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Mosaico de religiones en el Museo del Bardo

El Museo del Bardo, 
de Túnez, organiza la exposición Los lugares santos compartidos 
hasta el 12 de febrero.
El Museo del Bardo, de Túnez, organiza la exposición Los lugares santos compartidos hasta el 12 de febrero. Amine Landoulsi (Getty)

EL MUSEO NACIONAL del Bardo fue escenario de una de las peores tragedias de la historia contemporánea de Túnez. El 18 de marzo de 2015, una célula yihadista masacró a los turistas que lo visitaban, provocando la muerte de 24 personas, dos de ellas de nacionalidad española. Actualmente, un mosaico policromado con las efigies de las víctimas da la bienvenida a los visitantes en la entrada al recinto. No se podría haber escogido un soporte para el homenaje en mayor consonancia con el lugar, pues el Bardo es el museo con la colección más impresionante de mosaicos romanos de todo el mundo.

Durante un año y medio, la institución decidió no retirar las huellas del atentado, una forma de evitar que se olvidase la barbarie. Sin duda, el más aparatoso era el agujero de bala en una vitrina que exhibía una estatua del dios romano Baco. Hoy ese impacto, como los que alcanzaron la pared, han desaparecido. “Las señales del ataque acababan acaparando la atención de los visitantes, dejando las piezas en un segundo plano. Hemos creído que los mosaicos con las caras y los nombres bastan como recuerdo”, explica Aziza Mraihi, responsable de las relaciones interculturales del museo.

La muestra explora los símbolos, personajes y lugares de culto comunes a las tres grandes religiones monoteístas: el judaísmo, el cristianismo y el islam.

Más allá del homenaje a las víctimas, el museo ha querido predicar la tolerancia religiosa con el ejemplo y acoge la excelente exposición Los lugares santos compartidos, fruto de la colaboración con el Museo de las Civilizaciones de Europa y del Mediterráneo, de Marsella. La muestra explora los símbolos, personajes y lugares de culto comunes a las tres grandes religiones monoteístas: el judaísmo, el cristianismo y el islam. Pocos países constituyen un mejor ejemplo de este mestizaje interreligioso que Túnez, pues, aunque es actualmente un Estado de mayoría musulmana, atesora influencias culturales de las otras dos fes, la cristiana y la hebrea. No en vano, alberga la más antigua comunidad judía fuera de Israel y fue un importante centro cristiano en el norte de África.

Un buen número de objetos dan testimonio de ello. “La mano de Fátima, un amuleto contra el mal de ojo muy popular en todo el mundo árabe, es de origen pagano, y los primeros en adoptarlo fueron los judíos”, cuenta Mraihi, que apunta también que el pez que lucían en sus collares y otros ornamentos decorativos los primeros cristianos para identificarse entre sí se convirtió en un símbolo de la buena suerte entre los musulmanes.

En cuanto a los profetas, bien conocida es la devoción por Abraham en las tres confesiones religiosas, pero no tanto la veneración hacia la Virgen María en el Corán, considerada todo un ejemplo de mujer virtuosa. De hecho, un panel de la exposición ofrece un dato sorprendente: su figura aparece citada casi el doble de veces en el libro sagrado del islam que en el Nuevo Testamento. Concretamente, 34 veces frente a 19. Esto explica, por ejemplo, que la iglesia de la Natividad de Belén sea visitada por muchos fieles musulmanes, si bien según el islam Jesucristo no nació en esta localidad palestina, sino en Egipto.

La lista de santos y templos venerados por varias religiones, como la gruta de Elías en Haifa, es muy larga. Es esta realidad de mezcla y enriquecimiento mutuo la que querían borrar a base de balas los fanáticos. Y por ello, no hay mejor lugar para reivindicarla que este museo.

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