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MIRADOR
Columna
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Trump y Puigdemont

Los tres abanderados de la independencia catalana hicieron una exhibición idiomática en Bruselas

Jorge M. Reverte
Junqueras, Puigdemont y Romeva, durante la conferencia en las instalaciones del Parlamento Europeo.
Junqueras, Puigdemont y Romeva, durante la conferencia en las instalaciones del Parlamento Europeo.STEPHANIE LECOCQ (EFE)

En todos los pueblos hay mil historias sobre el párroco que coge cualquier cosa de la basura y la lleva a rastras hasta la casa del cura diciendo eso de “hijo mío, todo es bueno para el convento”.

La intervención de Carles Puigdemont, Raúl Romeva y Oriol Junqueras en Bruselas fue buena para el convento, porque allí los tres dejaron bien claras algunas cosas, como que el referéndum sobre la independencia de Cataluña se va a celebrar aunque sea en contra de los deseos del Gobierno central, y que ellos no necesitan el castellano para entenderse en Europa.

El local que dio acogida a la conferencia estaba bien escogido: amplio, y céntrico, de modo que los asistentes no tuvieron ningún problema para escucharles. El único pero que se le pudo poner a ese respecto es que no acudió ninguna representación de la Unión Europea. Solo algunos europarlamentarios nacionalistas catalanes, que podrían haber asistido a algún acto similar en casa. Nos habría salido más barato a todos.

Es más importante la exhibición idiomática que hicieron los tres abanderados de la independencia. Se manejaron bien con idiomas tan dispares como el inglés, el francés y el catalán. Yo eché de menos el noruego. Porque el castellano ya lo ha quitado Donald Trump, y es importante estar en la corriente fundamental del mundo. Trump lo ha quitado de la web de la Casa Blanca, y la Generalitat no es menos en este terreno. Desde que Trump tomó posesión del cargo en Washington, la cacería está abierta. Lo único que pasa es que Puigdemont no tiene dinero para construir un muro a lo largo del Ebro.

Todo fue bueno para llevar algo al convento. Quinientos asistentes, no todos ellos catalanes, oyeron las razones profundamente democráticas que impulsan la acción de esos tres hombres.

Y ahora podemos ver cómo hay dos posibles motivaciones para liquidar una lengua que habla un 25% de la población en Estados Unidos y un 100% en Cataluña. Eso quiere decir, al parecer, que la acción contra el 25% es propia de un fascista, mientras que eliminar una lengua que puede hablar el 100% es claramente democrático y progresista.

Le va a costar mucho a Puigdemont convencer a Europa de que su impulso independentista es democrático con un programa tan avanzado como el que tiene su partido para acabar con una lengua, contra los deseos de la mitad de sus conciudadanos. Creo que Puigdemont ha vuelto a casa con un buen botín: ha dado una conferencia en Bruselas.

Pas mal.

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