Sanciones económicas al hambre
De regreso a casa, hacia las nueve de la noche y con un frío que pela, me fijo en cuatro mujeres con carritos de la compra conversando en la acera, próximas a la fachada del edificio, en una zona apenas iluminada por la luz de las farolas. Pasados unos segundos, dos empleadas de un supermercado caminan por la calzada empujando un par de carros metálicos con mercancía en dirección al lugar en el que están ubicados los contenedores de residuos orgánicos. Las cuatro mujeres dejan de hablar y salen de la oscuridad avanzando hacia estos. Y hay quien cree que la respuesta pasa por poner sanciones económicas al hambre. ¡Cuánta dificultad para ponerse en el pellejo del otro por unos instantes!— Alejandro Prieto Orviz. Gijón (Asturias).
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