su artículo La semilla del 0,7%, la mayoría de las personas que participaron desconocían la naturaleza política del 0,7%, pero todo el mundo estaba de acuerdo en que había que conseguirlo. Finalmente se lograron una serie de compromisos políticos para los siguientes años. Las movilizaciones se desactivaron. Los compromisos se incumplieron. Las movilizaciones nunca volvieron. Y ahora, no solo nuestra aportación a la ayuda al desarrollo es una de las más bajas de la historia, sino que además la opinión pública española no considera una prioridad ayudar a los países pobres, con la que nos está cayendo a nosotros. Es decir, que el efecto boomerang de la primera gran movilización social de la historia de nuestro país fue devastador.
Parece que ahora vamos por el mismo camino. Es como si todo lo adquirido no tuviera valor. Y el problema es que no se trata solo de lo conseguido gracias al 15-M y sus secuelas, como en el caso del 0,7%, va mucho más allá. La corrupción, el abuso de la ley, la mezcla de poderes, la falta de solidaridad, el racismo, la falta de libertad de expresión, los derechos de los inmigrantes…en estas primeras semanas de 2017 tenemos ya suficiente para hacer dos o tres manifestaciones masivas, firmar varias decenas de peticiones, e incluso protagonizar alguna campaña de artivismo. Pero no. Cada vez las peticiones se mueven más despacio y firma menos gente, las manifestaciones son más minoritarias, las expresiones de descontento y protesta más difusas y suaves.
Sin embargo, protestar sirve. Protestando hemos conseguido muchos de los derechos que tenemos. Firmando peticiones, manifestándonos, haciendo ruido, nos hemos ido creciendo hasta que hemos estallado en un clamor popular y hemos cambiado cosas.
De modo que tenemos que volver a protestar. Ya está, ya hemos descansado lo suficiente. Y no hay excusa que valga, la situación social mundial es crítica y algo tendremos que hacer, no vamos a seguir aquí como pasmarotes permitiendo que en nuestro nombre se pisoteen derechos fundamentales. Tenemos que seguir luchando para acabar lo que empezamos, aun a sabiendas de que no se acaba nunca.
Si después de leer esto, tienes ganas de apoyar alguna petición, te sugiero esta: que el Gobierno español elimine de las fronteras las barreras físicas que puedan matar o herir.
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