Pesadillas
La ficción es un simulacro de lo real. Prepara las mentes de los niños para la vida, y eso incluye el mal, la tristeza, el dolor
-Papá, ¿esto da pesadillas?
Mi hija está viendo Una serie de catastróficas desdichas, la nueva serie de Netflix basada en el oscuro libro infantil de Lemony Snicket. Ahora mismo, las sanguijuelas carnívoras del Lago Lacrimógeno acaban de comerse a la tía Josephine, dejando un rastro de burbujas sobre su cadáver. Y me pregunto si debería apagarle la tele.
La verdad, los cuentos infantiles siempre han sido bastante siniestros. El leñador le abre la panza al lobo con un hacha para salvar a Caperucita. Cenicienta es esclavizada y atormentada por su horrible madrastra. Pulgarcito hace que el gigante decapite a sus hijos, y luego le roba para sobornar a sus propios padres, y que no lo vuelvan a abandonar.
Sin embargo, hoy en día queremos proteger a los niños de cualquier imagen perturbadora. Exigimos cuentos que solo expongan valores positivos. Evitamos los monstruos demasiado oscuros, las actividades reprobables o los personajes que fumen. Cuando la niña iba a la guardería, el padre de un compañerito quería censurar Los tres cerditos por incitación a la violencia contra los animales.
La ficción es un simulacro de lo real. Prepara las mentes de los niños para la vida, y eso incluye el mal, la tristeza, el dolor. Si quitamos todo eso de los cuentos, idiotizamos a los chicos. Una serie de catastróficas desdichas exhibe a secuestradores de menores, reptiles venenosos, explotadores laborales y padres muertos en incendios. No es una clase de educación cívica, pero extiende la imaginación hacia nuevos territorios.
Así que miro a mi hija con seguridad y le digo: "No. Sigue mirando". A lo mejor sí tiene pesadillas. Pero la vida le traerá cosas peores. Prefiero que sepa enfrentarlas.