_
_
_
_
_
MIRADOR
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

De farol

Los humanos llevamos unas cuantas décadas enzarzados en un duelo cruento contra las máquinas

Javier Sampedro
Partida de póker online.
Partida de póker online.Getty Images

¿Te preguntas qué es la inteligencia? Recuerda El golpe. Recuerda la que tuvo que armar Paul Newman para ganar al gánster. Hacerse el tonto, fingirse borracho, exhibir su mejor fenotipo de perdedor y, bueno, sacarse un par de ases de la manga con más pericia que el mago Tamariz. Justo eso sospechó Dong Kim hace dos semanas: que le estaban haciendo trampas, que su contrincante le estaba viendo sus cartas. Kim es uno de los cuatro mejores jugadores de póker del mundo, pero se equivocó en esta partida. Su contrincante era una máquina llamada Libratus, y sus trampas son mucho más sofisticadas que todo eso. En realidad no son trampas, sino las muestras más brillantes de la inteligencia artificial, una de las ciencias más pujantes de nuestros días.

Libratus es la obra maestra de Noam Brown y Tuomas Sandholm, dos talentos matemáticos de la Universidad Carnegie Mellon, en Pittsburgh, Pensilvania. No solo le acaba de dar una paliza a Kim, sino también a los otros tres campeones mundiales de póker, y les ha sacado un millón y medio de pavos a sus confiadas carteras. Los humanos llevamos unas cuantas décadas enzarzados en un duelo cruento contra las máquinas. Empezaron por ganarnos a las damas, y siguieron por el ajedrez (Deep Blue, de IBM) y el Go (AlphaGo, de Google Deep Mind). Que ahora tengamos que añadir el póker a esa nómina humillante puede parecer un detalle para coleccionistas. No lo es.

A diferencia de las damas, el ajedrez o el Go, el póker es un juego de información imperfecta. Cuando un jugador de ajedrez mueve un alfil, lo hace justo enfrente del rostro de su oponente. El jugador de póker nunca sabe la combinación de cartas que tienen los otros, y el ganador no suele ser el que tiene la mejor mano, sino el que se tira el mejor farol. Tienes una miserable doble pareja y eres tan listo que haces creer al adversario que llevas una escalera: te comportas como si la llevaras, te conviertes en ese personaje de ficción que tiene una escalera. Es exactamente la clase de cosa en que no quisiéramos que nos ganasen las máquinas. Pero, muchachos, ya lo hacen.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Cabe discutir sobre las posibles aplicaciones de Libratus a la diplomacia y la política internacional. Muchos de estos contactos entre Homo sapiens parecen regirse por el farol. Entonces, ¿podrán las máquinas mantener una conversación telefónica entre la Moncloa y el Despacho Oval? O incluso, ¿lo podrán hacer mejor que los que la mantuvieron el martes? Si se trata de ir de farol, Libratus lo puede bordar.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_