Desbordamientos
Dirigentes e instituciones deben evitar derivas pasionales ante el juicio a Mas
Empieza mañana el juicio al expresidente de la Generalitat Artur Mas y dos de sus consejeras por los presuntos delitos de desobediencia (al Tribunal Constitucional) y prevaricación (al organizar la consulta independentista por él vetada, el 9-11-2014).
Lo deseable sería que el déficit de diálogo y el exceso de judicialización registrados hasta hoy no hubieran desembocado en la celebración de un juicio penal. Pero la legitimidad del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña para desarrollarlo de forma profesional e independiente debe quedar fuera de duda y de acoso propagandístico. Esa legitimidad deriva no solo de la Constitución, sino de los mismos principios democráticos, del sometimiento de todos —ciudadanos y poderes legislativo y ejecutivo — al escrutinio de las propias actuaciones, en último término, por el poder judicial. Es decir, de los cimientos de las democracias, como la española, perfectamente homologada con las europeas.
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Los acusados disfrutan de la presunción de inocencia. El sistema judicial tiene derecho a realizar su trabajo sin interferencias institucionales. Los ciudadanos pueden expresarse como les plazca, siempre dentro del orden democrático. Pero los dirigentes políticos, partidos y Gobiernos deben extremar su respeto a la independencia del tercer poder.
La cita de mañana viene precedida de excesivo ruido. Algo hubo en la declaración del Gobierno minusvalorando al de la Generalitat por su (fracasada) conferencia en Estrasburgo, comentando que había recibido el trato que se merecía. Muy reveladoras las palabras del ex-juez Santiago Vidal según las que se estaría pergeñando un Estado de ribetes autocráticos dentro de la Generalitat. E imprudentes las del propio Mas aseverando que el juicio “es un montaje”.
Las nuevas detenciones practicadas el jueves en relación al caso de corrupción del 3% de su partido han desatado ironías sobre la casualidad del calendario. Pero Mas ha ido mucho más allá anunciando una probable querella contra la Fiscalía por manipular la agenda judicial (los arrestos derivaban del sumario judicial abierto, no de la policía): si tiene indicios creíbles de tal cosa, serían tan graves que debería presentarla sin tardanza. Y si no, abstenerse de provocar más tensión gratuita, quizá con la pretensión de presentarse como víctima para retornar al poder, como hace su acólito Francesc Homs, cuya única posibilidad de revalidar su carrera es el martirologio, dado el hartazgo que su retórica impertinente provoca hasta en la actual dirección del partido.
Todos deben evitar los desbordamientos pasionales. Y las especulaciones gratuitas sobre la celebración de un referéndum de forma ilegal; o de las sanciones que eso acarrearía; o las fantasías sobre la superposición de una consulta con unas elecciones autonómicas, pues quedarían pervertidas; o los dicterios según los que las sentencias ya estarían redactadas. Defienda cada cual su posición sin arruinar la convivencia. Y persista el Gobierno en el diálogo que prometió. En las horas más pesimistas de las polarizaciones extremas es cuando debe aflorar la agenda de la sensatez. Ya toca.
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