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MIRADOR
Columna
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Regates

Nadie pretende pensar que Javier Fernández sea el Zidane del PSOE, pero le llueven elogios por su temple dialéctico

David Trueba
El presidente de la comisión gestora del PSOE, Javier Fernández (izquierdai), y el portavoz, Mario Jiménez, al inicio del Comite Federal.
El presidente de la comisión gestora del PSOE, Javier Fernández (izquierdai), y el portavoz, Mario Jiménez, al inicio del Comite Federal.Alvaro Garcia (EL PAÍS)

El Real Madrid ha descubierto que todo el drama, el lloriqueo y la violencia dialéctica de Mourinho tan solo servían para esconder las carencias futbolísticas. Con Zidane de entrenador se ha revalorizado el valor del sabio manejo de los tiempos. Ya de jugador tenía una virtud inusual, el primer regate lo hacía antes aun de recibir la pelota. Se trataba de amagar en la recepción y salir hacia lo imprevisible como si fuera obvio. Puede apreciarse en sus ruedas de prensa actuales, cuando la pregunta del periodista aún está en el aire, Zidane la acomoda, sonríe tímido y responde hacia el lugar inmenso abierto al lado opuesto de la encerrona. Nadie pretende pensar que Javier Fernández sea el Zidane del PSOE, pero le llueven elogios por su temple dialéctico. En las 15 entrevistas que concedió en los días del gran trauma socialista, el de verse obligado a aupar a Rajoy a la presidencia del Gobierno, tuvo el acierto de no decir ninguna tontada. No es poco si uno presta oído a la política española.

Más allá de que a todos se les mide de verdad cuando vienen mal dadas, el manejo de los tiempos exigía mucho temple en el calendario para la convocatoria del relevo de la cabeza de lista del partido. Tras el sainete triste de Ferraz, Fernández mostró que su máxima ambición consistía en domesticar su ambición. Un raro ejemplo. Ahora esperan que al coche de Pedro Sánchez se le agote la gasolina y la inercia decida quién toma las riendas de la antigua cuadriga socialista, cuando Felipe era Ben-Hur, ahora sin ruedas y desvencijada. Los militantes críticos del partido hacen presagiar una división incómoda salga quien salga. Y por regiones, la antes envidiada transversalidad socialista es hoy un mapa hecho jirones. Pero permitir la gobernabilidad del país no se ha confirmado como una blasfemia ni un desastre irremontable. Incluso a ratos se araña una reforma de ley en esencia socialdemócrata mientras el ala menos reaccionario de los populares toma oxígeno frente a la aguadilla de sus enfadados fundadores fundamentalistas.

Lo más acertado es resguardarse hasta que pase lo que tenga que pasar en Vistalegre II, la cita donde Podemos se enfrenta consigo mismo y con el mapa electoral. Si la balanza se inclina hacia Errejón y Rita Maestre, al PSOE se le presenta muy complicado recuperar el voto fugado. Si se impone Pablo Iglesias, con Monedero de líder de la Faes del podemismo, entonces se les abre un campo de labranza en la parcela más rentable históricamente de su partido, justo a la izquierda de la derecha y a la derecha de la izquierda.

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